jueves, 8 de junio de 2023

Libros de texto



Los departamentos pedagógicos de nuestro centro (y supongo que los de toda España) han sido invadidos por los nuevos libros de texto. Las editoriales, desde hace unos meses, no paran de enviar muestras y más muestras de lo que se supone son nuevos materiales adaptados a la reciente ley educativa. Si tuviéramos que revisar todos los que han mandado, tendríamos que emplear un curso entero y, aun así, no creo que nos diera tiempo a analizarlos con solvencia. Además, los pocos que hemos ojeado, mantienen propuestas similares a las que llevamos viendo desde hace muchísimos años. La adaptación a la nueva ley es meramente terminológica, la estructura y el contenido de dichos textos son similares a los de hace más de quince años. Hoy acabamos de recibir uno que, según la comercial, ofrecía nuevas propuestas basadas en proyectos. De hecho, el libro se hace llamar "Situaciones". Esperábamos encontrar la panacea para aplicar de manera concreta esas famosas "situaciones de aprendizaje" en las que se basa la nueva ley; pero al abrirlo, ¡oh, sorpresa!, ni rastro de nuevas propuestas, ni de proyectos ni nada de nada. La misma estructura organizativa y teórica de siempre. 

Las editoriales están sin duda alarmadas porque cada vez se utilizan menos libros en las aulas y, ¡oh, casualidad!, desde hace unas semanas circula por la prensa un artículo en el que se habla de que Suecia ha abandonado el método de las pantallas para volver a los libros de texto (¿quién lo habrá patrocinado?). A mí no me importaría elegir un libro de texto si de veras fuera efectivo y útil, si propusiera actividades y proyectos innovadores e imaginativos, pero las editoriales dedican el gasto imaginativo exclusivamente en el marketing. En vez de innovar en la estructura y contenidos de dichos libros, mandan, entre paja artificial, regalitos como una brújula, una lupa o tizas de colores. Por favor, señores empresarios, si el fin es el de volver a la tradición podrían ser consecuentes y enviar como regalo una palmeta, una Enciclopedia Álvarez, una pluma de ganso y un crucifijo o si de verdad quieren sorprendernos y agradarnos, que manden un satisfayer o nos sufraguen un curso de digitilización.  

domingo, 4 de junio de 2023

Eva y Roma


 

Eva amaba Roma, con delirio. Su decadencia, sus ruinas, su pasado glorioso, el Panteón, el Trastévere, la plaza Navonna, no sé. Hoy he vuelto a ver Amarcord y, luego, 8 y medio, de Fellini. Yo aficioné a Eva a las películas de Fellini; bueno, yo no, Roma. Estoy convencido de que si ella hubiera conocido a un Marcello Mastroianni no habría desarrollado esa enfermedad desastrosa, obscena, inmisericorde. Ella podría haber sido Claudia Cardinale y llevarse a Marcello a su casa y dejarme a mí, que no le aportaba nada. Me lo dijo muchas veces: "Si Mastroianni fuera más joven y me echara los trastos, te dejaría", "harías muy bien", le decía yo. Me lo decía en broma, pero yo lo decía en serio. Ojalá Mastroianni se la hubiera llevado a los estudios de Cinecittá. Ahora estaría viva, recordando al viejo Marcello desde el centro del Foro y yo la visitaría, subiría a lo alto de la estructura que aparece en 8 y medio para abrazarla entre la niebla, como el abuelo de Amarcord. Roma es melancolía, nostalgia y ensoñación. Roma es Eva.

viernes, 2 de junio de 2023

Diarios de Albacete (4)


 

En mitad de la zona de juerga de Albacete, hay una iglesia de construcción moderna. Me choca, porque parece haberse levantado expresamente para recoger a las almas descarriadas que los viernes y los sábados (y algún otro día entre semana) se besan, se manosean, beben, comen, vomitan y algunos hasta coítan. No me extrañaría que cualquier día saliera el párroco, recogiera la escoria viciosa de las calles, la fuera sentando en los bancos del templo y la preparara, con una colleja admonitoria, para la misa de doce. El edificio está situado en el lugar ideal: la intersección de la ruta de paso de los embriagados, los dispersos y los ansiosos. En los tugurios de alrededor, hay chicas en la puerta que animan a consumir bebidas muy espirituosas (delicioso adjetivo). ¿Por qué en el pórtico del templo no se coloca un monaguillo ataviado con una casulla de puntilla para atraer al interior a toda esa gente desorientada. La Iglesia, parece mentira, está desaprovechando un filón: una oportunidad de reclutamiento gratuito y numeroso. ¿Quién, con un tanto así de conciencia, no entraría a confesar sus pecados después de haber ingerido siete cubatas y una botella de vino, después de echar un polvo extraño en la oscuridad de un baño o de haber recibido veinte negativas de aproximación sexual? Despierten, señores obispos, señores párrocos. Tienen en sus mismas narices a los acólitos que ya les van faltando.

