miércoles, 6 de julio de 2022

El tiempo como Photoshop

Como estupendos idiotas que somos, solemos arremeter contra las leyes de educación para eximirnos de nuestra responsabilidad como docentes y esgrimimos, con mucha convicción, erratas, errores, faltas ortográficas y solecismos gramaticales de los alumnos para argumentar lo mal que está la educación y lo mal que nos tratan nuestros políticos, culpables de todas las penurias académicas que nos asuelan. En particular, es casi un lugar común nombrar a la LOGSE como el principio de todos los males. Yo mismo lo he practicado. De hecho, hace poco publicaba una entrada quejándome de la voracidad de la gente de la ESO. Pues bien, hoy, una alumna de 3º de ESO, para contradecir a toda esta caterva de predicadores contra la enseñanza moderna (entre los que algunas veces me he incluido), me ha entregado voluntariamente unos poemas que ha escrito. No la conozco apenas, ni siquiera se puede decir que tenga esa influencia perniciosa del culto al profesor porque acabamos de empezar las clases. La calidad de su poesía (3º de ESO) sobrepasa con mucho cualquier cosa que haya escrito yo. Es espontánea, natural, sincera, profunda, sencilla. Ha escrito poesía sin saber que es poeta de los pies a la cabeza. Sí, es una excepción, claro, por supuesto, como era una excepción cualquier alumno que en mi época se interesara por la literatura (me remonto a los años ochenta, antes de la LOGSE). Sí, es una excepción, pero haciendo una revisión rápida, conozco más excepciones de los alumnos de la ESO que de alumnos de BUP y COU, con mucha diferencia. El tiempo, ya lo sabéis, es un gran Photoshop, restaura el pasado más catastrófico.

martes, 5 de julio de 2022

Temas de actualidad

A continuación os regalo información básica sobre temas candentes de actualidad para que andéis preparados en el abigarrado mundo de las redes sociales. Recordad que no dominar estos asuntos, no estar informado y participar en las redes sería igual que andar desnudo por la Gran Vía. No me lo agradezcáis, es un taparrabos que os ofrezco muy a gusto:

-Volcanes: montañas con agujeros por los que a veces escupen fuego.

-Vacunas: bichitos invisibles y escuálidos que matan manadas de bichitos de su misma especie por altruismo. 

-Luz: profesora que me dio clase en el instituto, de voz grave. No creo que fuera muy cara. 

-Negacionismo: vanguardia artística surgida en los años veinte del siglo XXI. Su lema es: "Opérate a ti mismo".

-Puigdemont: no me gusta el fuet, poco más puedo decir.

-Botellón: movimiento insurgente y reguetoniano que no comulga con la limpieza ni con el silencio.

-Cambio climático: las modas son así, siempre vuelven. Nostalgia del diluvio universal. 

-Messi: un argentino, como Cortázar, embaucado por París.  

-Afganistán: ¡Uuuuuuf!

lunes, 4 de julio de 2022

Puigdemont es Moisés


Anteayer, ocho y media, en casa de Puigdemont:

Puigdemont: ¡Collons, tú!, ¿cuánto hace que nadie habla de mí? Milenios... La gente se va a olvidar de mi pelucón y nadie va a recordar mi heroica efigie de adalid catalán.

Asesor: Es cierto, señoría, que últimamente la prensa no habla mucho de usía, pero estoy seguro de que el pueblo catalán lo tiene siempre presente en sus oraciones, como los españolistas tendrán a Abascal en las suyas. 

P: Sí, estaré presente en sus oraciones, pero eso no me sirve. Tenemos que hacer algo. No podemos dejar que nos engulla el ostracismo. 

A: Qué bien le están yendo las clases de vocabulario, señoría. Eso de "ostracismo" nunca se lo había oído. Pero espere, creo que tengo una idea para acaparar de nuevo la atención de los medios y para que nuestra fiel masa catalanista se lance a la calle en defensa de la figura eximia de su líder.

