martes, 10 de diciembre de 2019

La alacena

Entro en la alacena:
sobre tablas y mugre
una sombra de mí,
suspiros de almendra,
paliduz
y un tebeo de Agamenón. 
Hedor de infancias,
soledades
en bici Abelux, 
orines e inocencia.
Entro en la alacena:
mocos, legañas 
y jerséis de lana,
pantalones cortos,
la raya al lado,
trazada con Nenuco
y un poco de saliva.
Entro en la alacena:
la vieja Julieta 
con cuarenta niños,
caligrafías, burlas
y sangre en las rodillas.
Detrás de los plumieres de madera, 
un tullido muerde un lapicero,
lagartijas, ranas
y crueldades de sicario.
Entro y veo
el color sepia del río,
chopos como leyendas.
Piso un avispero
y reímos, bárbaros,
con el dolor del débil.
Partidos de fútbol 
sin reglas y con puños,
camisetas sin marca,
llagas sin porterías.
Miedo al otro,
miedo a mí mismo,
miedo al padre,
miedo a la calle,
miedo al colegio,
miedo a la noche,
refugio bajo la cama.
Infancia de mierda
con bocadillos nocturnos
y carros de roces,
cine los domingos
y braguero en verano.
Las tripas no querían
esperar en la barriga.
Demasiados caramelos 
de nata
y papillas de "Maizena".
La televisión y una jeringa
metálica que aún huele
y duele.
Miedo a la practicante,
al eclipse de sol
y a Matamala.
Miedo a despertar
y a dormir
y a vivir.  
Es oscura la alacena.

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