El ejercicio de la escritura nos sustrae literalmente del tiempo. Ahora mismo estoy en el segundo examen de la mañana. No hay horas más largas para un profesor que las de un examen. Uno se pasea entre las mesas, se sienta, atiende alguna duda, vuelve a pasear, se vuelve a sentar, da un folio, mira por la ventana... y solo han pasado dos minutos. Los minutos, los segundos, se cargan de hierro y avanzan con mucha dificultad a través de un campo denso y lleno de barro. Estos interminables minutos, horas, se hacen todavía más pesadas cuando ves la cantidad de palabras que los alumnos estampan en los folios y que luego tendrás que leer y corregir. Así como las charlas en el bar derriten el tiempo como un soplete el hielo, la vigilancia de un examen supone desmenuzar con un destornillador un bloque de hormigón relleno de segundos.
Hay una solución, la escritura. Escribo este texto mientras los alumnos completan un examen de 2º de bachillerato. Una hora y media que se convertiría, sin este recurso, en una espera de aeropuerto. La verdad es que también podría mirar páginas en internet, pero no es lo mismo. Escribir te da más, te ofrece la posibilidad de vivir una experiencia metaexamen. Quiero decir que, a la vez que escribo, me levanto para dar un folio, atiendo una consulta o aviso sobre el tiempo que les queda; que, todo ese proceso lo voy recogiendo en esta página y, luego, en el futuro, podré revivir esta circunstancia. ¿Y para qué quiero revivir un momento que se hace interminable y en el que no ocurre nada? Bueno, para recordar el proceso de la escritura misma, es decir, para vivir una experiencia metaliteraria.
En fin, creo que no es de razón poner tres exámenes el mismo día porque corres el riesgo de decir todas estas imbecilidades que estoy diciendo. Ese sí es un razonamiento acertado. La escritura sí nos sustrae del tiempo, pero este no es su valor más importante, como tampoco lo es el que sirva de entretenimiento para salvar el hormigón de un examen. No. O sí.
Me piden otro folio y otro. Y una consulta y otra. Se acerca el final, pero me queda un último examen. Uno en el que el rey Lear es de nuevo protagonista y su bufón también. Ahora les dices a ellos, si te parece, que la escritura nos sustrae del tiempo. Se van los chicos de 2º, "has conseguido que odie a Valle-Inclán". Con los exámenes se consigue esto, odios irreconciliables contra aquellos que hacían de la escritura su refugio para sustraerse del tiempo y conseguir la inmortalidad de la posteridad. Entran los que van a odiar a Shakespeare durante una hora. Esperemos que no sean rencorosos.
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