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lunes, 15 de abril de 2013
"En la ciudad de Ursus" (crónica de un viaje por Rumanía): V jornada "Ínsula y el arte eterno"
Las nubes seguían allí, enladrillando el cielo de Cluj-Napoca, la ciudad romana-rumana que no permitía al sol alumbrar sus calles. De nuevo en la escuela de arte Romulus Ladea, pero esta vez con nuevos roles: participaríamos como alumnos en los talleres de arte que allí se imparten. Pintura artística, pintura de máscaras, escultura, pintura de manos, cerámica, fotografía, taller textil..., el día prometía sumergirnos en una nueva dimensión. Situarnos en el lugar de los alumnos y experimentar la ilusión de que se nos mostraran enseñanzas que algunos abandonamos en la primitiva EGB, nos dibujó una cara adolescente que ya no recordábamos. Pintamos en acuarela la plaza de San Clemente, decoramos máscaras de carnaval con las trazas expresionistas de un artista de vanguardia, nos untamos las manos en pintura para estampar nuestra personalidad y la "apostolina" (otra vez estos femeninos forzados a los que nos conduce la Iglesia) Mª Luisa elabora un tapiz de lana virgen que podría pasar por un posavasos para gigantes delicados. La experiencia artística nos anima, saca de nosotros monstruos escondidos y nos lleva a la próxima estación: el Casino y la exposición de pintura en la que alumnos rumanos han mostrado sus impresiones sobre los paisajes de España, Italia y Turquía. El jardín que rodea al Casino impresiona por su soledad y su cuidado. En el interior del edificio unas chicas ligeras de ropa (¡qué frío!) posan para los fotógrafos. Alejandro confunde los términos y se fotografía con ellas deslumbrado por su desnudez y arrinconando las pinturas. Descubrimos la primavera de los almendros de la Torre Vieja en uno de los cuadros que contrasta con el invierno prolongado que se vive en las calles de la ciudad rumana.
Por la tarde una representación teatral en el "Teatrul" de la ciudad. El edificio es una joya por fuera y por dentro. Su interior nos traslada a los mejores tiempos del teatro del siglo XIX, cuando el público iba más a contemplar al vecino de localidad que al propio espectáculo. Desde nuestro palco, antes de que comience la representación, podemos hacer un barrido de los asistentes. No queda un asiento libre, las butacas de terciopelo rojo y madera vieja nos muestran a nuestros compañeros de viaje y a mucha más gente a la que podemos revisar de arriba abajo como hacían con sus prismáticos los espectadores de otro tiempo. La situación en cualquiera de los palcos es estratégica, permite la supervisión completa de nuestros compañeros de viaje, porque se muestra el teatro como un tren de vagones abiertos en los que los viajeros nos embarcaremos en la aventura de la palabra y el chisme. Antes de partir unas palabra gruesas del apóstol Pedro con una aposentadora recién salida de la mejor tradición de las institutrices alemanas de pura cepa.
La obra, "Ínsula", una especie de ópera bufa en la que el absurdo se nutre de las buenas voces de los actores y la incoherencia cómica de la trama.
Por la noche, de nuevo a la Biblioteca, la avidez insana por la cultura nos está matando.
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El episodio del apóstol Pedro con la acomodadora fue mítico. ¡Qué pena que no podíamos hacer fotos!
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