Por cierto, hoy tampoco han venido a La Botica ni Vila Matas ni el señor mayor del pelo blanco. Estoy preocupado. Por todo. 

Una pareja (chico y chica) de unos veintimuchos años se sienta en la mesa de enfrente. Ella deja desmayada su mano sobre la mesa para que él se la coja. No lo hace. La evita. La conversación es cordial, ella se insinúa, pero creo que él es homosexual, no sé por qué. Les sirven té en tazas de cerámica moderna. Ella sonríe todo el tiempo, se muestra entregada, lúbrica, a pesar del té. Él no, él está distante. Apoya la barbilla en la palma de la mano y mira con melancolía a un bigardo medio barbudo que se acaba de sentar en la mesa de al lado. Y Vila Matas sin venir. Y Almodóvar tampoco.

jueves, 1 de junio de 2023

Diarios de Albacete (3)



 Hoy no está en "La Botica" Vila Matas ni tampoco el señor mayor del pelo blanco (no, no soy yo, es mucho más viejo). Somos los tres asiduos al local y me apena no verlos. Es como cuando entras en casa y no hay nadie (bueno, igual no es).

El recital poético de Alejandro Duque-Amusco en el Teatro Circo me reconcilió con estos actos. Un poeta firme, clásico, sin aspavientos, de palabra suave y relato pausado (se parecía al señor mayor de La Botica). Nos introdujo en su poesía con la calidez de un profesor conocedor de su oficio y del arte poética. Amigo y estudioso de Vicente Aleixandre, su poemario Un único corazón me ha devuelto a las rutas navegables de los océanos poéticos. Me alivian las palabras hondas, por muy tremendas que sean, por muy descarnadas que se muestren.

Vila Matas no viene y lo que es peor (por lo que puede suponer), el señor mayor del pelo blanco tampoco. Me pediré otra cerveza con la excusa de verlos aparecer por la puerta, los dos con su tranco entrecortado. Total, en casa no me espera nadie, solo Galatea, que sigue creciendo y demostrándome que tampoco estoy tan a la greña con la Naturaleza. 

Mañana compraré otra libreta. Estoy en las últimas páginas de esta, que comienza con una retahíla de direcciones de pisos en Albacete, que comienza con una fecha aterradora, "agosto de 2022". También hay una reseña de Fresas salvajes de Ingmar Bergman. La escribí yo mismo en esa fecha fatídica y me conmociona leerla: "Al protagonista, en uno de sus sueños, lo condenan a la pena de la soledad por no haberse comportado correctamente con su mujer, muerta ya hace algunos años". Encierra este cuaderno, además, crónicas de viajes (Berlín, Nápoles, Cádiz, Portugal). Un periplo de la huida, del desarraigo, de la escapada. Y también, como no, reseñas de obras de teatro de Lope, siempre Lope. 

Al final no han venido, ni Vila Matas ni el señor maduro. Somos los únicos que solemos estar solos en las mesas. Hoy yo era el único. No me parece bien. 

La dama boba y los exámenes


 

La semana pasada hicimos teatro. No sé cómo, pero he conseguido que alumnos de 1º de bachillerato representen unos fragmentos de La dama boba para casi todo el instituto. Entramos en las clases y escenificamos quince minutos de escenas cómicas y atropelladas, adaptadas por ellos mismos. "Teatro por irrupción" lo hemos llamado. No lo había planificado. Se me ocurrió un día, sobre la marcha, al hilo de una actividad que hace mi amiga Merce, y el proyecto fue tomando un cuerpo muy sugerente, determinado por la implicación de los chicos (bueno, sobre todo de las chicas). El impulsor más efectivo ha sido la "amenaza" de los exámenes. Si conseguían que el teatro fuera para adelante, los eximiría de las pruebas fatales de sintaxis e historia de la literatura. Con ese recurso he conseguido que se impliquen en el teatro hasta la médula. Sin apenas darse cuenta, la mayoría se ha ido entusiasmando por la magia de la representación escénica. Hasta doce pases en tres días. Lope estaría orgulloso, seguro; los pedagogos de la LOGSE, LOMLOE, LOE, LOMCE, etc., no tanto. 

