lunes, 11 de septiembre de 2023



Hoy habría arremetido contra todo, contra todos. No ha amanecido el día con flores. Desde que murió Eva, muchos días amanezco así, con la sensación de mediocridad, de nonada, de embarcarme en la inmundicia. Y me apetece arremeter contra todo cristo. La suerte es que soy muy educado y, hasta ahora, sé moderar las formas. Era el primer día de clase, podría haber sido devastador entrar con esta disposición de ánimo en un curso de 33 alumnos y empezar a soltar por la boca toda la bilis que tenía acumulada, pero no lo he hecho, por vergüenza, por decoro, por profesionalidad. Hasta que he llegado a casa no se me ha pasado este arrebato. Una recomendación de Felipe Benítez Reyes me ha devuelto a la normalidad (quién sabe lo que será eso). He visto Frantz, una película de François Ozon preciosa, deliciosa, con una fotografía magnífica y con un cuidado de los tiempos majestuoso. La ausencia, el perdón, las mentiras piadosas y la frustración giraban en torno a un poema de Verlaine que me ha hecho llorar, otra vez, y ya no sé cuántas van: 

Los largos sollozos de los violines del otoño
hieren mi corazón de una languidez monótona
del todo sofocado y pálido cuando la hora suena,
me acuerdo de pasados días y lloro
y me voy con el viento malo que me lleva
aquí, allá, semejante a la hoja muerta.

Dice la protagonista, tras las recriminación de uno de los personajes: "Así no vas a olvidar a Frantz", "Es que no lo quiero olvidar nunca", pues eso. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario