sábado, 13 de julio de 2019

Crítica teatral, El perro del hortelano. Lope, parodia de sí mismo



Crónica de El perro del hortelano de Lope de Vega, representada en Almagro por la Compañía Nacional de Teatro de México (12 de julio de 2019)

La comedia sentimental del Siglo de Oro es un artificio que se apoya en la lírica amorosa petrarquista y se enriquece con el retruécano barroco en el que Lope se muestra maestro absoluto.
Diana es una mujer caprichosa que se enamora y se desenamora según cómo avanza el romance de Teodoro (su criado) con Marcela (su criada). Diana, Teodoro y Marcela conforman un triángulo amoroso en el que los celos y el escalafón social determinan la salud de las pasiones. Los juegos de palabras, los enredos lingüísticos y el carácter voluble de Diana son la piel que envuelve esta obra: Diana escribe una nota a Teodoro en la que expone su inclinación enrevesada hacia su criado y le exige a este una respuesta que esté a la altura:

«Amar por ver amar envidia ha sido,
y primero que amar estar celosa
es invención de amor maravillosa
y que por imposible se ha tenido (...)

Ni me dejo forzar, ni me defiendo; 
darme quiero a entender sin decir nada: 
entiéndame quien puede; yo me entiendo.»

Estos enredos amorosos y lingüísticos dan forma al artificio teatral de Lope. Un constructo que la Compañía Nacional de Teatro de México opta por ambientar dentro de otro artificio: el mundo glamuroso del cine de los años cuarenta / cincuenta. Las actrices se pasean por el escenario con peinados e indumentaria de pinups, cantan boleros sobre un piano y convierten el palacio de Belflor en el cabaret de Rita Hayworth. Un artificio (el de la comedia de enredo barroca) dentro de otro (el mundo de las redecillas de melenas, los micrófonos metálicos y las luces de neón). El acento mexicano se aviene a la perfección con la delicadeza del verso lopesco. Me da por pensar si no estarán más próximos a los del autor estos dejes latinos que los ibéricos.

Una Diana espléndida, de nombre fabuloso, Astrid Romo, atrapa al espectador y lo somete a la bendición del artificio bien construido. El resto del elenco se desenvuelve con garantías para dejar bien amarrado al público a las localidades de la destartalada universidad almagreña.
Lope es una parodia de sí mismo. Para envolver al "vulgo" enreda a sus protagonistas en una aventura de amor tan extravagante que parece reírse de su propio oficio de inventor de disparates (como podría llamarlo Cervantes). Al final de la obra, un engaño sirve para que Diana y Teodoro por fin se amen. Los códigos de la época no permitían que dos personas de ascendencia tan distante (señora y criado) propusieran casamiento sobre el escenario. Un engaño final los iguala, aparentemente. Todos son conscientes de que es un engaño, incluida Diana. Teodoro no es conde y todos lo saben, salvo su supuesto padre. Y, a pesar de todo, determinan seguir con el embuste para dar fin feliz a su aventura de amor. Se contravienen los códigos, como se pervierte la lírica petrarquista en un juego continuo de retruécanos que huele mucho a parodia y a chamusquina. Y, sin embargo, a pesar de la broma, Lope es capaz de elevar el verso amoroso a alturas deslumbrantes: "Yo me voy, señora mía, / yo me voy, el alma no..." Los monólogos y el genio del Fénix no dejan que la parodia se apropie por completo del juego amoroso y lo convierta en mero astracán.
La puesta en escena de Angélica Rogel es fresca y abraza con hermosura el verso de Lope. Así se cuida el patrimonio literario allende nuestras fronteras, con respeto y oficio. Un Lope mexicano, qué mejor, en un hombre que vivió cien vidas en una, en un autor tan versátil como pródigo en su genio. Un Lope cinematográfico y de bolero, como a él sin duda le habría gustado.  Cervantes intentó pasar a América y no lo consiguió, Lope ahora sí. Otro revés para el padre del Caballero de la Triste Figura.    

viernes, 12 de julio de 2019

LAS MIL Y UNA NOCHES EN LA CÁRCEL (Capítulo III)

        Estación de Segovia

De cómo un cura requisa la estilográfica de Ricardo García y del penoso viaje en camión y tren de Prádena a Segovia: nieve, hielo, 50 horas en ayunas y otras penurias que se relatan en esta segunda noche.

DE PRÁDENA A SEGOVIA 

Durante todo el día permanecimos en Prádena. Pese al mal tiempo aún hubo quien no tuvo miedo de salir de casa. Se presentaron por allí el cura y el alcalde del pueblo. Tenían curiosidad por saber de la guerra y nos preguntaron por la impresión que nos causaba ver a un cura después de tanto tiempo. Nos echó en cara por qué los queríamos tan mal para haber hecho con ellos cosas tan feas y explicó que, pese a todo, no nos guardaban rencor, que al que no estuviese manchado de sangre no le pasaría nada. Y todo nos lo decía en plan de cachondeo. 
Vio mi estilográfica y me la pidió. Me preguntó cuánto quería por ella y yo le dije que 50 pesetas porque era un recuerdo de familia y en realidad no quería venderla. Él se hizo el tonto y se la metió en el bolsillo. “Esta pluma la requiso porque no es delito que se la quite, además ya no le hace falta porque ya ha escrito lo que tenía que escribir”. Le pedí cuentas, pero él volvió la cabeza y le dijo al ayudante que me diera dos cajetillas de tabaco, “tome y fume y tenga en cuenta que se las doy porque quiero”. Me mordí la lengua y le di las gracias. Se fueron de allí los dos después de requisar relojes, gallinas, etc. Pensé: “Si estos son los que predican la ley de Dios, obran según sus mandamientos y requisan a la luz del día; cómo serán los demás y, en particular, los que son amantes del pillaje. Nos dejarán sin camisa, y así fue.” 

En estas condiciones pasamos el día, con bastante gana de comer, aunque no de comer piedras, pues otra cosa no había a qué agarrarse. Eran las diez de la noche cuando vino el último camión para trasladarnos. Me tocó en el último porque tenía tan pocas ganas de irme que me había escondido en un fortín que me resguardaba de la nieve y me camuflaba. Un sargento con una linterna dio conmigo. Yo alegué que me había dormido, pero no fue suficiente razón, porque me pegó un puntillazo en el culo para que fuera más deprisa. 

Los camiones iban en dirección a Segovia. Pasamos mucho frío envueltos en nieve dentro de la caja porque ni toldo llevaban siquiera. Íbamos muy despacio debido a los obstáculos del temporal de nieve y hielo, sobre todo cuando cruzamos el puerto de Guadarrama. A decir verdad, no sabía por dónde íbamos porque la nieve no me dejaba orientarme. No he pasado tanto frío en mi vida como aquella segunda noche de cautiverio. A cosa de la una llegamos a Segovia, directos a la estación. Nos metieron en unos vagones de mercancías junto a los que habían llegado antes. Fue bastante agradable estar allí amontonados porque fue el medio de reaccionar y entrar en calor. 

Por fin, en ese puesto se acordaron de darnos de comer. Llevábamos cincuenta horas en ayunas. Entre el hambre y el frío uno no se sentía el cuerpo y deseaba morir y no sufrir más. Allí me di cuenta de que un hombre puede aguantarlo todo. 

Dentro de los vagones, una vez acomodados, nos dieron cien gramos de pan y otros cien de carne en conserva rusa, seguramente de la que nos habían requisado en otros sectores. Aunque fue poca la cena, a mí me pareció excelente porque no nos hacíamos ya buenas cuentas de lo que nos iba a pasar. No sabíamos el rumbo del tren y como, de todos los planes que nos habían dado, ninguno se había cumplido, ya no creíamos nada. Pasamos las horas que quedaban de la noche en el tren, amontonados como borregos. Cuando empezó a clarear el día, nos asomamos por las rendijas y vimos en los andenes de las estaciones a bastante personal. No nos veían, pero se figuraban que íbamos dentro porque decían “son prisioneros”. No sabíamos qué dirección llevaba el tren. 

jueves, 11 de julio de 2019

MIL Y UNA NOCHES EN LA CÁRCEL (Capítulo II)

                        Restos de trincheras en la posición republicana de "Loma Quemada"

Justificación del diario y comienzo de la historia: de cómo se anuncia el final de la guerra y la rendición incondicional del ejército republicano; se realiza la entrega de armas a los nacionales y el traslado desde "Loma Quemada" a Prádena en la Sierra de Madrid; también se relata la primera noche como cautivos, pasada al raso bajo la nieve. 


PRÓLOGO 


(Las dos primeras páginas son ilegibles) 


… Escribo desde la prisión de Santa María del Puig, en donde, mi tiempo de ocio está marcado por la inquietud, el malestar y la preocupación moral, que en todo momento pesa sobre la imaginación de quien desea algo que está muy lejos de alcanzar. 

Después de pasar por once prisiones, vinimos a caer en este espacioso convento. Aún soy preso preventivo en la hora en que cierro esta novela de aventuras que podría imitar a las del Quijote. 
                                                                   EL PUIG, DICIEMBRE DE 1941 



Donde principia la curiosa trayectoria titulada  "Mil y una noches en la cárcel"  

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Fue más fácil escribir sobre estas mil y una noches que vivirlas una tras otra. He pasado tantas calamidades en circunstancias tan sumamente tristes que no creo que nunca las pueda superar. 
No será fácil recordar con puntualidad hasta el último detalle, pero procuraré hacer un esbozo lo mejor que pueda en las circunstancias en las que me encuentro, bajo la custodia de los funcionarios de prisiones, que actúan bajo las normas del código falangista. Ellos las deben cumplir y nosotros las debemos obedecer. 
Tengo el gusto de escribir esta memoria para que algún día se lea con curiosidad, particularmente mis sucesores. No son aventuras ficticias lo que voy a plasmar, sino la verdad de lo sucedido.

El principio del fin (La "Loma Quemada")

El día 28 de marzo de 1939 a las ocho de la mañana estaba yo durmiendo tranquilamente en mi “chabola”, en la posición de la Peña Blanca, sector de Somosierra, cuando el jefe de posición nos alarmó para transmitirnos las órdenes que acababa de recibir: “La guerra ha terminado sin condiciones. Tenemos que entregarnos al enemigo, por lo que vamos a poner bandera blanca. El que no quiera entregarse y prefiera marcharse al extranjero se puede apuntar para salir esta noche hacia Valencia. Se puede elegir entre Francia, Inglaterra y México. No hay que hacer resistencia alguna al enemigo”. La noticia no me sorprendió porque solía hablar todas las noches con soldados nacionales. Esa misma noche había estado de patrulla desde las 9 de la noche hasta las dos y comprobé que había algo fuera de lo normal, se oía mucha juerga en los pueblos próximos y los soldaditos no paraban de decirnos que la guerra había terminado, que nos acercásemos, que no nos pasaría nada, que ya era hora de ser todos hermanos. De hecho no disparaban, para la costumbre que tenían. De todas formas, yo no les hice caso. 

Llegó el comandante a las 9 de la mañana y ordenó la retirada de las fuerzas de las trincheras. La comandancia estaba en Berzosa de Lozoya (Madrid), a donde llegamos a la una de la tarde. Recogimos las armas para entregárselas a los Nacionales y a continuación nos dieron una comida bastante floja, apuramos las reservas que había en la intendencia, que eran muy pocas. Durante algunas horas, muchos no estuvieron de acuerdo con los mandos, se pusieron violentos y se negaron a entregarse. Se tiraron al monte sin apenas armas ni comida. No sé qué sería de ellos. 

