El infinito en un junco es una clase monumental de introducción a la literatura universal. La prosa ligera de Irene Vallejo y su empeño en hacernos partícipes de la Antigüedad griega y latina, a través de continuas visitas a nuestra cultura actual, convierten este ensayo en una delicia para cualquiera que sea aficionado o amante de la palabra. Desde el papiro, pasando por las tablillas de cera, el pergamino, los códices y la piedra Rosetta, la autora repasa la historia de los libros en sus primeros pasos y nos ofrece un magnífico trampolín desde donde conocer las obras fundamentales que han pervivido a pesar del empeño del fuego, los insectos y los fanáticos por que la tradición cultural se perdiera. No solo menciona a los monumentos escritos, sino que también repara en la importancia de la literatura oral. Trata el tema como si de una biografía se tratara, desde el nacimiento de los alfabetos fenicio y griego, hasta el almacenamiento electrónico actual de los libros.
La desaparecida biblioteca de Alejandría es el Olimpo de Irene Vallejo. El ensayo parte de este lugar, que los griegos quisieron convertir en despensa cultural de Oriente y Occidente, en un intento mastodóntico que el fanatismo religioso no podía consentir.
Consigue la autora algo que los profesores de Literatura Universal pretendemos lograr en nuestras clases: entusiasmar al potencial lector y hacerles ver que no hay magia tan soberbia como la de las palabras. He disfrutado viendo pasar en la lectura a todos los autores y libros que destripamos en clase y no solo eso. Una serie de episodios no demasiado importantes han hecho de este ensayo algo muy especial, por ejemplo la alusión a El lector de Bernard Schlink (lo leemos en clase) o a las latomías de Siracusa (hace poco estuvimos allí de vacaciones) o el proceso de fabricación del papiro (visitamos en Siracusa un museo del papiro) o la mención de Haneke y La cinta blanca (una de mis películas favoritas)... Es curioso cómo a veces los libros ajenos ponen en tus manos experiencias propias y las gozas con especial delectación.
En El infinito en un junco desfilan los libros mayores de griegos y latinos, se les dota de una vida propia que enlaza directamente con nuestro mundo de internet. Un placer y una suerte contar con autoras y editores que transmitan de manera tan sencilla el gusto y el honor de ser herederos de griegos y romanos y no precisamente por celebrar sus batallas.
Algunas referencias curiosas de El infinito en un junco:
-"En el palacio de Hattusa (capital hitita), en Turquía, se han encontrado varios especímenes de un curioso género literario: oraciones para combatir la impotencia sexual".
-"Los orgullosos aristócratas tuvieron que soportar a un número creciente de advenedizos que, con atrevimiento insoportable, pretendían iniciar a sus hijos en los secretos de la escritura y estaban dispuestos a pagar para conseguirlo. Así nació la escuela".
-Un vendedor de libros: "Cuando le vendes un libro a alguien, no solamente le estás vendiendo doce onzas de papel, tinta y pegamento. Le estás vendiendo una vida totalmente nueva. Amor, amistad y humor y barcos que navegan en la noche. en un libro cabe todo, el cielo y la tierra, en un libro de verdad, quiero decir".
-"En la época helenística, la "paideia" (en griego, "educación") se transforma para algunos en la única tarea a la que merece la pena consagrarse en la vida".
-"La risa es molesta al poder. Por eso no queda ninguna obra de Menandro".
-Consejos de Ausonio (s. V) a su nieto sobre la escuela: "Ver a un maestro no es una cosa tan espantosa. Aunque tenga una voz desagradable y amenace con ásperos regaños arrugando la frente, te acostumbrarás a él. No te asustes si en la escuela resuenan muchos golpes de fusta. Que no te perturbe el griterío cuando el mango de la vara vibre y vuestros banquitos se muevan por los temblores y el miedo".
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