Estoy comenzando odiar los exámenes todavía más que los propios alumnos. Y estoy comprobando que, cuantos más exámenes pone un profesor, más incompetente es. No quiere decir esto que quien no los utiliza sea competente per se, ni por pienso. El examen no es una herramienta perversa ni inútil por sí misma, por supuesto que no, pero no se puede convertir en el único recurso para que atiendan en las clases. Y, partiendo de este supuesto, podríamos desplegar un catálogo de ejemplares de la enseñanza actual: 

1. El profesor que pone muchos exámenes para reivindicar su asignatura y darle importancia de cara a sus alumnos, porque es incapaz de captar su atención de otra forma. 

2. El profesor timorato que cree que sin exámenes no se aprende y que sin ellos perderá todo su caché como enseñante. 

3. El profesor que hace exámenes (muchos y casi todos tipo test) para dar menos clases (los hay).

4. Los profesores que se estimulan casi eróticamente al comprobar cómo sus alumnos se obsesionan con su materia el día de la prueba. 

5. Los profesores que ponen exámenes para mantener la tensión del alumnado, pero no los corrigen porque cansa mucho. 

6. Los profesores sádicos que disfrutan viendo el sufrimiento del alumnado ante la prueba inexorable. 

7. Los profesores que nunca han visto a nadie que no ponga exámenes y les asusta salirse de la norma. 

8. Los profesores responsables plenamente convencidos de que sin exámenes no es posible enseñar nada y que no prepararían a los alumnos para la competición de la vida. 

9.  Los profesores que creen imprescindibles los exámenes para enseñar al alumno a hacer exámenes.

Repito, no estoy en contra de poner exámenes, simplemente los odio por su instrumentalización perversa. Cuando el profesorado en general se entera de que hay una materia donde no emplean dicha herramienta, se lanzan sobre ella para robarle tiempo y utilizarlo para que los chicos realicen sus pruebas interminables. Porque están convencidos, y esa es la perversión, de que en esas materias sin exámenes el profesor es un chiquilicuatre que no respeta los cimientos de la educación convencional (y posiblemente estén en lo cierto). 

Si no hubiéramos representado La dama boba, si no hubiéramos actualizado los versos de Lope, si no los hubiéramos trabajado, memorizado, ensayado y dramatizado, les habría ensartado una ristra de nombres, fechas, títulos y teorías infumables. Las habría trufado con unas clases de sintaxis (esa perla) para colocarles el último día un hermoso examen. Para mí habría resultado más fácil y también más aburrido. Para ellos, no te digo. ¿Cómo habrían aprendido más? Yo lo tengo muy claro y cualquiera que los viera actuar también. Sí, hemos roto las reglas (como Lope) y me han perdido el garrote de mi padre, pero, sin duda ha valido la pena. A Baltasar Gracián ni lo han oído nombrar, pero a Nise y a Finea las conocen hasta en su último pensamiento. ¡Ah!, ¿que no sabéis quiénes son? Las alumnas, sí.  

martes, 30 de mayo de 2023

Palabras


 

Las palabras llaman a nuevas palabras,

es una obviedad. Palabras

como barcos que surgen de la niebla,

palabras de Alejandro Duque,

anoche en un teatro dorado;

o de Baudelaire,

esta mañana de literatura,

con chicas apasionadas 

por el misterio de los versos,

por la sangre de la absenta. 

Las palabras llaman a nuevas palabras,

es una obviedad,

las llaman en tropel,

como los venenos desatados 

de Baudelaire;

o se susurran,

como las esencias claras y profundas 

de Alejandro Duque.

Todos sabemos que no hablaríamos,

que no diríamos versos,

si no los hubiéramos escuchado,

todos lo sabemos.

