lunes, 6 de abril de 2020

La gran historia de la pandemia 2 (basado en sucesos reales)


Me empeñé en cumplir la condena cuanto antes, apurado, porque el ambiente del cuartel era angustioso. Estábamos dentro de un convento medieval o en el prólogo de una película porno albanesa, con los guardias vestidos de capuchinos, las guardias de teja y mantilla y mis compañeros con apariencia de reos de la Inquisición. Además, el dictado paranoico de la profesora de Lengua se me hizo insoportable. Debía esmerarme en la copia antes de perder el oremus. Mi pena era doble, por lo que tuve que transcribir la primera y segunda partes del Quijote, 52 + 74 capítulos. Se asombró el guardia cuando le entregué el escrito sin faltas y leyó la palabra final, "Vale". Un piloto verde se iluminó en la puerta de salida y lloré de alegría, mientras me sujetaba el hombro para que no escapara del tronco.
Me dieron la libertad, un cirio y una mascarilla no homologada, pero conmigo no funcionó la telerrehabilitación. Llegué a mi casa con otra idea fija en la cabeza, cumplir la segunda obsesión de mi adolescencia: follar en un balcón. A mi mujer le plació la idea y salimos dispuestos a darlo todo, con tan mala suerte que, justo en el momento del clímax, dieron las ocho de la tarde. Los vecinos salieron también a sus respectivos balcones y comenzaron a aplaudir con estrépito. En ese momento, fuera de mí, pensaba que lo estábamos haciendo muy bien, pero me caí del caballo al oír que los vecinos entonaban a coro "Resistiré", en clara referencia a una situación que posiblemente no podría evitar. Esta pandemia está sacando lo mejor de nosotros mismos, resistí.    

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