P: ¿Ah, sí? A ver, explícame, que tú siempre has sido muy ocurrente.

A: ¿Qué le parece si montamos un viaje, por ejemplo a Cerdeña, nos detienen y así convocamos a toda la prensa europea?

P: ¿Y no será muy arriesgado?, ¿a ver si al final voy a parar a las asquerosas cárceles españolas como el necio de Oriol?

A: Ningún riesgo. Es de primero de Derecho. Avisamos a las autoridades italianas de que va a ir por allí, lo detienen, lo encarcelan y, al día siguiente, lo sueltan. Se monta el pollo en los medios. Aseguramos unas manifestaciones catalanistas, que están bastante apagadas desde hace un tiempo, tomamos el sol, relanzamos su brillante figura de héroe inmarcesible de la patria catalana y reivindicamos la independencia y el fuet Tarradellas.

P: Oye, tú, collonut. Que echo mucho de menos el sol y el calor de la masa, nen, que no sé vivir sin mis fieles. Un héroe, un nuevo Moisés, no puede estar todo el día entretenido con el parchís y la Play. Nosotros necesitamos el vocerío de nuestros fanáticos y ellos se alimentan de la luz de su líder. Esperan a alguien que les separe las aguas, a mí. ¡Prepárame la maleta!    

domingo, 3 de julio de 2022

Ajustarse a los relojes

Paseo por los pasillos del instituto. Las aulas tienen la puerta abierta y se oye a los chicos entonar una melodía con la flauta, responder a un profesor con nerviosismo, leer en voz alta un poema de Machado, hablar en inglés... Al volver la esquina, atruena la música bélica y una voz metálica nombra a Hitler y a Mussolini. Me cruzo a un chico enmascarado, como yo, que se apresura por ir al baño. Las voces chispean, lejanas e inocentes, ensayan para ser adultos, se preparan para ajustarse a los relojes. Esperan la siguiente clase y cuando empieza esta, la otra y así, las horas se van adueñando de sus pulsiones. Durante la infancia el tiempo no existe, se nos va grabando a fuego en cada uno de nuestros aprendizajes. Poco a poco, se nos adiestra para que pensemos en el futuro, para que seamos conscientes del tiempo, todo comienza a gobernarse con el imparable paso de las agujas o de los números digitales: a las 8:30, Lengua; a las 9:25, Inglés; a las 10:15, Historia; a las 11:10, recreo (media hora que pasa en cinco minutos); a las 12:40, Religión (¿Religión?, ¿por qué?); a las 12:35, Música; a las 13:30, Matemáticas (55 minutos que equivalen a 550). La mañana compartimentada, organizada, sin fisuras. Tediosa, interminable, sin resquicios para la anarquía, ni para la vida. Que la muerte del futuro lo gobierne todo, que la tiranía de los relojes ahogue la espontaneidad y la lujuria. Y la Religión, ¿por qué?        

sábado, 2 de julio de 2022

La dificultad de hacer comedia



Qué difícil es hacer buen teatro y todavía más escribir una buena comedia y, aún más, representarla con gracia. La comedia, desde sus orígenes griegos, era transgresión, escándalo, crítica de costumbres, incomodidad, acidez, bisturí envenenado. Luego, con el paso del tiempo, las imposiciones del poder y la abulia de la burguesía, la comedia se vistió de amabilidad, blandura, miel y polillas. Se pervirtió su sentido original, para acabar con su esencia. Solo unos pocos, casi siempre con problemas para estrenar sus obras, se empecinaron en ser fieles a sus principios revolucionarios. 

