sábado, 25 de junio de 2016

De la Toscana a Venecia. I Pisa y Lucca


Pisa es el paraíso de los "selfies" y las fotos engañosas. El arquitecto del campanile sí sabía que su construcción se inclinaría con el paso de los siglos y también sabía que las costumbres sociales degenerarían hasta el gregarismo más estúpido. El espectáculo arquitectónico del Campo de los Milagros no es el objeto de las visitas, sino la afición malsana por las cucamonas, las cabriolas y las contorsiones imposibles cuando a uno le toman una instantánea. La turba de turistas se afana, se enfada, se apiña y hasta llega a las manos si es necesario por conseguir una fotografía que refleje cómo él y no otro es el que sujeta la Torre de Pisa para que no caiga. Los secretos de la perspectiva ya no lo son. Los maestros del Renacimiento caerían muertos ante tanto avanzado. Todo el mundo es experto ya en los misterios del delante, detrás, derecha, izquierda, cerca y lejos.
Los españoles y los japos somos mayoría. No hay quien nos venza en el arte del turismo de eyaculación precoz. Aún no hemos pasado por el baptisterio, cuando ya estamos en otra ciudad. Eso sí, pertrechados con un buen arsenal de imanes de escayola y camisetas de la torre.
Lucca, aquella ciudad tranquila, de calles frescas, sin tráfico, enlosada con grandes lápidas de granito, con sus torres medievales jalonando las callejuelas, ha sucumbido (como todas) al fútbol en estos días de Eurocopa. El escándalo de los aficionados aplasta los restos del sosiego y convierte la ciudad serena en un hervidero de gritos fanáticos y locutores desaforados. Italia y Suecia juegan en las calles de Lucca. Los futbolistas patean los adoquines y hacen temblar la estampa lírica de la plaza del Anfiteatro.
Por la noche lo de siempre: salgo de la habitación, echo una bronca a los alumnos y, cuando me doy cuenta de que no son de nuestro grupo, vuelvo a la cama y pienso que, o estoy perdiendo vista o estoy ya mayor para andar de pueblo en pueblo (como los cómicos de la legua) paseando adolescentes por todos los rincones del mundo.
El hotel de Montecatini se llama "Villa Rita". Esperemos que el nombre se haya puesto en honor de la hija de Miliki y no para venerar a la musa de la ruta del "caloret".

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