A la caída del sol, nos formaron y nos dirigieron a la posición de la “Loma Quemada”, donde nos esperaban los soldados nacionales, que ya habían pasado a nuestras posiciones, para que les entregáramos las armas. Cuando nos aproximábamos a aquel lugar, cada cual se hacía sus cuentas, con muy poca confianza, sobre lo que nos esperaba. Algunos se alegraban de lo sucedido. Casi la totalidad obedecimos órdenes y caminamos hasta el sitio. Algunos no lo hicieron así, traicionaron a los mandos. Otros preguntábamos al comisario que cuándo y por dónde venían los camiones que habían de llevarnos al puerto de Valencia, a los que voluntariamente nos habíamos apuntado para marchar al extranjero. Él contestó: “Yo ya no soy comisario ni sé adónde vamos. Quedé ya sin órdenes y, por lo tanto, mi misión ha terminado. De forma que ni me nombréis siquiera porque no sé lo que será de los comisarios”. 

Nos reunieron cerca de una casa de pastores. Íbamos unos cinco mil (la Primera División). No cesaba de caer nieve y el lugar era el más "adecuado" para pasar la noche: por cubierto teníamos el cielo y por cama las piedras. No había medio de hacer fuego y, a pesar de estar acostumbrados, pasamos bastante frío y la noche se hizo muy larga. Cuando amaneció, custodiados por los soldados nacionales, nos dirigimos al pueblo de Prádena. Nos dio tiempo a echar cuentas y a pensar en lo peor. Había terminado la guerra y se oían comentarios de todo tipo. Algunos me sorprendieron mucho. No nos fiábamos de los que decían que ya era hora de poder hablar y de poder denunciar a muchos por asesinos y no vivir entre ellos. No estaba uno para pensar en nada. Había que hacerse cuenta de que habíamos perdido y, como propio del que juega y pierde, a callar y “san joderse”. (CONTINUARÁ)

LAS MIL Y UNA NOCHES EN LA CÁRCEL DE RICARDO GARCÍA (Capítulo I)


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LAS MIL Y UNA NOCHES EN LA CÁRCEL DE RICARDO GARCÍA GARCÍA

El siguiente documento es una transcripción del diario que Ricardo García García, natural de Requena y vecino de Utiel, escribió durante su estancia en los diferentes penales y campos de concentración por los que pasó, una vez concluida la Guerra Civil, desde el 28 de marzo de 1939 hasta el 12 de diciembre de 1941. Ricardo pertenecía al ejército republicano y, por tanto, su peripecia, junto a muchas otras, ayudan a profundizar en uno de los episodios más oscuros de nuestra historia reciente.
Además de transcribir fielmente las palabras de Ricardo García, he intentado mejorar el estilo literario del diario, para dotarlo de una lectura más atractiva. Fue su nieta, Marga Cañizares, quien me hizo llegar este impagable testimonio, que refleja desde dentro lo sufrido por muchos otros en sus mismas circunstancias.

PRIMER CAPÍTULO: ACTA DE LIBERACIÓN

De cómo dos testimonios judiciales, el de un carpintero de Villatoya y el de un juez de Caudete, sirven para liberar a nuestro protagonista, Ricardo García García, en 1942, después de pasar casi tres años de penal en penal (como ocurrió por ejemplo con Miguel Hernández, con peor suerte para el poeta).


ANEXO DE LIBERACIÓN:
José Cariñena Díaz, de 46 años de edad, carpintero natural de Villatoya (Albacete) con residencia en Casas de Ves de esta provincia:
CERTIFICO: que hallándome detenido por los marxistas de esta localidad, con motivo del Glorioso Alzamiento Nacional, en los primeros momentos de dicho Alzamiento y enterado de mi situación, Ricardo García García, natural de Requena (Valencia), vino a esta, en unión de otros más y me puso en libertad.
Para que conste y a petición del interesado expido el presente en Casas de Ves a 10 de febrero de 1941.

Montiano Monedero Piqueras, Jefe Local de FET y de las JONS.


Certifico que la firma que antecede de José Cariñena Díaz es auténtica por haberla estampado en mi presencia. Y que es persona completamente afecta a nuestra causa. Fue perseguido y encarcelado al comienzo del movimiento por las hordas Rojas de esta localidad y para que conste firmo y sello el presente en Casas de Ves a 26 de febrero de 1941.
Por Dios, España y su Revolución Nacional Sindicalista. El Jefe Local, Montiano Monedero. (Un sello de peseta y el cuño de Falange).

