Celebro el poemario de José Corredor-Matheos, que me regaló el amigo Matías. Palabras que reconfortan, que te reconcilian con la vida y con la poesía. Palabras desnudas, esenciales, primigenias, que muestran un panteísmo sencillo, sin aspavientos, pleno de intensidad y misticismo:
El caminante espera
que, algún día,
por sorpresa,
el camino
se abra
para él.
Palabra madura y sosegada que, a pesar de no esconder a la muerte, canta esperanzada:
Luz de un relámpago.
En plena oscuridad
no hay engaño.
Y esos versos que parecen escritos para ti, para tu desazón, te arrullan y consuelan como una manta en invierno:
...El otoño otra vez,
con una sensación
de que la vida empieza cuando acaba.
No conocía a este poeta, grande solo por este libro. Al borde se titula el poemario. Leedlo despaciosamente, con sosiego. Y si por desgracia tenéis dañada el alma (quién no la tiene) os aseguro que os servirá de bálsamo, de letuario, de árnica, de todos los sinónimos que se le puedan buscar a las palabras sanadoras. Gracias, Matías. Gracias, José Corredor-Matheos. Una suerte entrar en centros de salud donde sí hay médicos.
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