La risa es un método infalible para remover conciencias y avivar llamas extinguidas. La comedia, la gran comedia es el licor de los dioses, tan sabroso como difícil de conseguir. Me gustaría haber asistido a las obras de Aristófanes y de Menandro en su tiempo, porque si leídas en el siglo XXI, me resultan más apetecibles y voraces que la mayoría de las actuales, no quiero imaginar cómo las disfrutaría un griego de su época. He visto una Cantante calva esplendorosa, magnífica, con la que reí y gocé del teatro como pocas veces y también otra Cantante calva con la que por poco aborrezco las comedias de por vida. Me encanto todos los veranos con alguna comedia de Lope representada por la Compañía Nacional de Teatro Clásico; recuerdo un Enfermo imaginario desternillante; un Martes de Carnaval, apoteósico; al Brujo, un genio; a Els Joglars, magníficos... Pero son mucho más numerosos los bodrios a los que he tenido el disgusto de asistir. Porque la comedia es un arte reservado para los elegidos, para los enviados de los dioses, para los que tienen el don, tanto en su escritura como en su representación. Hace poco, en una crítica periodística, leí que en la comedia no hay que buscar las profundidades estéticas e ideológicas de la tragedia. Solemne barbaridad. Cuando la comedia es comedia de veras, no solo hay un mayor disfrute artístico, sino que las situaciones calan mucho más que las de una tragedia, aunque solo sea por su singularidad, porque encontrar una buena comedia es como hallar la cordura en las palabras de un político.

Iba a hablar de la versión que Juan Carlos Rubio ha hecho del Anfitrión de Moliére y que vi el viernes pasado en Albacete, pero lo voy a dejar aquí.     

viernes, 1 de julio de 2022

La literatura es asunto de frikis

Cuando abrimos la biblioteca en el recreo (si hace buen tiempo), solo vienen los frikis o los que tienen algún trabajo perentorio. Los libros se han convertido (yo creo que siempre lo fueron) en el refugio de los raros. Leer no es normal, exige de un esfuerzo que en la actualidad (y en cualquier época) pocos se ven dispuestos a abordar. Las mujeres han sido siempre las lectoras por excelencia. Es obvio, a más exclusión y represión, mayor implicación en actividades contestatarias como la lectura. No nos dejemos engañar por los nuevos eslóganes, la literatura sigue siendo la afición, la dedicación, la obsesión, de quienes se sienten al margen de lo establecido. Esa mal llamada nueva poesía, las novelas efectistas y los libros de autoayuda no son parte de la literatura de los desclasados. La rebeldía es más profunda que Máximo Huerta, que María Dueñas, que Marwán. Ellos no son miembros del club de los raros, no son literatura. Al menos, los frikis del instituto donde trabajo no preguntan por ellos, ni yo tampoco se los recomiendo.

jueves, 30 de junio de 2022

Reivindicación social

¿Se puede vivir sin calzoncillos? Sí, rotundamente, sí. Es más, los calzoncillos se han convertido en un instrumento de opresión y sometimiento. Ir sin calzoncillos significa andar libre, sin las trabas que amordazan nuestras partes pudendas. No hay una sensación tan grata de libertad como la de bañarse desnudo en el mar, saquemos enseñanza de ello. Ir sin calzoncillos supone dar una bofetada al establishment, a las convenciones y avanzar un paso más en la conquista de la verdadera libertad. Los calzoncillos son en realidad las mascarillas de nuestro aparato genital. Si tanto deseamos quitarnos el bozal en cuanto podemos, es porque nos falta el aire y porque necesitamos mostrar nuestro aparataje gestual, sin el que estamos disminuidos comunicativa y afectivamente hablando. Lo mismo debería ocurrirnos con los calzoncillos, pero no lo vemos porque un contubernio masón nos ha empujado a considerar como natural una prenda totalmente represiva. Y no temáis al pantalón vaquero ni al de pana, os puedo asegurar que el roce con esas telas recias no molestan, al contrario, nos hace más fuertes. Es una prenda inútil, que no aporta nada y solo sirve para acojonarnos. Di no a los calzoncillos (siempre que no seas dueño de una corsetería), libérate, lucha por tus derechos glandulares.  

