viernes, 13 de septiembre de 2024

Mar


 

Todavía no puedo visitar su tumba, está demasiado profunda, soy incapaz de sumergirme tanto. Me falta el oxígeno. Imposible visitarla, porque ahora, ya cerca de la superficie, cerca del aire que empieza a aliviarme los pulmones, no resistiría la apnea. No he hecho cursos de buceo y aguanto poco sin respirar. 

Sigue ahí, permanentemente, no me obliguéis a que me hunda en las profundidades abisales, en las simas tenebrosas de la tragedia, otra vez. No. No puedo visitar su tumba todavía. Quizás en algún momento, algún día en que la memoria no me convierta en peso muerto cayendo en el mar, quizás. 

Ahora mismo acabo de aprender a nadar. He sacado la cabeza y vuelvo la boca a uno y otro lado para atrapar el aire nuevo. Ahora que la espesura del agua ha dejado paso a la atmósfera clara, al cielo limpio, no puedo volver a sumergirme. Perdona, no puedo. Quizás más tarde, cuando el mar se seque, cuando el río deje de correr por su cauce, cuando los sumideros se abran y traguen toda la bilis que tengo acumulada.  

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