miércoles, 26 de julio de 2023

La gente con libretillas

 Caigo en el café "El Minuto" de Valladolid. Caigo y escribo una novela rápida, no, no un relato corto, sino una novela rápida en la que el protagonista se emborracha con el primer güisqui, mata al imbécil que tiene al lado, un tipo repelente con una libretilla como la mía, lo degüella y escapa sin apercibirse de que la policía municipal está en la puerta. ¡Qué ocasión, un asesinato! Eres un desgraciado, Pepe, no tienes ni siquiera la posibilidad de la huida. Te detiene una agente gordita a la que has atropellado en tu salida, también atropellada, En el juicio nada que alegar. En la cárcel, tampoco, te suicidas con la correa de un compañero. Una novela corta, sí. Aquí, el que más y el que menos te escribe una novela en un minuto (díselo a Máximo Huerta). Por cierto, no me caben descripciones, pero aquí las mesas sí que pueden ser lápidas, voy a palparlas antes de matar al hípster que ha aparecido antes (esto es un salto temporal, ¿os habéis dado cuenta, no?), no se puede pedir más en una novela de un minuto. Y del güisqui también respondo, los vinos no los reconozco, pero los güisquis añejos, sí. Por cierto, el único auténtico aquí es el dueño. Un mulato de ojos verdes que está hasta los cojones de la gente con libretillas. 

jueves, 20 de julio de 2023

Cafeterías




 

Las cafeterías de siempre, esos lugares de encuentro, de investigación antropológica, de fauna ibérica. Dos señoras mayores que apenas pueden andar se piden unos anisetes, un matrimonio joven discute sobre los hijos, un señor calvo se rasca con mucha fruición los bajos antes de sentarse (¿ladillas?), chicos con coleta muy modernos piden tostas de quinoa, unas adolescentes se emocionan con los "Frappelatte", tres señores con bermudas se pelean por pagar, un mendigo (en la puerta) pide la voluntad con un vaso de cartón (¿dónde habrá dormido?). Se me acaba la cerveza y el calor sigue apretando. La Delegación de Hacienda no para de recibir gente. Los veo a través de la cristalera de la cafetería, una pecera en la que nadamos frescos mientras esperamos que nos vuelquen el plancton. No, seguramente, las mesas de esta cafetería no son lápidas del cementerio, ni siquiera parecen de mármol verdadero. También una mujer regenta el café como en La colmena, pero no es doña Rosa (supongo). Trata a los clientes con amabilidad, a pesar de que les pidan té con leche, y a las empleadas las dirige con mucho mimo. No, no es doña Rosa, no muda la piel como los lagartos. Los tiempos han cambiado mucho. 

La gente habla y habla y habla, como cuando cae el orvallo en Galicia (ojalá cayera aquí). Como no llueve, se pega la hebra sin ningún rubor ni contención. Solo calla ahora el matrimonio joven. No ven claro haberse casado el uno con el otro. No están cómodos. Las vacaciones se harán demasiado largas. "Y esto acaba de empezar", "con lo a gusto que estaba yo en la churrería", "con lo tranquilo que estaría ahora en la carpa del circo", "quién me mandaría a mí" (esto son monólogos interiores, que de todo tiene que poner uno en las narraciones). Dos chicas jóvenes con el pelo muy corto observan al matrimonio, parece que con envidia. No conocen su mal rollo. Yo sí. Que quién me lo ha dicho. A usted qué le importa. El calvo se vuelve a rascar. Si se hubiera conformado con el porno del móvil, pero no. "¡Joder, qué molesto!" (otra vez). Las chicas del pelo corto lucen bermudas también, nada que ver con las que pasean los hombres que se pelean por la cuenta. Piernas musculadas, bronceadas, gemelos tatuados. Cuando salgan de aquí, irán a la playa de Campello a completar su moreno de cabina. Antes pasarán por una panadería para comprar bollitos de fresa (Que por qué sé yo lo que harán una hora después, a usted eso tampoco le importa). Ellas se lo pueden permitir, lucen un vientre liso y firme como las lápidas del cementerio.     