miércoles, 29 de junio de 2022

C. Tangana y Calisto

C. Tangana no deja de sorprenderme. Hace poco lo comparaba con un clásico de las letras españolas. Ayer descubrí su nuevo tema y, otra vez, me ha dirigido hacia lo mejor de la literatura. Esta vez a La Celestina. En su "temazo", interpretado "a pachas" con Nathy Peluso, C. Tangana revive ese "amor sacrílego" de Calisto por Melibea. Calisto dice: "¿Cristiano yo? Melibeo soy y a Melibea adoro, y en Melibea creo, y a Melibea amo...", o algo parecido. El cantante madrileño vuelve a dar vida a ese tópico del amor cortés en su letra: "Yo era ateo, pero ahora creo", y cuenta su veneración hacia una mujer y "quiere hacer adoración de su melena", como Calisto adora el cuerpo todo de Melibea. El clásico ha vuelto reencarnado, otra vez, en C. Tangana. Primero fue Juan Ruiz, ahora Fernando de Rojas, quién será el próximo, ¿cuántos genios pasados encerrará este hombre en su cuerpo de trap? Lo bien que sabe venderse el cabrón, ha elegido como publicista al propio arzobispado español. Y de gratis.  

martes, 28 de junio de 2022

Fiestas vanguardistas

Leo en el periódico que en un concurso de televisión a los participantes se les obligó a beber semen de burro y orina en las divertidas pruebas que debían superar para no ser eliminados. También degustaron ratas licuadas, ordeñaron una cabra y hasta hicieron vino con gusanos para después beberlo. Me gustaría conocer a los guionistas para felicitarles por su imaginación espectacular. Si alguno de ellos hubiera estado en la gestación de nuestras fiestas tradicionales, ahora mismo seríamos la envidia y el asombro de Occidente. Podríamos emular a estos guionistas y, por ejemplo, tirarnos tomates podridos, lanzarnos cohetes pirotécnicos, fustigarnos el lomo con látigos de cuero, desfilar dentro de ataúdes a hombros de nuestros familiares, colocar niños de un año en el suelo y saltar por encima de ellos... Yo qué sé... Bueno, me advierten que todos estos actos ya existen en las variadas y peculiares fiestas de nuestros pueblos y me he emocionado. Estamos, como siempre, a la vanguardia de Occidente.         

lunes, 27 de junio de 2022

"Montaigne y el arte del buen morir" por Rafael Narbona




Se conoce a Montaigne por su epicureísmo, sabiamente matizado por sus convicciones estoicas. Su filosofía —si es que su pensamiento admite ese calificativo sin ejercer violencia sobre su negativa a incluirse en la nómina de Sócrates, Platón o Aristóteles— se muestra escéptica sobre la posibilidad de hallar la verdad. De hecho, admite que los grandes misterios, como la existencia de Dios, superan la capacidad de comprensión del conocimiento racional. No le parece una desgracia, pues la duda y el límite son el alimento espiritual de la tolerancia.

Por el contrario, el que alardea de poseer la verdad absoluta no tarda en levantar hogueras para combatir las opiniones divergentes. La filosofía de Montaigne tiene un propósito muy sencillo: explicar en qué consiste el buen vivir. La felicidad no se obtiene con grandes pasiones ni con renuncias heroicas, sino con placeres sencillos y un espíritu benevolente. El arte de buen vivir ha de incluir necesariamente el arte del buen morir, pues la muerte es el destino final de todos, lo cual siembra inquietud y zozobra, malogrando muchas veces el gozo que podemos hallar en un instante de plenitud.

Montaigne se enfrentó a la muerte muchas veces. Perdió a cinco hijos y presenció los estragos de la peste en Burdeos, donde ocupó el cargo de alcalde. De hecho, la epidemia le arrebató a su mejor amigo, Étienne de la Boétie, al que había conocido en los tribunales y con él que se compenetró de tal manera que casi desapareció la distinción entre uno y otro, creando la sensación de que componían una sola alma desdoblada en dos cuerpos.
Cuando Étienne falleció prematuramente, Montaigne escribió desolado: "Desde el día en que le perdí no hago más que arrastrarme lánguidamente; y aun los placeres que se me ofrecen, en lugar de consolarme, redoblan mi dolor por haberlo perdido. Estaba tan hecho y acostumbrado a ser en todo uno de dos, que ahora me parece ser solamente medio".

