Hoy he escrito un heliogábalo,
he llamado a una agencia de viajes,
he respondido a quince guásaps,
he reservado una habitación de hostal por internet
y, mientras escucho a Bill Evans en el ordenador,
respiro el sosiego de una mañana sin poesía
y con dolores de barriga.
En el campo recogen ajos
y en los bancos insultan a las viejecitas,
todo sigue como siempre;
con la tranquilidad de un día sin guerra.
En las noticias truenan
el suicidio de un banquero y el arresto de un gerifalte deportivo.
Del campo y de lo mío, nada.
Seguimos en el ostracismo.
A nadie le interesan las gestiones de reserva,
ni Bill Evans, ni los dolores de barriga,
ni los heliogábalos,
ni siquiera los ajos, tampoco la poesía,
a pesar de que se venden libros de heliogábalos
como bragas en el Primark
y los llaman libros de poemas.
Hace calor, es verano,
y las viejecitas escupen a los banqueros.
Todo sigue como siempre.
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