Desayuno moderno

Hoy he desayunado moderno del "to": tosta de aguacate con huevo poché, batido de kiwi, leche de coco y un montón de mierdas más. Espero la reacción en breve. No sé si me saldrá barba de hípster, si me hará reacción la rúcula o si a la salida del bar me compraré un patinete. Todo puede ser. En este tanteo constante de nuevas formas de vida, uno se ve abocado a hacer locuras como esta. Por cierto, si vas a un bar y no pides cerveza, ¿te cobran recargo? 

domingo, 16 de julio de 2023

El espectáculo y mi culo



 Esta mañana en un programa de radio, Juan Echanove hablaba de un asunto que ayer mismo me vino a la cabeza cuando estaba viendo el Tour. Al hilo del problema que suponen los móviles en un teatro o en un cine, comenta Echanove que tenemos un problema de perversión como espectadores. Ahora mismo, es más importante constatar nuestra presencia en un espectáculo, sea del tipo que sea, que la relevancia que pueda tener el espectáculo en cuestión. Es decir, nos importa mucho más consignar nuestra asistencia a un acontecimiento que el efecto estético o crítico o de entretenimiento que pueda causar en nosotros lo que estamos contemplando, de ahí la obsesión por los selfies, las fotografías y los registros en las redes sociales. Hay mucha gente que prefiere ver un concierto de música a través del móvil, por la necesidad obsesiva de grabar su presencia en él, que disfrutar de veras del directo. Por eso ayer y desde hace un tiempo, en las etapas de montaña de las vueltas ciclistas importantes, aparecen esos energúmenos corriendo con los pantalones abajo junto al ciclista extenuado, a riesgo de tirarlo. No importa el esfuerzo del deportista ni la belleza de la competición, lo que nos obsesiona es mostrar nuestras nalgas a los televidentes que en ese momento están al otro lado de la pantalla. Dejar constancia, al precio que sea, de nuestra presencia en el evento. Nuestro culo es mucho más importante que cualquier manifestación deportiva y mucho más, por supuesto, que cualquier espectáculo artístico.  

sábado, 15 de julio de 2023

Secáronme los pesares


 

Sobre el escenario, Molière, su vida, sus obras, Vive Moliére, una farsa divertidísima y didáctica que he visto la friolera de tres veces (en la última me he reído tanto como en la primera). El Palacio de los Oviedo en Almagro abre sus cielorraso a las estrellas y al vuelo de los murciélagos. Molière muere en lo alto de un tobogán, no durante la representación de El enfermo imaginario. Muere y la diosa Fama se lo lleva consigo al Parnaso. Ojalá todas las muertes se presentaran así, con este ritmo de comedia alocada, chocarrera, musical.

Llevo veinticinco años asistiendo al Festival de Teatro Clásico de Almagro. Perdón, llevamos. Es un ritual, una costumbre sana, un retiro espiritual que alivia y cauteriza las heridas abiertas por la jauría adolescente. Eva también ha venido, como siempre, como todos los años, me lo acaba de decir Molière desde lo alto del tobogán. Las Jornadas de Teatro Clásico son aún más antiguas que el propio festival y ayudan a complementar estos días de comedia. La primera sesión ha resultado intensísima. Las directoras de las mejores compañías teatrales de España desgranan sus ideas y experiencias sobre la dificultad de acercar los textos renacentistas y barrocos. Ana Zamora, Laila Ripoll, Helena Pimenta, mujeres que han resucitado a Juan del Encina, a Lope de Rueda, a Gil Vicente, a Lope, a Calderón y tantos otros. Nos desmenuzan obras que Eva y yo vimos en Almagro y Madrid hace años. Es emocionante revivir con sus creadoras las puestas en escena que luego comentábamos a la luz de un gintónic en la plaza de los Fúcares, envueltos entre calima y galerías. Eva me llegó a confesar que del único teatro que disfrutaba de veras era del clásico, no sabía por qué. El veneno del verso (del que tanto hablan las directoras) se había adueñado de nuestra estética dramática. El teatro contemporáneo nos parecía otra cosa, otro tipo de espectáculo. Los enredos amorosos de Lope, la capa y la espada, nos infectaron de un virus de más larga duración que el COVID.