Yo, el abajo firmante, Jenaro Sáez Pérez, Juez Municipal y Encargado del Registro Civil de Caudete de las Fuentes:
DECLARO bajo responsabilidad a que hubiera lugar, conocer a Ricardo García García, natural de Requena, vecino de Utiel, que en los primeros momentos del Glorioso Movimiento Nacional, y cuando al firmante lo tenían detenido en la CNT de Utiel, el referido García, en compañía de unos cuantos más afiliados a la UGT del dicho pueblo, y con riesgo de su vida, sin que yo anteriormente lo conociera, se personó en dicho comité para que me soltasen y si no querían hacerlo que me entregaran a él, que él respondería por mí, pudiendo conseguirlo después de muchas tentativas y promesas, sacarme del ya citado comité donde me esperaba un alevoso asesinato y trasladarme al comité de la UGT para que no me pasara nada durante aquella noche y la mañana siguiente llevarme en compañía del García y otros más a Valencia a casa de mis padres para que me escondiesen como en efecto así fue.
Hago la presente declaración para que pueda exhibirla el interesado donde más le convenga, que sello, rubrico y firmo con el del Juzgado de mi cargo.
Expedido en Caudete de las Fuentes a 13 de abril de 1942.

"Casarse" de August Strindberg


Pasajes sobre el oficio de enseñante:
-"Había visto las fechas escritas en las uñas, los libros bajo la mesa, los soplos que se daban, Pero, y acababa, ¿qué demonios le vamos a hacer? Si no hacían la vista gorda, no había bachilleres titulados".
-"Aunque no sentía ningún cariño por aquellas criaturas salvajes que él tenía que amansar, es decir, enseñarles el difícil arte del disimulo, tenía siempre una sensación de vacío cuando no estaba con ellos".

Pasaje sobre el casamiento:
-"Esto era estar casada. Que te arranquen de tu entorno y te pongan en tres habitaciones vacías hasta que el esposo llegue a casa medio borracho e intratable".

domingo, 7 de julio de 2019

"Bébete el día" por Manuel Vicent

La oda que Horacio dedica a una amiga llamada Leucónoe es un licor de exquisita degustación. En ella le avisa de que no se nos permite conocer el fin que nos tienen reservados los dioses y mejor que consultar a cualquier oráculo será aceptar nuestro destino, sean muchos los inviernos de mar tempestuoso que nos conceda Júpiter o sea este el último verano en el que las olas se tiendan suaves a nuestros pies. Horacio le recomienda a su amiga que sea prudente, que filtre el vino y que adapte al breve espacio de la vida una larga esperanza. Le advierte de que mientras lea estos versos, el tiempo envidioso se le escapará de entre las manos. Hay que agarrarse, Leucónoe, al día de hoy y no fiar la vida al incierto mañana. Sin duda, el carpe diem es una de las cimas del espíritu. Suena como un delicado acorde musical en el que confluyen el placer de los sentidos, la armonía espiritual, el fluir del tiempo y la aceptación estoica de lo inevitable. De este manantial de aguas tan claras han bebido todos los sabios, ascetas o epicúreos. No obstante, el carpe diem adopta hoy una variante infame con un efecto devastador cuando se somete al espíritu de la manada. En este caso, lejos de agarrarse al día para beberlo a pequeños sorbos como un licor exquisito el individuo cede a las leyes del grupo, que le llevan a devorar todas las sensaciones al alcance de la mano con una pulsión salvaje ahora mismo, antes de que sea tarde, como si el fin de la historia fuera a producirse siempre la próxima noche del sábado. Si el mundo puede reventar en cualquier momento, todo exceso está permitido. Tal vez Horacio pensaba que su amiga tenía la mente preparada para disolver el tiempo fugaz con los pequeños placeres de la vida. Queda por saber qué haría hoy esa dulce Leucónoe, en una agónica fiesta de despedida de soltera, enrolada en una pandilla de macarras.