Pero nadie sabe quién dijo el primero,

quién extrajo la palabra del vacío,

del silencio, 

del caos,

de la nada. 


lunes, 29 de mayo de 2023

Cincuenta y siete años




Hoy cumple 57 años Galatea, sí, 57. No puedo regalarle otra cosa que mi tristeza, mi nostalgia. La añoro como nunca creí que podría extrañar a nadie, con la espalda rota de arrastrarla conmigo, con los ojos arrasados por no poder verla, con la piel cuarteada por un envejecimiento prematuro de toda mi alma. Hoy cumple 57 años y yo me refugio, como hago desde que se fue, en los más hondos recovecos de la pena. Las voces se han acallado, las calles están vacías, los montes se deshojaron, mi capacidad de enredar con las palabras se perdió el día que la despedí, agarrada a mi mano, el último asidero que la sujetaba a la vida. No quería irse, no quería. Deseaba más que nadie cumplir 57 años y no pudo, la terrible enfermedad le usurpó la esperanza sencilla de vivir una madurez tranquila, rodeada de bosques y estrellas. No pudo. Un tremendo dolor, ese es mi regalo de cumpleaños, un tremendo dolor que, desde la soledad más absoluta, me desata en lágrimas, en lamentos incontenibles. 

Galatea sigue creciendo, resuelta en hojas verdes, sigue creciendo, alimentando mi pena. La contemplo, hablo con ella, espero que algún día se transforme en lo que era. Esperanza baldía, literaria, nada más que literaria. Ya no puedo hablar de felicidad, no puedo desear feliz cumpleaños a nadie, solo a mi sombra, a su sombra, a su recuerdo, a su ausencia, a su no ser, a su transparencia, a su intangibilidad, al viento que me trae aromas de su cuerpo, a la maldita imaginación que me la devuelve en sueños casi corpórea. Aunque no seas, yo te sigo viendo crecer. Oigo a Chet Baker y el poder de la música me devuelve tu imagen, tu vitalidad, tu firme y amorosa manera de mirarme. Te fuiste, pero no te vas a ir nunca. 

viernes, 26 de mayo de 2023

La chica de la cabeza de algodón

 La chica de la cabeza redonda sale del paritorio. Es sonrosada como una bola de algodón, pequeña como un cromo y única como la rosa. La chica de la cabeza mondada llora moderadamente, acunada en los brazos de su madre y se retuerce despaciosa como si aún estuviera nadando en el líquido amniótico. La chica de la cabeza privilegiada sabe que el mar la espera allá afuera, el mar y el azahar. Es un 26 de mayo de 2000. Anuncia el siglo nuevo con su cabeza de lino, con su llanto de amapola. Ella, la chica de la cabeza delicada, pronto se agarra del pezón de su madre, hambrienta, deseosa de estrenar la vida. Se agarra pronto a mi dedo para comunicarme que ahí está, que quiere viajar con nosotros allá adonde vayamos, allá lejos de los líquidos amnióticos y los cordones umbilicales. La chica de la cabeza digital será, tras 23 años, tan sedosa como en el paritorio, tan suave como las azucenas, tan maravillosa como la lluvia en Sevilla. 

Escribir

La literatura, perdón, escribir, me salva de muchas calamidades. Por ejemplo, de sentirme aislado en el mundo o de sentirme demasiado acompañado. Me sirve para desalojar los gusanos que me destrozan; o para conectar con gente limpia o no tan limpia; o para entretenerme, para ocupar tanto tiempo vacío; o para no sentirme yo mismo o para tentarme real o para desmarcarme de la realidad o para no tirarme por la ventana o para calmar vanidades o para acrecentarlas o para despotricar de los que me rodean o para amarlos o para adorarme a mí mismo o para odiarme o para no llorar o para martirizarme o para curarme o para sosegarme o para enervarme o para desencajar las angustias de sus goznes o para ordenar el mundo o para descalabrarlo... Escribir es un hábito pernicioso, un hábito maravilloso, una costumbre narcisista, un vínculo social, una llama apagada, un venero seco, un oxímoron. Y después de tantas contradicciones y tantas chorradas, afirmo que escribir es para mí, ahora mismo, la mitad de mi vida. La otra ronda otras latitudes, otros páramos, otras dimensiones.  

Alma cumple 23

Que ya cumples veintitrés,

nada más ni nada menos.

Recuerdo mirar tus pies

con dedos gordos bien llenos.

¿Te parecías a quién?,

¿a un señor de Albacete,

 a una rosa de satén? 