Por la tarde, en el corral de comedias, Ana Zamora, directora de la compañía Nao d´amores, rinde homenaje a su experta musical Alicia Lázaro, muerta en 2021. Un concierto delicioso de música renacentista del que Ana nos relata su historia, sus entresijos. Alicia, como Eva, como Molière, tampoco ha muerto. En los acordes del concierto está su vida, como en las palabras de Harpagón está Jean Baptiste, como en el runrún de los alumnos está Eva, más allá del tiempo y del espacio. Ana Zamora, magnífica, entusiasmada, pone en boca de un personaje renacentista esta copla, "Secáronme los pesares". Podría decirlo Eva en lo alto del tobogán de la Fama mientras Molière la requiebra y Lope la enamora con versos naturales de amor contrariado. 

martes, 11 de julio de 2023

La soledad de Montaigne



En todo el día solo he hablado con una persona, la camarera de un bar que suelo frecuentar. "Una caña", le he dicho, y también "cóbrate". Hasta aquí mi jornada de socialización. Después de dedicar el curso entero a la perorata (casi a la verborrea) viene bien el respiro de días así; aunque echo de menos en seguida la afición por pegar la hebra. Este silencio lo compenso escribiendo y leyendo. Converso con las voces de los muertos (creo que decía Quevedo) y oigo mi propia voz interior (un tanto muerta también). Con la edad, estaba llegando a la convicción de que la soledad era un estado ideal para la creación literaria, estaba convencido de que necesitaba a muy poca gente (cada vez menos) para urdir una jornada medianamente agradable. Tras la muerte de Eva, esta convicción se tambaleó y de qué manera. Busqué la ciudad, busque a la gente, busqué todo tipo de actividades sociales porque en cuanto me quedaba solo en casa me derrumbaba. Poco a poco voy reconquistando ese espacio que a la vez gané y perdí, ese espacio de la soledad reconfortante, reflexiva, creativa, ese "dolce far niente" que parece prohibido en la sociedad moderna. Nada mejor que las vacaciones para ahondar en esa reconquista. 

El problema es que el verano es implacable, inhabitable casi en todas partes. Julio me resulta odioso por muchas cosas (no solo por las bermudas), ahora más que nunca. Parece como si el clima se aliara con los recuerdos terribles y arremetiera contra las reconstrucciones de la voluntad, contra los paseantes, contra los diletantes, contra los vagabundos... Quien cree en la filosofía peripatética lo tiene más complicado en verano; sin embargo, esta mañana he encontrado un antídoto contra la imposibilidad de pasear, contra la ansiedad de no parar, de viajar, de participar en todo tipo de actividades, esta mañana me he reencontrado con Montaigne. No soy una planta, no necesito que me hablen para crecer, pero casi.  

lunes, 10 de julio de 2023

Heraclio Fournier


 

Heraclio Fournier era un visionario y nosotros hemos dedicado la mañana a conocer su vida y milagros. Son esos espacios del viajero que hay que completar entre taberna comida y taberna. Y a fe que nos hemos entretenido bastante. En un palacio rehabilitado del casco viejo se puede visitar en Vitoria el museo dedicado al más conocido fabricante de naipes de nuestro país. Hemos visto las cartas con las que Lope, Góngora, Cervantes y Quevedo se jugaban los reales; las planchas y tórculos (qué preciosa palabra) donde se estampaban los oros, los bastos, las copas y las espadas del Barroco. Hemos recordado la antigua estética de cada uno de los palos; las colecciones especiales; cartas inglesas, flamencas, italianas, francesas... Una mañana muy entretenida, pero en cuanto ha sonado el Ángelus hemos salido disparados hacia las tabernas de la almendra medieval. En Vitoria se desperezan despaciosamente. Las persianas no están del todo arriba a las doce de la mañana. Esperamos un poco y entramos en una tasca plenamente abertzale donde un muchacho a la voz de "¡Apa!" nos recibe no muy bien encarado (es la excepción de todos estos días). En la pared nos intriga un pedazo de fieltro donde se recoge la imagen de una mujer con burka y debajo la siguiente leyenda "La dignidad de la libertad". Yo no termino de entender el mensaje, Javi tampoco, y esto ya me intriga más. Por suerte, al salir ya se oye bullicio y las puertas de los antros están abiertos, las tortillas rellenas humean sobre la barra y los pintxos gotean una grasa muy apetitosa.

