1. Vota a tu pueblo como el más bonito de España y alardea de él en cualquier ocasión (aunque el monumento más importante sea el lavadero municipal).
2. Súmate a cualquier tipo de promoción de empresas y fiestas multitudinarias, aunque seas misántropo y anticapitalista.
3. Colabora activamente con asociaciones de amas de casa, de vecinos, con la de ganaderos, con las "ampas", con el equipo de fútbol, con el de petanca, con el de ping-pong, con el de mus... Y compra lotería de todas ellas.
4. Reniega de la ciudad vecina: echa pestes de sus fiestas, de sus monumentos; ridiculiza la fealdad de su reina y menosprecia a su equipo de fútbol.
5. No te dediques a oficios marginales: prostitución, traficante, profesor de secundaria, esquilador, mendigo, poeta (solo como afición para escribir loas a las damas y a la Virgen)...
6. Ensalza sus fiestas y a su patrona con expresiones como las siguientes: "Es lo más grande del mundo...", "esto solo lo podemos sentir nosotros...", "el que no es de aquí no lo puede comprender...", "es algo que sale de las entrañas..."
7. Apoya siempre y en todo momento a tus convencinos en cualquier carrera literaria, artística, deportiva o televisiva; aunque no hayas leído un libro en tu vida, no hayas ido nunca a un museo o te parezca un bodrio lo que hacen.
8. Muéstrate siempre activo y beligerante en favor de tu ciudad (sea la circunstancia que sea) en los grupos llamados "Tú no eres de...si no..." (Que no te importen la coherencia de lo que escribes o las faltas de ortografía, lo importante es la actitud).
9. Saluda a tus convecinos en el extranjero cuando coincidas con ellos, aunque ni siquiera los mires en tu ciudad.
10. Si te entrevista algún medio de comunicación, habla mucho de tu ciudad y de tu amor por ella (la sinceridad no es necesaria).
11. Y, si a pesar de todo esto, no te han elegido hijo predilecto, venera siempre y en cualquier lugar a tu patrón o patrona, métete a obispo o a arzobispo (no estamos en Europa, donde a la superstición religiosa se le puso coto en el siglo XVIII). Adora al ídolo comunal como si fueras miembro de una comunidad medieval poco ilustrada, presume de ello y ataca con saña a cualquiera que se meta con tu icono. No te metas en política y reniega de todo aquel que hable en nombre de un partido o de una ideología. Que tus únicos estandartes sean la patrona de la ciudad y el respaldo incondicional a las tradiciones.
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