Queridos nazis gramaticales, cansado como estoy de ver pasar las
maravillas de la vida real entre neologismos absurdos y polémicas tildes, me he
decidido a abandonar las armas para hablar de amor. Sí, se me antoja necesario
que empecemos a tomar contacto con él si no queremos perecer entre tanta guerra
lingüística. Por eso, para favorecer nuestra interacción con el mundo amatorio,
he preparado algunas etimologías que nos pueden servir para defendernos durante
el noble arte del cortejo. Antes de nada, animales lingüísticos, dejadme que
explique que no siempre están claramente definidas las fronteras etimológicas y
que, lo que este estudio cita como blanco, aquel lo cita como negro y
viceversa. Dicho esto, acicalémonos. Vistamos nuestras mejores galas. Olvidemos
las hostias que nos atizamos a diario por tal o cual movimiento sintáctico.
Mirémonos al espejo antes de lanzarnos a la calle. La noche es joven.
Palabra
Aunque más tarde deberá dar paso a los hechos, lo cierto es que
toda noche de pasión debe comenzar con un buen manejo de la palabra. Esta voz
latina viene del griego «parabola», formado por «para» (al margen) y «bole»
(lanzar). Por tanto, el término «palabra» expresa la idea de «lanzar una idea
al margen de», es decir, «comparar». Por tanto, es indispensable una buena
comparación para no dar al traste con nuestras aspiraciones.
Cerveza
Este término siempre nos interesa si de soltar la lengua se trata.
El origen etimológico de «cerveza» no está tan claro. Al parecer, la forma nos
llega de algún étimo celta, pero me gusta creer que pueda referirse al conjunto
latino Ceres-Vis (fuerza de Ceres, diosa de la agricultura). Como curiosidad
podemos completar este apartado explicando el porqué de la diferencia entre las
voces hispánicas (cerveza, cerveja o cervesa) y las del resto de Europa (bière en
francés, beer en inglés, birra en italiano). Este motivo no
es otro que la aceptación europea del verbo germánico «bier» (beber).
Despampanante
Ya con la fuerza de Ceres fluyendo por nuestras venas, llega la
hora del contacto entre los futuros amantes. En toda noche de pasión, el
primero de los contactos ha de ser visual. Este suele ir acompañado de un
agradable sentimiento de aceptación. A veces, esa aceptación resulta
desbordante y así aparece ante nosotros el término «despampanante», que nos
llega del latín «des» (sin) y «pampinus» (vid, parra). Este origen tiene que
ver con el sentimiento, también desbordante, de aceptación que Adán y Eva
sintieron al observarse mutuamente sin la hoja que cubría sus partes pudendas.
Emoción
El siguiente paso consiste en moverse. Sí, por mucho que nos
cueste, al movernos probablemente despertemos cierta «emoción» en la pareja,
pues ambos conceptos están íntimamente ligados etimológicamente. Y es que
«emoción» nos llega del latín «emotio», derivado del verbo «emovere». Esta
forma se compone del prefijo «e» (desde) y «movere» (mover). Por tanto, emoción
define el concepto «mover de un sitio», que yo traduzco por «salirse de lo
común». Si despiertas este sentimiento en tu acompañante, tenemos mucho camino
recorrido.
Erotismo
En este arduo trabajo, el «erotismo» desempeña un papel
fundamental, ya que está relacionado directamente con el dios Eros, que al
igual que el término «eros» son utilizados por los griegos para referirse a la
pasión. Así, la «erótica» nos llega del griego eros (pasión) e «ika»
(relacionado con).
Deseo
El último paso que habremos de dar antes de llevar la nave a buen
puerto consiste en tratar de conseguir que surja el deseo en tu acompañante. El
término «deseo» nos llega desde la forma latina «desiderare», que se compone
del prefijo «de» (dejar) y del verbo «siderare», que puede traducirse por «ver
las estrellas». Por tanto, si «desiderare» quiere decir «dejar de ver las
estrellas», el «deseo» define el sentimiento que esta ausencia produce en el
hablante.
Alojamiento
Si has llegado hasta aquí, enhorabuena: el experimento ha dado
resultado. El siguiente paso será buscar alojamiento. Como curiosidad, debemos
apuntar que «alojar» viene del latín «laubia» (cobijo), que a su vez deriva del
protogermánico «laubas» (hoja).
Vagina
Demos paso a la etimología necesaria para analizar el fruto del
amor. Empecemos con los órganos sexuales. La «vagina» parece que procede del
latín y define el concepto utilizado para referirse a la «vaina» en la que el
caballero introducía su espada. Esta forma metafórica fue ganándole terreno al
también latino «vulva», que definía al órgano femenino de manera literal.
Falo
El órgano masculino no goza de la elegancia de su equivalente
femenino. El término «falo» parece que puede derivar del hongo «phallus
impudicus», que significa algo así como «falo oloroso» y que, como no podía ser
de otra forma, es famoso por despedir un olor repugnante. Sobra decir que este
hongo tiene forma de pene.
Estrógenos
En el caso de contar con un miembro femenino en esta relación,
sería bueno que fluyeran los estrógenos por algún lado. El término «estrógeno»
aparece gracias al latino «estrus», y este a su vez gracias al griego
«oistros», que era el encargado de ponerle letra al «picor producido por un
mosquito o tábano». Muy descriptivo todo.
Joder
Hemos llegado al punto culminante. «Joder», que a menudo se asocia
con el acto sexual, deriva del latín «futuere» (golpear). Parece ser que los
latinos «futuere» y «battuere» podrían haber nacido gracias al celta
«bactuere», que significa «agujerear». Que con el paso de los años hemos
perdido el poder metonímico de nuestros antepasados, parece claro.
Eyacular
Estamos llegando al final. Si el proceso termina con buena nota,
es probable que también aparezca el término «eyacular». Este viene del latín
«iaculum» (dardo) que se forma con el verbo «iacere» (lanzar) y el instrumental
«culum». Por tanto, «iaculari» vendría a significar «lanzar un dardo».
Recordar
Dejamos para la última estación al más poético de los verbos. Si
los participantes han quedado satisfechos, convendría que utilizaran el verbo
«recordar», que deriva de la forma latina «recordari». Esta se compone del
prefijo «re» (de nuevo) y el núcleo «cordis» (corazón). Por tanto, «recordar»
podríamos traducirlo por «volver a pasar por el corazón».
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