En el Teatro Antzokia la actuación de Samora Pinderhughes Quartet. Voces de allende los mares que mecen las viandas ingeridas con ritmos bamboleantes.  

domingo, 9 de julio de 2023

Vitoria en jazz



El País Vasco es un destino ideal para pasar unos días de verano. Me gusta el País Vasco, me gustan sus gentes y siempre que he venido he disfrutado como un salvaje de todo lo que se ofrece aquí. Hay tres cualidades que me excitan especialmente: su manera de cagarse en dios, tan intensa, tan sincera, tan potente; sus pintxos y su clima. Luego podríamos hablar de algunas otras, como el cuidado que ponen en la conservación de sus calles y sus edificios, el paisaje maravilloso que te sosiega el alma y la nobleza de sus gentes (como decía Sanchís Sinisterra en el Florido pensil). Por si fuera poco, estoy en Vitoria, una ciudad habilitada para peatones y ciclistas y no para los automóviles. Una ciudad donde se celebra, entre otros acontecimientos, un festival de jazz maravilloso. 

Hemos tenido la oportunidad de escuchar de momento a dos grupos que nos han levantado el ánimo, nos han revitalizado, a nosotros, viajeros maduros (por no decir viejos), a los que es difícil emocionar. Un pianista y una saxofonista americana nos han espabilado después de andar de cerveza en cerveza por las tabernas de la ciudad. Adrián Royo y Chelsea Carmichael se llaman. Nos han elevado el ánimo, nos han deslumbrado, nos han vuelto devotos del jazz moderno. Él, delicado, virtuoso; ella, potente, intensa, salvaje. Tras pasear por los parques de Vitoria y de comer en un caserón del siglo XV ("El Portalón") nada mejor que un espléndido achuchón estético de la mano de estos músicos jóvenes y animosos. Luego fuimos a Cuchillería a comprobar si don Celedón había llegado. Nos ha parecido verlo, sí. 

lunes, 26 de junio de 2023

Loa al amor femenino



Últimamente padecía de días negros y de otros más negros todavía, sin embargo, hoy no ha salido el sol por la cueva de Montesinos, como solía suceder, hoy unas compañeras se han acordado de mí, me han hecho padre en todos los sentidos, me agradecen "mi amistad", me dicen que les he dado "sabiduría y vida", me dicen que "las llenaba de alegría" y  no sabéis lo que reconfortan esas palabras en ánimos menguados. He recobrado la alegría de vivir con mis compañeras de departamento (Patri, Elena y Ani), con Elena y Merce y con un viaje a Portugal que se desarrolló de manera estrafalaria, divertida y explosiva (Nuria, Ana y Anaís). Qué casualidad que solo sean mujeres las que me han salvado de la incuria (me olvido de Javi, pero él sabe que es una mujer). Y hoy me he sentido especialmente querido, abrazado, vivo. Sobre todo, y esto es la causa fundamental de este panegírico, porque me han regalado una botella de Finca Terrerazo, licor de dioses. Nada ni nadie puede superar esta dádiva, solo el güisqui etiqueta negra que me regalaron las chicas de mi departamento o los vinos y tardes de cine, teatro y copas de Elena y Merce. Glorias alcohólicas, glorias absolutas al amor femenino. Javi, tú sabes que eres una mujer.   

domingo, 25 de junio de 2023

Solitarios

 Hoy he escuchado un programa de radio del genial Ortega dedicado a los solitarios. Tres especímenes de su ganadería le han explicado cómo combaten la soledad: la primera, una viuda a la que no visitan ni sus nietos, tomó la determinación de irse con su silla de tijera a casa de Jordi Hurtado y pasa allí todas las tardes, eso sí, sin molestar y sin ir al baño, la reconforta el "calor humano" de ese hogar; el segundo es un señor que se ha convencido de que su soledad es deseada y cómo lo consigue, pues muy fácil, se graba a sí mismo como si fuera un amigo y se invita a fiestas y encuentros que declina siempre; la tercera confiesa que de todos los que han llamado, ella es la que ha hecho la cosa más extraña para no sentirse sola, después de decirlo, el locutor se espanta de su decisión. 