¡Qué bien te veo en Sevilla!,

con Raúl y colocada.

 La vida en tus ojos brilla

y no te hace falta nada.

Telesforo te saluda,

desde tu infancia te mima,

que aunque fueras muy menuda,

siempre te tiene en la cima.

Tu madre disfrutaría

viéndote cómo haces tratos

con la ONU, día a día,

y amando a todos los gatos.

Veintitrés cumples de edad,

ojalá pudiera verte,

porque eres mi otra mitad,

la vida me da esa suerte.

 


martes, 23 de mayo de 2023

Diarios de Albacete (2)


 

Soy un recio bebedor de cerveza, un perlático en ciernes, un aspirante a Poe, aunque creo que Poe bebía licores más serios. ¿De qué será mejor morir, de "delirium tremens" o de aburrimiento o de desidia o de un recital poético o atropellado por un patinete eléctrico? No lo sé, todo es probarlo. La gente se muere de cualquier cosa y luego no explican su experiencia. Ese es el problema.

Ha vuelto a entrar en La Botica el doble de Vila Matas. Este solo bebe cafés con leche de soja. ¿Sera fácil morir de empacho así? Todo es posible. Vigilaré a este Vila Matas de Albacete. No está mejor que yo, por mucho que le hayan recomendado los lácteos antes que las bebidas espirituosas. ¿Quién se puede resistir a ese adjetivo, "espirituosas"? Yo, no. Vila Matas, sí. 

Diarios de Albacete (1)


 

En la Plaza de la Catedral tocan "Que viva España" (luego me entero de que se trata del mitin de Vox). Cada vez escribo menos. La cabeza no me funciona como antes de la tragedia. Todo el tiempo estoy pensando en huir, en buscar alternativas que me saquen de casa y lo peor o lo mejor es que las encuentro. Salgo por inercia, igual que antes me encerraba en el despacho por otro tipo de inercia, la de la rutina. También me han cambiado los gustos literarios. Me asomo a autores conocidos que, ahora, me repelen; o al contrario, otros a los que no tenía en gran estima me atraen y me deslumbran, hasta cierto punto, porque todo, el cine, el teatro, la literatura, se ha vuelto más anodino con la edad y los pesares. Y no me explico por qué tenía mala opinión de algunos de ellos (no, con Máximo Huerta, no me ha pasado). Eso sí, igual que me ocurría antes, no puedo salir de fiesta con gente brava porque me lanzo al alcohol con ansia viva, con desesperación. El único consuelo es que esta tendencia a la desmesura, hacia las barras de bar, no es nueva, no es producto de mi soledad. 

¿Es tan difícil alejarse de todo, de tu entorno conocido, de tu familia,  de tus antiguos amigos, de tu espacio de convencionalismos? Sí, lo es, por muy cochambrosa que fuera esa convención. Al fin y al cabo he dejado un erial, tampoco he abandonado ningún paraíso, ni mucho menos. Y, a pesar de todo, a uno le cuesta arrancar desde cero (y más a estas edades). Rodar barranco abajo es peligroso, complicado, pero también inquietante y renovador. Antes yo tenía con Eva una serie de rituales que nos estabulaban, nos mantenían en un espacio seguro, a salvo de sorpresas estruendosas (fíjate qué paradoja, el cáncer), sin abismos, sin torrenteras, sin sobresaltos. No es que me haya arrojado a la vida bohemia, ni a la anarquía absoluta, pero sí he trasmutado casi todos mis hábitos. 

En muchas ocasiones imagino lo que habríamos disfrutado los dos viviendo en una ciudad como estoy haciendo ahora. En parte no la disfruto del todo porque caigo en lo bien que se lo habría pasado en este concierto o en esa película o en aquella obra de teatro. Estoy con ella, pero ella no está. Me compro una camisa y por la noche sueño que Eva me afea la compra. Ahora mismo estoy en un bar que a ella le habría encantado para tardear, algo que empezamos a hacer demasiado tarde y en un lugar inhóspito para el alterne, mi pueblo. Escribo con un bolígrafo suyo en un cuaderno que ella compró. Lo guardo en un macuto que ella me regaló y me bebo el vino que ella habría bebido.