En el libro I, capítulo XIX, de sus Ensayos, Montaigne diserta sobre la muerte, partiendo de la idea de que filosofar es —como apuntaron Sócrates, Platón y Cicerón— preparase para decir adiós a la vida. La verdadera sabiduría consiste en no tener miedo de morir, pues no hay otra forma de vivir bien y felizmente. El fin natural de la existencia es el placer, no el malestar o el sufrimiento. Montaigne se burla de los que identifican la virtud con el sacrificio y la abnegación. No se vive para sudar sangre, sino para disfrutar. No de las pasiones turbulentas, que desordenan nuestro espíritu, sino de los placeres sencillos.


La perspectiva de la muerte no debería oscurecer la capacidad de hallar placer en las cosas buenas y nobles. No pensar en la muerte, como hace el vulgo, no es una buena alternativa, pues la muerte no se olvida de nosotros y puede interrumpir nuestra rutina en cualquier instante. Montaigne cita el caso de su hermano, un hombre joven que jugando a la pelota sufrió un fuerte golpe en la cabeza y murió unos días más tarde.

Si uno no piensa en la muerte, cuando esta le golpee, arrancándole a uno de sus seres queridos, sufrirá terriblemente, pues no será capaz de asumirlo. La muerte no es un enemigo que se pueda evitar. Saldrá a nuestro paso antes o después. Solo hay una forma de oponerle resistencia. Frecuentarla continuamente, acostumbrarse a ella.

Montaigne cuenta que la muerte siempre está presente en su cabeza, especialmente en los momentos de alegría y regocijo. Cita el ejemplo de los egipcios, que en mitad de los banquetes exhibían un esqueleto, invitando a los comensales a disfrutar de las viandas, pues algún día —quizás muy pronto— solo serían polvo. La premeditación de la muerte es un ejercicio de libertad. Nos ayuda a superar la servidumbre del miedo. Saber que la muerte no es un mal, sino un aspecto de la vida y una necesidad, nos libera de la angustia y el terror. Si los individuos no murieran, el mundo no se renovaría. Hay que dejar sitio a los que vienen detrás.

Montaigne afirma que pensar en la muerte sin temor le permite afrontar la salud con despreocupación y la enfermedad con indiferencia. Hace tiempo que aprendió a estar listo para soltar amarras en cualquier instante: "Jamás nadie se preparó para abandonar el mundo de manera más absoluta y plena, ni se desprendió más completamente de él de lo que yo me esfuerzo en hacer". Montaigne anhelaba que la muerte le sorprendiera cuidando sus coles en su descuidado jardín. Opinaba que para morir en paz hay que familiarizarse con los cementerios y los cadáveres.

La naturaleza a veces nos ayuda a encarar nuestro final. Si la muerte aparece repentinamente, no llegamos a tener tiempo de temerla. Si va precedida de una agonía lenta, el dolor nos quita el deseo de vivir. ¿Por qué afligirnos cuando estamos a punto de desprendernos de un cuerpo enfermo? Además, la muerte es breve, casi un parpadeo. ¿Es sensato empañar décadas de vida por algo que dura tan poco? Lo único que debe preocuparnos es no llegar al término de nuestra existencia y descubrir que no hemos sido felices. En su poema El remordimiento, Borges admite haber fracasado en lo esencial:

He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan, despiadados.

Mis padres me engendraron para el juego
arriesgado y hermoso de la vida,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz.

