Todo es natural, todo cadencioso, con un ritmo perfecto, sin estridencias, con el aroma del mejor cine clásico. Todo fluye con naturalidad, con dolor, con sufrimiento, con la alegría de vivir, con el engaño de vivir. Todo es cine, todo es vida. El protagonista no usa un gesto de más, renueva la pantalla cada vez que aparece, la hace sangrar de nostalgia, de contención a punto de desbordarse. El cine clásico ha vuelto, y de qué manera. No puedo achacarlo a nada en concreto, al tremendo trabajo de los actores, a la sinfonía precisa de las imágenes, al robusto argumento, al poder incuestionable de la imagen cuidada, a la credibilidad terrible de la historia, al buen gusto; no sé, es algo que va más allá de todo esto, más allá de la perfección, más allá de lo plausible. El arte, cuando se trata de cine, es como la música, penetra en el espectador hasta llevarlo al regazo de las emociones para conmoverlo, sin que sepamos exactamente por qué, para abofetearlo, para sacarlo de sí mismo, para confundirlo con la humanidad toda. Una experiencia maravillosa, Living, no cabe decir nada más, ni nada menos.
Secciones
Degollación de la rosa
(636)
Artículos
(447)
Crónicas desde la "indocencia"
(159)
Literatura Universal
(153)
Bachillerato
(130)
Eva
(84)
Libros
(63)
El Gambitero
(32)
Criaturas del Piripao
(27)
Torrente maldito
(27)
Te negarán la luz
(22)
Bilis
(19)
Fotomatón
(19)
La muerte en bermudas
(18)
Las mil y una noches
(15)
Sintaxis
(13)
El teatro
(12)
XXI
(6)
Reliquias paganas
(3)
Farsa y salvas del Rey Campechano
(2)
Caballero Reynaldo
(1)
lunes, 13 de marzo de 2023
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario