Apoyado en la sombra de un roble, escuchando cercano el trajín de las garrapatas; en la letanía mustia de una cama de hospital, salmodiado por el "ti-ti" del escáner; en el banco de los acusados, esperando la sentencia; en la tensión de un motel, suspirando por que un asesino a sueldo no se vengue de tu crimen; en la humedad del panteón, mientras regalas flores a tus muertos recientes; debajo del puente de una gran ciudad, abrigado con cartones y hojas de periódico; en el servicio de un restaurante de carretera, detenido por el estreñimiento... No hay lugar ni circunstancia en la que LA MUERTE EN BERMUDAS no te aísle del miedo, de la agonía, de la desesperación, de la miseria, del nihilismo, incluso del estreñimiento.
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