Montaigne habría leído con pesar esos versos. Morir no es nada al lado de la desdicha. Transitar por el mundo con pesar y melancolía es mucho peor que extinguirse al concluir nuestro ciclo vital. Las reflexiones de Montaigne sobre la muerte no han perdido vigencia. Se ha dicho que sus Ensayos representan el genio de Francia, así como la Comedia de Dante representa a Italia o el Quijote a España. Yo creo que trascienden el marco de la gloria nacional. Su universalidad y atemporalidad los ha convertido en patrimonio de todos.


Vivimos en un tiempo que ignora los consejos de Montaigne sobre la muerte. Los cementerios se levantan en la periferia de las ciudades, los cadáveres apenas se exhiben, se lucha contra la biología para frenar el envejecimiento. "Deja sitio a los otros como te dejaron sitio a ti", escribe Montaigne. La muerte es imprescindible. Sin ella, no habría progreso. Cada vida que despunta aporta una perspectiva nueva y diferente. No hay dos seres humanos iguales. Pensar en la muerte, preparase para su llegada no es malo, siempre y cuando que se haga desde la serenidad y la razón.

Morir no es irracional. Lo irracional sería vivir eternamente, al menos en este mundo. Los inmortales de Jonathan Swift y Borges son seres patéticos que han perdido su identidad. Su memoria hace tiempo que dejó de almacenar datos y ya no es capaz de aprender nada. En una secuencia infinita, todo se vuelve insignificante y redundante. La finitud es lo que da sentido a la existencia. Se recuerda a un ser humano por sus obras y por su forma de morir, que muchas veces expresa su visión más íntima de las cosas. Cervantes lo comprendió así. Alonso Quijano muere desengañado. Sabe que su idealismo ha sido derrotado por el mundo. No renuncia a su sueño caballeresco. Solo reconoce su impotencia.

Montaigne no era ateo. Creía en Dios y en la vida eterna. Eso sí, renunció a las fintas teológicas, pues estaba convencido de que la razón no puede explicar lo sobrenatural. Sus reflexiones sobre la muerte se atienen a este mundo, no a un hipotético más allá. Pienso que no se equivocaba al recomendarnos que disfrutáramos de los placeres sencillos y nos olvidáramos de las pasiones desbocadas. No debe preocuparnos morir, sino no alcanzar la felicidad. No descuidemos esa meta y no la aplacemos. La muerte puede aguardarnos en el próximo minuto. La dicha, también. Que no nos quite el sueño morir, pero sobre todo no desperdiciemos la oportunidad de gozar de unas flores de almendro, una noche suave de verano o una buena copa de vino.

Certificados de excelencia

Hoy, en mi instituto, se han entregado los certificados a las alumnas que el año pasado demostraron su aprovechamiento pedagógico en las aulas. Y digo alumnas porque es así, de los 32 premiados, 25 han sido chicas. Es decir, los mejores expedientes de 2º y 3º de ESO de 2020-2021 han recaído en 25 chicas y siete chicos. La sentencia es abrumadora. Desde un tiempo a esta parte viene siendo así, en todos los institutos en los que he dado clase y la brecha es cada vez más grande. Es más, este año, los chicos de 3º de ESO parecen niños tutelados por sus madres o por sus tutoras, mucho más inteligentes, poderosas y maduras que ellos. El que no haya dado clase en estos niveles no puede ni imaginarse cuál es la distancia entre chicos y chicas. Lógicamente, cuando llegan a bachillerato, la mayoría de chicas es abrumadora, tanto en ciencias como en letras. Lo que es alucinante es que esta realidad no se traslade al mundo laboral. Esto viene sucediendo desde hace bastantes años, de forma cada vez más radical y, sin embargo, los puestos del poder siguen estando en manos de los hombres. Veo una clase de ESO o de bachillerato y no me cabría en la cabeza que los líderes fueran ellos, porque no lo son de ninguna de las maneras, porque son minoría y porque apenas tienen representación. ¿Por qué en las grandes empresas y en los partidos políticos no se muestra esta preponderancia de la mujer? No lo sé, pero es insultante. La mediocridad nos gobierna y dirige nuestras empresas, ¡cuidado!  

