martes, 7 de agosto de 2018

"Solenoide" de Mircea Cartarescu


La novela de Cartarescu es un relato singular, con demasiadas pretensiones. El interés del lector asciende en ocasiones hasta los límites que suele ofrecer la mejor narrativa y cae en otras en la abulia de la absoluta desatención. No es una obra difícil, tampoco un elaborado mecanismo metaliterario, ni un experimento lingüístico, nada de eso. Bebe directamente de la prosa de Proust, eso sí, y se enreda en una trama fantástica que une con los sueños del protagonista, un profesor y escritor frustrado. Desentraña con detalle la ciudad de Bucarest, la convierte en mitología literaria y la integra con el decadente intelectual que nos sirve de narrador. La prosa es brillante, siempre, incluso en esos fragmentos en los que uno se despega de la trama y del discurso del personaje. Quizá el deseo demasiado ambicioso de abrazar la fantasía, la realidad, los sueños, la introspección psicológica y la metaliteratura malogre en parte la intención del autor, pero Solenoide se lee con la esperanza de recalar en fascinantes remansos literarios como los que siguen, casi todos ellos relacionados con las reflexiones sobre la actividad del protagonista, profesor de enseñanzas medias:

La impresión de un profesor sobre su cometido: "Serás torturado durante una hora y luego escaparás. Durante una hora serás provocado, retado, burlado, por seres que, aunque te llegan al pecho, son demasiados y atacan en oleadas. No puedes enfrentarte a ellos con la infinidad de tus conocimientos sobre el mundo. Tu mundo no es el suyo. Tu autoridad cesa en la puerta de la clase, donde comienza la suya."

Los libros: "Cada libro era una ranura por la que veía el interior del cráneo de un hombre."

El juicio de los exámenes: "Qué fuera de lugar estoy yo, situado por encima de ellos y obligado a juzgarlos, como un dios ridículo, con mi obscena pluma de tinta roja."

Las salas de profesores: "El paso de los años uniformiza a los que comparten una sala de profesores hasta que todos llegan a parecer polillas secas en un viejo insectario."

Cuestionamiento de la educación: "¿Por qué había que domesticarlos durante años y años, para transformarlos finalmente en seres como nosotros? ¿Solo para no ser devorados por ellos?"

Métodos de enseñanza: "La loca de Agripina, a la que los críos temían casi tanto como a Gionea, utiliza un único método para enseñar literatura: les dicta a los chavales comentarios literarios de diez o doce páginas y después les obliga a aprendérselos de memoria palabra por palabra. Pobres de aquellos que no los recitaran como papagayos cuando les tomaba la lección: les llovían cuadernos a la cabeza, les arrancaba las patillas y el sello les dejaba unos moretones como manzanas."

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