Carpe diem

Carminum I, 11

No pretendas saber, pues no está permitido,
el fin que a ti y a mí, Leucónoe,
nos tienen asignados los dioses,
ni consultes los números babilónicos.
Mejor será aceptar lo que venga,
ya sean muchos los inviernos que Júpiter
te conceda, o sea este el último,
el que ahora hace que el mar Tirreno
rompa contra los opuestos escollos.
Sé prudente, filtra el vino
y adapta al breve espacio de tu vida
una esperanza larga.
Mientras hablamos, huye el tiempo envidioso.
Vive el día de hoy. Captúralo.
No te fíes del incierto mañana.

viernes, 5 de julio de 2019

"Las almas muertas" de Gógol (extractos)


El fino humor y el sarcasmo de Gógol hacen de Las almas muertas un libro moderno, que no ha envejecido en absoluto. No parece escrito en la primera mitad del siglo XIX. Una lástima que su autor no lo pudiera acabar (la muerte es así de aguafiestas). Llegó a quemar algunos capítulos que se han intentado recrear, pero carecen de la fineza de los revisados. Luego, Dostoyevski y Tolstoi se pusieron mucho más graves. 

-"En los pensionados femeninos se imparten tres asignaturas principales que constituyen la base de las virtudes humanas: la lengua francesa, indispensable para la felicidad familiar; el piano, que procura tantos instantes felices al esposo; y las tareas domésticas, como la confección de portamonedas y otras sorpresas". 
-"El miedo es peor que la peste y se extiende más rápido".
-"Durante todo el año ningún alumno había tosido ni se había sonado en el aula y, hasta el momento en que repicaba la campana, no se podía saber si en esa clase había alguien o no".
-"El tedio se inventó hace poco, antes nadie se aburría".
-"Mi padre me machacaba con las reglas de la moral, me pegaba y me obligaba a copiar los preceptos morales, pero él mismo robaba madera a los vecinos delante de mí e incluso me hacía ayudarle (...) El ejemplo es más poderoso que los preceptos". 

Fragmento de una entrevista a Thomas Bernhard

Periodista: Respirar como un cantante ...
Thomas Bernhard: Bueno, respirar no es nada fácil. Hay gente que respira con el estómago y los hay que respiran con los pulmones. Los cantantes solo respiran con el estómago porque de otro modo no podrían cantar. Pero aquí se trata de respirar con el cerebro. En el cerebro tenemos una gran cantidad de pulmoncillos, probablemente varios millones. Hasta que se mueren. Hay quien a los noventa años todavía tiene esos pulmones. Y hay a quienes ya no les queda ninguno cuando tienen doce años, como idiotas. La mayoría es así, un noventa y ocho por ciento. Siempre que hablas con alguien, hablas con un idiota, aunque pueda ser muy simpático. Y como no eres un aguafiestas, continúas hablando con la gente, vas a cenar con ellos, y eres amable y agradable. Y básicamente son imbéciles porque no se esfuerzan. Todo lo que no usas, se daña y muere. Como la gente usa la boca en vez del cerebro, todo el mundo tiene unas mandíbulas muy bien desarrolladas, pero el cerebro lo tienen vacío. Casi siempre es así.

Periodista: Comenzó usted escribiendo poesía

Thomas Bernhard: ¡Por favor!

Extracto de Entrevista a Thomas Bernhard (Werner Wögerbauer en el papel de entrevistador)