domingo, 26 de junio de 2022

"El dipo del rey"

Ayer, en clase de Cultura Clásica, un alumno vanguardista reinventó una de las tragedias clásicas por excelencia. Primero, le colocó un título imaginativo, novedoso: "El dipo del rey" y, luego, me escribió su argumento, según lo que él había entendido. Le pregunté qué quería decir "dipo" y me contestó, muy seguro de sí mismo, que era un sistema anticonceptivo que se empleaba en la Antigua Grecia (no me lo dijo con estas palabras, pero quería decir esto). Habíamos contado el argumento de la tragedia de Sófocles, la habíamos representado y estaba intrigado por ver su resumen de la trama. Esto es lo que me escribió: "Un tipo, con muy mala suerte, nace, lo abandonan en el monte como a Blancanieves y le atan los pies para que se lo coman las "jabalines" (hasta ahí, nada nuevo). Lo recoge un tipo que pasaba por ahí -lo mismo era el cazador de Caperucita Roja-, se lo lleva a los reyes de otro país y lo adoptan, como mis amigos a mí. Entonces (el "entonces" es imprescindible para continuar la historia) crece, se hace mayor, y un hijoputa (aquí le dije que cambiara esa palabra por otra) le descubre que no es hijo de sus padres. Entonces (otra vez) el tipo va a ver a un pavo de estos que adivina el futuro y no me acuerdo lo que le dice. Espera, sí, le  avisa de que va a matar a su padre y se va a casar con su madre; eso, sí, y que es Aries, cuernos, mala suerte. Se va de su pueblo y tiene un accidente con el coche. Mata a un tipo que, al final, creo que es su padre de verdad, aquí me he "liao". Entonces se le aparece un monstruo egipcio aficionado a los crucigramas. El protagonista adivina lo que le dice el monstruo y le dan un premio, va a ser alcalde de su pueblo. Y aquí viene lo gordo. Se tiene que casar con su verdadera madre, pero él no sabe que es su madre. Aquí me he vuelto a liar -el Álex me estaba pinchando con el compás-, creo que él, como estaba con la mosca detrás de la oreja, usa el "dipo", un condón de fabricación casera para no tener hijos con su madre. Total que su madre se acuesta con su tío y tienen dos hijas, pero el pavo no sabe que no son suyas. Cuando lo descubre se tira al tren y su madre o su mujer se va a Benidorm con su amante. Fin". Aún no le he puesto la nota.

sábado, 25 de junio de 2022

"Lo raro es vivir" de Carmen Martín Gaite



De Carmen Martín Gaite solo había leído un ensayo y no sabéis lo que lamento no haberme acercado a nada de ella antes (puro mal azar). Lo raro es vivir es una novela íntima y espectacular. Hacía tiempo que no leía nada tan bien escrito, entre otras cosas porque últimamente me estoy dedicando a leer obras de gran aceptación popular. Lo raro es vivir está escrita en un estilo reconocible, con sentido del humor y con un oficio que solo se le reconoce al verdadero escritor, no a estos que últimamente he estado leyendo. Lo raro es vivir es más moderna que cualquier novela de Sara Mesas, de Manuel Vilas o de Marta Sanz, tres autores que son los que menos me han disgustado de la última hornada de novela española. Martín Gaite emplea la metáfora de una forma irónica y con tal desparpajo que les da sopas con honda a todos los aspirantes a literatos desde los ochenta a esta parte. La palabra de Carmen Martín Gaite se saborea como los helados italianos, no se queda en el hielo insulso de los calipos. Es una gozada avanzar en la historia con fluidez y con la sensación de que te están diciendo algo muy trascendente en cada frase. Y así es, porque vuelves sobre ellas y descubres que cada palabra está medida, ajustada, bien elegida. Las vicisitudes de Águeda, la protagonista del relato, son tan importantes como su capacidad para usar la metáfora, porque el personaje y el lenguaje se funden con su personalidad. La sinopsis de la trama no me atraía en absoluto y, sin embargo, la lectura de la novela me ha resultado apasionante. No solo se trata de saber escribir, sino de tener oficio, de romper las normas y de aportar algo nuevo, original. No recuerdo ahora mismo ningún novelista de los 90 que me haya causado una impresión similar, ni mucho menos. Es más, si Martín Gaite hubiera escrito esta obra hoy para mí sería el epítome de una nueva generación de novelistas. Voy a por el resto de su producción.  