Bueno, tras oírlos, llego a la conclusión de que, a pesar de sus extravagancias, yo también utilizo el recurso de la primera oyente: mis amigas Elena y Merce son para mí, mis Jordi Hurtado, he invadido su casa (aunque todavía no me llevo la silla de tijera) y a diferencia de la participante en el programa, sí utilizo su baño y sí participo en sus conversaciones. También hago uso del recurso del segundo oyente, me intento convencer a mí mismo de que he elegido yo la soledad. No me grabo, pero casi. Me convenzo de que no debo salir, de que tengo que escribir o leer o ver una serie, porque mi soledad es más fructífera que la compañía. Respecto a la tercera oyente, tampoco yo me atrevo apenas ni a nombrarlo. La tercera oyente ha decidido para aliviar su soledad, aunque parezca la mayor de las aberraciones, casarse, sí, nada más y nada menos. 

jueves, 8 de junio de 2023

Libros de texto



Los departamentos pedagógicos de nuestro centro (y supongo que los de toda España) han sido invadidos por los nuevos libros de texto. Las editoriales, desde hace unos meses, no paran de enviar muestras y más muestras de lo que se supone son nuevos materiales adaptados a la reciente ley educativa. Si tuviéramos que revisar todos los que han mandado, tendríamos que emplear un curso entero y, aun así, no creo que nos diera tiempo a analizarlos con solvencia. Además, los pocos que hemos ojeado, mantienen propuestas similares a las que llevamos viendo desde hace muchísimos años. La adaptación a la nueva ley es meramente terminológica, la estructura y el contenido de dichos textos son similares a los de hace más de quince años. Hoy acabamos de recibir uno que, según la comercial, ofrecía nuevas propuestas basadas en proyectos. De hecho, el libro se hace llamar "Situaciones". Esperábamos encontrar la panacea para aplicar de manera concreta esas famosas "situaciones de aprendizaje" en las que se basa la nueva ley; pero al abrirlo, ¡oh, sorpresa!, ni rastro de nuevas propuestas, ni de proyectos ni nada de nada. La misma estructura organizativa y teórica de siempre. 

Las editoriales están sin duda alarmadas porque cada vez se utilizan menos libros en las aulas y, ¡oh, casualidad!, desde hace unas semanas circula por la prensa un artículo en el que se habla de que Suecia ha abandonado el método de las pantallas para volver a los libros de texto (¿quién lo habrá patrocinado?). A mí no me importaría elegir un libro de texto si de veras fuera efectivo y útil, si propusiera actividades y proyectos innovadores e imaginativos, pero las editoriales dedican el gasto imaginativo exclusivamente en el marketing. En vez de innovar en la estructura y contenidos de dichos libros, mandan, entre paja artificial, regalitos como una brújula, una lupa o tizas de colores. Por favor, señores empresarios, si el fin es el de volver a la tradición podrían ser consecuentes y enviar como regalo una palmeta, una Enciclopedia Álvarez, una pluma de ganso y un crucifijo o si de verdad quieren sorprendernos y agradarnos, que manden un satisfayer o nos sufraguen un curso de digitilización.  

domingo, 4 de junio de 2023

Eva y Roma


 

Eva amaba Roma, con delirio. Su decadencia, sus ruinas, su pasado glorioso, el Panteón, el Trastévere, la plaza Navonna, no sé. Hoy he vuelto a ver Amarcord y, luego, 8 y medio, de Fellini. Yo aficioné a Eva a las películas de Fellini; bueno, yo no, Roma. Estoy convencido de que si ella hubiera conocido a un Marcello Mastroianni no habría desarrollado esa enfermedad desastrosa, obscena, inmisericorde. Ella podría haber sido Claudia Cardinale y llevarse a Marcello a su casa y dejarme a mí, que no le aportaba nada. Me lo dijo muchas veces: "Si Mastroianni fuera más joven y me echara los trastos, te dejaría", "harías muy bien", le decía yo. Me lo decía en broma, pero yo lo decía en serio. Ojalá Mastroianni se la hubiera llevado a los estudios de Cinecittá. Ahora estaría viva, recordando al viejo Marcello desde el centro del Foro y yo la visitaría, subiría a lo alto de la estructura que aparece en 8 y medio para abrazarla entre la niebla, como el abuelo de Amarcord. Roma es melancolía, nostalgia y ensoñación. Roma es Eva.

viernes, 2 de junio de 2023

Diarios de Albacete (4)


 

