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jueves, 31 de julio de 2014
"Dan Brown con paperas": Segundo episodio ("El Fiat Cinquecento del comisario Balbino")
El Fiat Cinquecento del comisario Balbino no le tenía nada que envidiar al coche fantástico de Michael Knight. A pesar de haber atropellado a dos alemanes de gran peso en el último mes, su chapa apenas presentaba deterioro. Besaba sus llantas de perfil bajo antes de arrancarlo, lo lavaba todas las mañanas y cada dos días le daba un abrillantador especial con cuyo lustre causaba sensación por las calles de Roma. Los tres turistas bajaron del coche casi sin respiración, poco acostumbrados al ambientador de jazmín negro y peperoni.
Se alojaron en una pensión próxima al Vaticano, después de cenar en el restaurante Palazzeto, propiedad del hermano de Balbino. Después de unos ravioli (con mucho ajo) y de las llamadas pertinentes para avisar a sus familiares, el finlandés, el malayo y la española, aceptaron de buen grado la colaboración.con el especialista en crímenes vaticanos.
Cayó una tormenta veraniega sobre la ciudad papal, presagio, según Balbino, de que algo importante estaba ocurriendo en la ciudad. El último lugar que habían visitado, la iglesia de Santa Mª la Mayor, no había aportado gran cosa a la investigación. Los mendigos e inmigrantes a los que interrogó Balbino no le supieron decir si algún miembro de la mafia calabresa había pasado por el templo, Eso sí, le pidieron encarecidamente que mandara quitar las vallas que rodean la escalinata de la catedral para poder pasar la tarde en ella y así dejarían libres las aceras de la plaza. También lo invitaron a un trago de vino de brick que el comisario aceptó, poco escrupuloso.
Por la mañana seguía lloviendo. Tuvieron que agenciarse unos impermeables de plástico que les daban el aire de una brigada del espacio. Muchos deambulaban por la plaza de San Pedro ataviados con chubasqueros similares, pero el comisario había tenido la perspicaia de comprarlos de color amarillo y con el escudo vaticano en el pecho y en la espalda, lo que permitía reconocer a sus colaboradores a la legua.
Balbino había concertado una cita con el secretario del papa, pero antes quería echar un vistazo a los Museos Vaticanos. Esperaba encontrar allí la tercera pista. Se pasearon en fila de a tres todos los pasillos que conducen a la Capilla Sixtina. La cara bovina que se les quedó a los cuatro les transformó el rostro y les costó reaccionar al vapuleo a que los sometieron los aguerridos visitantes de los museos. Incluso Balbino, más acostumbrado a la idiotizante tarea de alternar con el turismo de grupos, se vio afectado, balaba al querer hablar y por poco no consigue ver a tres personajes que aparecieron en la Capilla Sictina con unos gorros que parecían de waterpolo. Tenían permiso para entrar así pues se suponía que llevaban unos electrodos en la cabeza y en los dedos para captar imágenes y movimientos. Al parecer solo era una manera de filmar para la Televisión Vaticana con las últimas tecnologías la obra de Miguel Ángel, sin embargo uno de ellos no había trabajado nunca en la televisión. Cuando salían de la sala, Balbino se dio cuenta de que el del gorro amarillo tenía la misma nariz que el jefe de la mafia calabresa, Carmelo Gallico. No pudo abordarlo, una masa de japoneses, encabezados por una guía que pinchaba un girasol gigante en una antena, se lo impidió. El grupo de turistas era tan compacto que no dejaban una fisura, ni siquiera para la penetración desesperada de un carabinieri experimentado.Además, ya no llegaban puntuales a la cita con el secretario del papa.
Recogió Balbino los restos de la chica de 14 años, quien pronunciaba palabras sueltas en diferentes idiomas sin ninguna coherencia, y al neozelandés y al malayo, afectados por el llamado mal de Benidorm, Habían comprado cada uno de los accesorios que les había ofrecido un vendedor ambulante pakistaní: luciérnagas de silicona, gafas con luz, sombreros de proxeneta, punteros láser y mecheros en forma de váter.Tuvo que pedirles a dos compañeros suyos, que se estaban besando tras la celosía de la capilla, que los llevaran al hotel. Ya no servían para la misión... CONTINUARÁ.
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