viernes, 24 de junio de 2022

Escribir

Cuando no me apetece escribir, escribo, es la única forma de no abandonarme a la abulia. Escribir es la única medicina contra la indigencia intelectual. Sí, leer también sirve, pero escribir araña en lo más hondo del hígado y te extrae jugos gástricos que ni siquiera imaginabas haber almacenado. Un continuo flujo de bilis te sube al paladar y te recuerda no solo lo que comiste hace ya muchos años, sino lo que nunca comiste o lo que comieron otros. Porque escribir nos acerca mucho al demiurgo o al caníbal, hace que saboreemos el extraño amargor de nuestra propia naturaleza. No, no creo que sea una forma de buscarse a sí mismo, como esgrimen los psicólogos; sino de lo contrario, es la manera de huir, de asombrarnos ante la complejidad de nuestro organismo. Cuando uno se rasga las vísceras, no sabe lo que va a salir de ellas. La curiosidad por ver de qué estamos compuestos nos conduce a rajarnos por dentro y, a menudo, las hemorragias son tan abundantes o de un color tan nauseabundo que asustan. Es en ese momento cuando hay que intentar retener lo escrito en un recipiente adecuado, remover los jugos y cuajarlos hasta volverlos sólidos y comestibles. Ser nuestro propio matarife y, después, adobar la mezcla para acercarla al paladar del comensal, siempre voraz y carnívoro.

jueves, 23 de junio de 2022

Astronáutica y pedagogía



Imaginad que os dedicáis a la astronáutica y que estáis trabajando en una estación espacial. Llega un día un autobús con turistas y, al pasar por vuestro puesto de trabajo os preguntan por la exploración del espacio. Vosotros, con más de treinta años de experiencia en el mundo de los cohetes, les explicáis lo difícil que resulta mandar a un hombre fuera de la Tierra y que nunca estáis seguros del todo sobre lo que va a pasar. En ese momento, esos visitantes, que lo más cerca que han estado de una nave espacial fue cuando se comieron un cornete "Apolo", empiezan a cuestionar vuestra labor y a deciros cómo deberíais preparar el fuselaje de la nave, cómo preparar a los astronautas y qué programas deberíais mejorar para conseguir un rendimiento mayor de los vuelos espaciales. No sé, ¿es impensable, no?, que alguien sin puñetera idea de astronáutica os diera lecciones sobre algo en lo que vosotros lleváis trabajando más de treinta años, algo tan complejo como un viaje espacial. No, no podría ocurrir. 

Bueno, pues esta distopía (si no uso esta palabra, me muero), al trasladarnos al ámbito de la enseñanza, se convierte en una realidad diaria. En los medios, en la calle, en el propio instituto, en los bares, periodistas, escritores, cantantes, camareros, banqueros, se nos acercan y nos dicen lo mal que hacemos las cosas. Cualquiera de ellos te diseña un plan infalible para aficionar, por ejemplo, a los adolescentes a la poesía o para hacerlos filósofos o ingenieros expertos. No sé que es más difícil, si lanzar un cohete al espacio o acertar con los métodos de enseñanza adecuados para moldear personas instruidas y críticas, no lo sé. Lo que está claro es que los especialistas en educación abundan por doquier, aunque el último contacto con un aula se remonte a la misma fecha en que se comieron el cornete Apolo. Los especialistas en astronáutica se ven poco. Somos un país de letras.