En mitad de la zona de juerga de Albacete, hay una iglesia de construcción moderna. Me choca, porque parece haberse levantado expresamente para recoger a las almas descarriadas que los viernes y los sábados (y algún otro día entre semana) se besan, se manosean, beben, comen, vomitan y algunos hasta coítan. No me extrañaría que cualquier día saliera el párroco, recogiera la escoria viciosa de las calles, la fuera sentando en los bancos del templo y la preparara, con una colleja admonitoria, para la misa de doce. El edificio está situado en el lugar ideal: la intersección de la ruta de paso de los embriagados, los dispersos y los ansiosos. En los tugurios de alrededor, hay chicas en la puerta que animan a consumir bebidas muy espirituosas (delicioso adjetivo). ¿Por qué en el pórtico del templo no se coloca un monaguillo ataviado con una casulla de puntilla para atraer al interior a toda esa gente desorientada. La Iglesia, parece mentira, está desaprovechando un filón: una oportunidad de reclutamiento gratuito y numeroso. ¿Quién, con un tanto así de conciencia, no entraría a confesar sus pecados después de haber ingerido siete cubatas y una botella de vino, después de echar un polvo extraño en la oscuridad de un baño o de haber recibido veinte negativas de aproximación sexual? Despierten, señores obispos, señores párrocos. Tienen en sus mismas narices a los acólitos que ya les van faltando.

Por cierto, hoy tampoco han venido a La Botica ni Vila Matas ni el señor mayor del pelo blanco. Estoy preocupado. Por todo. 

Una pareja (chico y chica) de unos veintimuchos años se sienta en la mesa de enfrente. Ella deja desmayada su mano sobre la mesa para que él se la coja. No lo hace. La evita. La conversación es cordial, ella se insinúa, pero creo que él es homosexual, no sé por qué. Les sirven té en tazas de cerámica moderna. Ella sonríe todo el tiempo, se muestra entregada, lúbrica, a pesar del té. Él no, él está distante. Apoya la barbilla en la palma de la mano y mira con melancolía a un bigardo medio barbudo que se acaba de sentar en la mesa de al lado. Y Vila Matas sin venir. Y Almodóvar tampoco.

jueves, 1 de junio de 2023

Diarios de Albacete (3)



 Hoy no está en "La Botica" Vila Matas ni tampoco el señor mayor del pelo blanco (no, no soy yo, es mucho más viejo). Somos los tres asiduos al local y me apena no verlos. Es como cuando entras en casa y no hay nadie (bueno, igual no es).

El recital poético de Alejandro Duque-Amusco en el Teatro Circo me reconcilió con estos actos. Un poeta firme, clásico, sin aspavientos, de palabra suave y relato pausado (se parecía al señor mayor de La Botica). Nos introdujo en su poesía con la calidez de un profesor conocedor de su oficio y del arte poética. Amigo y estudioso de Vicente Aleixandre, su poemario Un único corazón me ha devuelto a las rutas navegables de los océanos poéticos. Me alivian las palabras hondas, por muy tremendas que sean, por muy descarnadas que se muestren.

Vila Matas no viene y lo que es peor (por lo que puede suponer), el señor mayor del pelo blanco tampoco. Me pediré otra cerveza con la excusa de verlos aparecer por la puerta, los dos con su tranco entrecortado. Total, en casa no me espera nadie, solo Galatea, que sigue creciendo y demostrándome que tampoco estoy tan a la greña con la Naturaleza. 

Mañana compraré otra libreta. Estoy en las últimas páginas de esta, que comienza con una retahíla de direcciones de pisos en Albacete, que comienza con una fecha aterradora, "agosto de 2022". También hay una reseña de Fresas salvajes de Ingmar Bergman. La escribí yo mismo en esa fecha fatídica y me conmociona leerla: "Al protagonista, en uno de sus sueños, lo condenan a la pena de la soledad por no haberse comportado correctamente con su mujer, muerta ya hace algunos años". Encierra este cuaderno, además, crónicas de viajes (Berlín, Nápoles, Cádiz, Portugal). Un periplo de la huida, del desarraigo, de la escapada. Y también, como no, reseñas de obras de teatro de Lope, siempre Lope. 