martes, 2 de julio de 2019

Pamelas

Esta que veis aquí es la imagen que mejor representa mis trece años en el instituto de San Clemente. Y es que esta foto lo recoge todo: seriedad, elegancia y tradición.
SERIEDAD, porque en todos estos años como docente en La Mancha, nunca he sonreído en clase ni he dejado que los chicos se partieran la caja cuando a ellos les apeteciera. Porque en el aula se respiraba ese miedo visceral al profesor huraño que convertía los minutos en horas y los días en trimestres, como debe ser. La seriedad es una de las cualidades más apreciadas por todo profesor grave que se precie. "Impartir el miedo", como dijo una vez un alumno de 1º de ESO, es muy importante para capar la tendencia enfermiza del adolescente a la risa y al cachondeo. La pamela es un distintivo de seriedad, tanto en bodas como en viajes de fin de curso.
ELEGANCIA, porque siempre intentaba ir a clase con traje, corbata y zapatos de charol. Y en un viaje a Venecia qué menos que tocarnos con unas pamelas, de tanta distinción en Ascot como en Casas de Fernando Alonso.
TRADICIÓN, porque es muy importante aferrarse a la tradición en asuntos de educación secundaria. Nada mejor que el libro, la pizarra y una buena clase magistral para provocar los bostezos y las ganas de matar al profesor, que han existido desde que el mundo es mundo. Y todo debería seguir igual. Si en la Edad Media se hacía, por qué nosotros hemos de cambiarlo. Nada más tradicional que una foto en Venecia con trazas de carnaval.

Mis acompañantes están de acuerdo en todas estas teorías, por supuesto, como es de ley en gente sobria y poco amante de la chanza. 

"Dinero" por Manuel Vilas

En mi último viaje a París, me dediqué a buscar las calles del barrio de Saint-Germain que aparecen en la extraordinaria novela Papá Goriot de Honoré de Balzac. Antes, me compré en Madrid, en una librería de viejo, una traducción al español de dicha novela por 2,90 euros, fechada en 1969. No figura el nombre del traductor. Me encanta esta edición. No huele a humedad ni a rancio, como muchos libros viejos que me expulsaron de la noble religión de la bibliofilia. Olía y huele bien. La traducción es excelente.
Me puse a buscar las calles de la novela y me di de bruces con dos placas simétricas. Me encontraba en el número 13 de la rue de Beaux Arts, en donde ahora hay un hotel de lujo. No un vulgar 5 estrellas, sino de lujo, más allá de las 5 estrellas, pues existen dichos lugares. Las dos placas recuerdan dos acontecimientos literarios. Uno, la muerte de Oscar Wilde. El otro, las estancias francesas de Jorge Luis Borges.
No era un hotel para gente de muy alto poder adquisitivo cuando Wilde murió allí el 30 de noviembre de 1900. Era un hotel barato, para pobres, que se llamaba L’Alsace. Todos los escritores que escribimos en el mundo tenemos una deuda moral tanto con Wilde como con Balzac. Con Wilde porque nos enseñó dignidad en la pobreza. Con Balzac porque fue el primero en hablar obsesivamente en sus novelas del dinero.
Me apasiona Papá Goriot porque es una guía de precios del París de 1819. Han cambiado los nombres de las calles de la novela de Balzac, y me cuesta encontrar los lugares; sin embargo no ha cambiado lo esencial. Lo esencial es que la fuerza de la vida sigue siendo el dinero. Toda la novela avisa de que ha llegado al mundo una forma nueva de medir la vida. Todos los personajes de Papá Goriot viven en la fiebre de la posesión de francos. Desde Balzac, cuando en una novela o en una película no aparece el dinero, desconfiamos. Yo desconfío. ¿De qué demonios nos puede hablar una novela si no tiene en cuenta el dinero? No de la vida, desde luego. Al lado de la placa de Wilde, hay otra idéntica que informa de que Borges vivió en ese hotel entre 1977 y 1984. Entonces ya no se llamaba L’Alsace, porque en 1967 pasó a llamarse L’Hôtel.
Imagino que Borges debió de pedir la habitación en la que murió Wilde, que ahora se llama Oscar Wilde Suite y se ofrece al turista por mil euros la noche. Balzac hubiera sido meticuloso a la hora de narrarnos los diferentes precios de las habitaciones del hotel según su categoría, como lo fue con la pensión de la señora Vauquer de Papá Goriot. Entre Wilde y el protagonista de la novela de Balzac hay una profunda coincidencia: los dos mueren en una habitación de pensión oscura, y en la miseria. Entro en L’Hôtel, y respiro el lujo. Veo las escaleras que suben a las plantas. Por aquí, por estas escaleras, bajarían el humilde ataúd de Oscar Wilde, me digo a mí mismo. Por esta puerta saldría la última vez.