Qué diferentes son los camareros de La Botica de los que dominaba doña Rosa, la propietaria del café de La colmena. Cela es un autor al que le estoy sacando más jugo ahora. ¿Por la mala leche, por su humor negro, porque está muerto, por sus sentencias? "La gente es cobista por estupidez". Lo del cobismo es algo muy vigente en nuestra actualidad. Somos cobistas hasta la náusea, a lo mejor es que somos cada vez más estúpidos.  

jueves, 18 de mayo de 2023

Páramo

Una brisa leve levanta el polvo del rastrojo. Apenas se mueve el horizonte, apenas, inmóvil como un cuadro pintado, con un borde nítido, claro: arriba el cielo, sin nubes, desesperado de agua; abajo, la tierra acre, desnuda, con los matojos grises poblándola de tristeza. El páramo es así, desnudo y crudo, como la bilis, como el sueño de un muerto, como los espantados ojos del venado recién degollado por la cuchilla. Deambulo sin tiento, sin objeto, sin pies. Me hundo en la tierra molida por la sequía. No hay cobijo. Si oteas el horizonte, el sol te ciega. Ni siquiera encinas, ni siquiera una esquina de sombra donde refugiarse. Arden los pies, arden las manos, arde la cabeza. En llamas está el suelo y arriba, otro infierno. Desnudo, como tierra, y aúllo, me desgañito pidiendo alguna lágrima, un poco de lírica escocesa. Las hebras de un cardo amarillento se pudren, se quiebran y caen al suelo, para fundirse con el polvo. Los mamíferos perdieron aquí sus ubres; los insectos abandonaron sus alas; los reptiles no pudieron cambiar de camisa. Sopor y lastre, esto he recogido, nada comestible, salvo la tierra, que ya empasta el paladar y los huecos de las muelas perdidas y las noches frías, sí, pero sin luna, sí, pero sin barro. La cerámica se ha perdido, es arqueología de la vieja era. "Era", del tiempo que fue; "era", del páramo; "era", del verbo ser que ya no es; "era", de la muerte y el recuerdo. Los cuervos siguen graznando, solo ellos, animados por la carroña, ven en este erial un triunfo de su suerte.      

domingo, 14 de mayo de 2023

Acis y Galatea: Fábula en tres actos (III)



Acis y Galatea gozaban su madurez. El mundo parecía bien hecho. El ajetreo juvenil se sosegó y los placeres cambiaron: reposar bocarriba en las florestas, admirar la altura de los abetos, saborear carne de venado y recrearse con la ficción. Galatea regaba las plantas con el mismo amor que dedicaba a sus alumnos, con la misma delicadeza. Las petunias alumbraban la puerta de su casa y un grosellero frondoso daba refugio a un gato silvestre. El mundo se había ralentizado, pero seguía ofreciendo delicias que la nueva edad recogía con regocijo. La Naturaleza se había adueñado por fin del pasar de los pastores, vivían en un mundo que auguraban tranquilo y susurrante, como los paisajes de Garcilaso. Las montañas se perfilaban en el futuro descanso de Acis y Galatea. Pero no. Nadie, ni siquiera los dioses más descastados previeron la maldición que se cebó contra ellos.

Galatea estaba adelgazando demasiado, sufría diarreas y gastroenteritis. No parecía nada grave, solo un pasajero malestar, una afección sin importancia. Pero no. El día 11 de mayo de 2022 Acis llevó a Galatea ante los médicos para intentar paliar esas minucias. Pero no. Ese día, sin previo aviso, sin que nadie estuviera preparado para la noticia, sin que nadie la hubiera ni siquiera imaginado, a Galatea le hablaron del fin de sus días. Le estamparon con pocas dudas que no podría ir a las montañas nunca más. Galatea era una mujer fuerte y firme. No se derrumbó ni en esas circunstancias. Mantuvo el pulso necesario para comunicárselo a Acis. Él no era tan firme ni tan fuerte como Galatea. Se hundió, cayó al suelo y cuando se levantó ya no fue ni sombra de sí mismo. Pasaron por más pruebas, por más expertos. Uno de ellos les llegó a decir que "aquí no se muere nadie", pero en cuanto Galatea abandonó la consulta, a Acis le confirmaron el diagnóstico terrible. 