Al final no han venido, ni Vila Matas ni el señor maduro. Somos los únicos que solemos estar solos en las mesas. Hoy yo era el único. No me parece bien. 

La dama boba y los exámenes


 

La semana pasada hicimos teatro. No sé cómo, pero he conseguido que alumnos de 1º de bachillerato representen unos fragmentos de La dama boba para casi todo el instituto. Entramos en las clases y escenificamos quince minutos de escenas cómicas y atropelladas, adaptadas por ellos mismos. "Teatro por irrupción" lo hemos llamado. No lo había planificado. Se me ocurrió un día, sobre la marcha, al hilo de una actividad que hace mi amiga Merce, y el proyecto fue tomando un cuerpo muy sugerente, determinado por la implicación de los chicos (bueno, sobre todo de las chicas). El impulsor más efectivo ha sido la "amenaza" de los exámenes. Si conseguían que el teatro fuera para adelante, los eximiría de las pruebas fatales de sintaxis e historia de la literatura. Con ese recurso he conseguido que se impliquen en el teatro hasta la médula. Sin apenas darse cuenta, la mayoría se ha ido entusiasmando por la magia de la representación escénica. Hasta doce pases en tres días. Lope estaría orgulloso, seguro; los pedagogos de la LOGSE, LOMLOE, LOE, LOMCE, etc., no tanto. 

Estoy comenzando odiar los exámenes todavía más que los propios alumnos. Y estoy comprobando que, cuantos más exámenes pone un profesor, más incompetente es. No quiere decir esto que quien no los utiliza sea competente per se, ni por pienso. El examen no es una herramienta perversa ni inútil por sí misma, por supuesto que no, pero no se puede convertir en el único recurso para que atiendan en las clases. Y, partiendo de este supuesto, podríamos desplegar un catálogo de ejemplares de la enseñanza actual: 

1. El profesor que pone muchos exámenes para reivindicar su asignatura y darle importancia de cara a sus alumnos, porque es incapaz de captar su atención de otra forma. 

2. El profesor timorato que cree que sin exámenes no se aprende y que sin ellos perderá todo su caché como enseñante. 

3. El profesor que hace exámenes (muchos y casi todos tipo test) para dar menos clases (los hay).

4. Los profesores que se estimulan casi eróticamente al comprobar cómo sus alumnos se obsesionan con su materia el día de la prueba. 

5. Los profesores que ponen exámenes para mantener la tensión del alumnado, pero no los corrigen porque cansa mucho. 

6. Los profesores sádicos que disfrutan viendo el sufrimiento del alumnado ante la prueba inexorable. 

7. Los profesores que nunca han visto a nadie que no ponga exámenes y les asusta salirse de la norma. 

8. Los profesores responsables plenamente convencidos de que sin exámenes no es posible enseñar nada y que no prepararían a los alumnos para la competición de la vida. 

9.  Los profesores que creen imprescindibles los exámenes para enseñar al alumno a hacer exámenes.

Repito, no estoy en contra de poner exámenes, simplemente los odio por su instrumentalización perversa. Cuando el profesorado en general se entera de que hay una materia donde no emplean dicha herramienta, se lanzan sobre ella para robarle tiempo y utilizarlo para que los chicos realicen sus pruebas interminables. Porque están convencidos, y esa es la perversión, de que en esas materias sin exámenes el profesor es un chiquilicuatre que no respeta los cimientos de la educación convencional (y posiblemente estén en lo cierto). 

Si no hubiéramos representado La dama boba, si no hubiéramos actualizado los versos de Lope, si no los hubiéramos trabajado, memorizado, ensayado y dramatizado, les habría ensartado una ristra de nombres, fechas, títulos y teorías infumables. Las habría trufado con unas clases de sintaxis (esa perla) para colocarles el último día un hermoso examen. Para mí habría resultado más fácil y también más aburrido. Para ellos, no te digo. ¿Cómo habrían aprendido más? Yo lo tengo muy claro y cualquiera que los viera actuar también. Sí, hemos roto las reglas (como Lope) y me han perdido el garrote de mi padre, pero, sin duda ha valido la pena. A Baltasar Gracián ni lo han oído nombrar, pero a Nise y a Finea las conocen hasta en su último pensamiento. ¡Ah!, ¿que no sabéis quiénes son? Las alumnas, sí.