Se besaron hasta acabarse las lenguas,
hasta fundir las miradas de los transeúntes,
hasta destrozar el pasado de la ciudad y abrasarla de color.
Se besaron eternamente,
después de que los gusanos les hurtaran las salivas,
después de que la tierra les minara las bocas.
Se besaron en la acera de la muerte,
donde se resbalan los zapatos de charol
de los paseantes sin voz,
donde se resiste el amor al leviatán
del tiempo
y eleva la imagen varada un helor de amor
tan viva como el reflejo de un estanque helado.
Se besaron
y se amaron
posiblemente
en una habitación
oscura
bajo la llama de una bombilla oscilante
que seguramente yace en el fondo de una montaña de escombro,
entre un abrigo largo y una maleta desvencijada..
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sábado, 7 de julio de 2012
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