Hoy he comido mal, sin embargo me alegro. He comido mal porque la directora del instituto de Minglanilla me ha comunicado una noticia que me ha colmado de emoción y me ha desgarrado. Los compañeros de Eva, a propuesta de su equipo directivo (Virginia, Inda e Isabel), han decidido poner un nuevo nombre al centro: IES EVA ESCRIBANO. No hay homenaje mayor que este para una maestra. Sus compañeros, los representantes de alumnos y padres han decidido conceder un reconocimiento magnífico a quien entregó gran parte de su vida a la enseñanza. La tragedia del cáncer se la llevó en un suspiro y nos dejó a todos los que la queríamos desconcertados, sin norte; sin embargo, gracias a la comunidad educativa su nombre va a presidir el lugar de sus amores: la escuela.
No encuentro mejor gratificación que quienes trabajaron contigo crean que mereces llevar el nombre del centro donde enseñaste, donde ellos conviven día a día y se desesperan y ríen y se envuelven con los alumnos en una tarea tan menospreciada como decisiva. Ser maestra era tu pasión, tu vida, tu dedicación continua. Llevabas más de treinta años con los chicos y pocas veces desfallecías. No estoy escribiendo un panegírico, estoy reflejando la realidad de lo que yo veía en casa y de lo que tú me contabas cuando salías del aula. Escrupulosa, vigilante, dedicada, entregada, amorosa, recta, laboriosa, solidaria... No voy a cargarte de más adjetivos porque parecen fabricados por tu ausencia y no es así. Te puedo asegurar que he visto a pocas maestras con tu denuedo por la profesión, muy pocas. El reconocimiento de tus propios compañeros así lo ratifica, es un galardón que ningún vate provenzal podría igualar. Eva, eras maestra y lo serás siempre, porque tu nombre es el pórtico de un centro educativo que te ha reconocido como paradigma. Gracias infinitas.
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