Galatea se consumió en muy poco tiempo. Acis la veía envejecer por minutos, la veía debilitarse hasta extremos terroríficos. Un dios muy vengativo se había cebado con su cuerpo: la postró en cama, le arrebató el placer de la comida, el de la bebida, el de regar las plantas, el de ver las montañas, el de escuchar relatos de ficción. Acis se desvivía por aliviarle la convalecencia, pero no hubo manera. Cuando la mano de Galatea se quedó rígida entre los dedos de Acis, después de dos meses y medio de sufrimiento, él se derrumbó, la besó, la vio inmóvil, sin alma y al tentarse el cuerpo no se lo notó. Vio huir a la Naturaleza a través de sus labios, vio cómo se apagaba su fortaleza, como enmudecía el canto de los pájaros, cómo se marchitaban las petunias. 

Un día, cuando Acis deambulaba sin rumbo por los bosques, con la desesperanza de que nunca volverían a iluminarse, se encontró a una cajera de supermercado que le ofreció una planta. Se llama Galatea le dijo. Levantó la vista de sus zapatos y la vio allí con las hojas erguidas, firmes, verdes, con la vitalidad que él esperaba de ella. La compró con mucho gusto, la llevó a casa, la regó y espera a la tarde para contarle alguna de las historias que había arrumbado el día que a ella se le enfriaron los dedos. Galatea se despereza, levanta sus hojas y las dirige hacia el techo, entusiasmada, maestra. Acis sonríe por primera vez en mucho tiempo.      

martes, 9 de mayo de 2023

Acis y Galatea. Fábula moderna en tres actos (II)



Cuando Acis y Galatea se fueron a vivir juntos, el mundo parecía bien hecho. Mientras Galatea pastoreaba a los muchachos de Primaria, Acis preparaba la comida, leía poemas de Miguel D´Ors, libros de caballerías y comedias de Lope. Además, criaron gatos, muchos gatos, y vivieron junto a un mercado, sobre un antiguo cementerio, donde las acacias y las plantas de marihuana crecían alimentadas por el vigor de los muertos. La vida era fácil, se disolvía entre burbujas al echarla al agua, los cajeros escupían dinero suficiente y la juventud vibraba en la casa de maestros, con estufa de leña y rosales de dos metros. 

Galatea gozaba con su oficio y empezaba a pensar que estaba tocada por la vocación. Los compañeros y los chicos también lo creían, hasta el bedel hablaba maravillas de la firme dulzura de la nueva maestra. Para celebrarlo, Acis y Galatea gastaron todos sus ahorros en recorrer el mundo, primero Sudamérica (Brasil, México, Colombia, Cuba), luego las Españas y después el destino preferido de Galatea, Roma. En Roma, la maestra fue tan feliz que se estremecía y lloraba admirando el foro y el arco de Trajano y el Panteón y el Trastévere y el Tíber y la perspectiva de la plaza Navona, que atisbaban desde la cama. 

Por aquel tiempo ya había nacido la hija de Acis y Galatea, sonrosada, calva y con los mofletes de los querubines. Es verdad que en los libros de pastores no se menciona a los hijos de los amantes, pero en este el autor no lo ha podido evitar. Porque Galatea se volcó amorosa y firme a la educación de la muchacha y era de razón que apareciera en este capítulo. 

El teatro era una de las aficiones preferidas de los dos pastores. Acudían a Almagro en julio con especial puntualidad para recrearse con lo mejor de Lope y para cocerse con lo peor de la canícula manchega. Galatea se veía transmutada en todas esas actrices que representaban a Nise, a Finea, a Dorotea, a Aurora, a Marcela y sobre todo a Laurencia, la heroína rebelde de Fuenteovejuna, de fuerte carácter y convicciones claras.  

Los años y los cursos fueron deshaciéndose. Acis y Galatea descubrieron las montañas y se volvieron eremitas. Buscaban los Pirineos en cuanto el mundo se abría y recorrieron las sendas, los apriscos y las veredas en la frontera con Francia. Se acurrucaban en los bares de Villanúa cuando el cierzo soplaba recio. Allá, allá arriba, bien alto, seguía comprobando Galatea que el mundo seguía bien hecho, que todo era armonía, que el viento movía los abetos y que la Naturaleza siempre ofrece el abrazo más largo. También lloraba cuando abandonaban las montañas. Una sensación de pérdida amarga quedaba en las papilas de los dos. 

Cuando fueran libres y el trabajo ya no les sujetara al páramo, buscarían los Pirineos para abandonarse entre los árboles y las grutas de las brujas.