Reviso textos de Cervantes, leo a Lope, sin descanso y, a la vez, me engullo, abrumado, una novela de la chilena Lina Meruane. La prosa de esta autora es hipnótica, adictiva, angustiosa. Su novela, Sistema nervioso, me está haciendo daño y yo, empujado por un impulso morboso, la sigo leyendo, porque me atrae la desgracia y, sobre todo, la que se enrosca con extrañeza en la construcción del discurso y te hace sangrar con la originalidad de un narrador de escalofrío. He intentado acercarme a lo que algunos llaman literatura ligera, a esos autores denostados por los críticos y seguidos masivamente por los lectores, y no puedo con ellos. No me dicen nada, me entretienen durante un rato, como lo puede hacer un partido de la Eurocopa, pero luego me enfadan porque me da la impresión de que me están estafando, de que quien ha construido esas historias de efectismos y misterios pueriles, no es escritor, sino medio centro. Solo te intriga el resultado final. No, Alex Michaelides no me roza ni la epidermis, mientras que la Meruane me arranca las vísceras a dentelladas. No puede ser lo mismo. No. Aunque los dos libros vengan encuadernados de la misma forma. Uno es un balón de fútbol; el otro, el bálsamo de Fierabrás, y aquí enlazo con Cervantes. Lo de Lope ya lo contaré otro día.
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lunes, 17 de junio de 2024
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