miércoles, 16 de marzo de 2022

Distopías

En un país europeo llamado Uspania ha sido elegido como presidente un botarate de inclinaciones nacionalistas y populistas. La mitad de los habitantes de la región de Catabás, al norte de Uspania, se siente distinta al resto, son mucho más ricos, tienen otra lengua y esto anima a sus políticos regionales, con ambiciones nacionalistas y populistas, a azuzar la bicha del independentismo. Se organizan manifestaciones y referéndums no autorizados para proclamar la independencia de Catabás. El presidente de Uspania, enfervorecido también con el espíritu del fanatismo nacionalista, decide actuar militarmente contra Catabás. El ejército bombardea poblaciones de la región independentista y provoca muerte y destrucción. Al cabo de unos años, lo único que ha prosperado es el veneno del odio. 

El país frontero con Uspania y con Catabás elige a un presidente megalómano, con tendencias imperialistas, nacionalistas, populistas y un tanto tarado. Frusia, que así se llama este imperio, es un país mucho más poderoso que Uspania, incluso dispone de armamento nuclear. El presidente de Frusia, aprovechando la trifulca nacionalista y el conflicto bélico del país vecino, apoya las reclamaciones de los políticos independentistas de Catabás y denuncia el comportamiento del presidente de Uspania. Sin más reflexión y sin tener en cuenta las consecuencias de que un país nuclearizado comience una guerra imprevisible, se lanza militarmente no solo en apoyo de la región de Catabás, sino contra todas las ciudades importantes de Uspania y provoca más muerte y más destrucción. El odio se extiende y ramifica como una enfermedad terminal. Otros países, asustados unos y ambiciosos otros, amenazan con entrar en el jolgorio de la muerte y la destrucción.  

Los dioses, desde el Olimpo, imbuidos también de carácter nacionalista, populista no, imperialista y caprichoso creen que el presidente de Frusia les va a privar de erigirse en adalides del apocalipsis. Azuzados también por la ambición y la megalomanía, arrojan un asteroide contra la Tierra. Están satisfechos, aunque un regusto amargo queda en todos ellos, ya no podrán divertirse con las aventuras nacionalistas y populistas de esos líderes políticos tan estrambóticos.    

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