Si Lorca nos oyera,
si Cernuda viviera por escucharnos,
abrirían la tierra
que enmudece sus labios,
y descenderían por las laderas
sus recuerdos amargos
para ser enterrados.
Si Alberti fuera el viento,
si Aleixandre pudiera abrir los años,
no estarían perdidos
en la arboleda, en llanto,
y no habría destrucción, sino amor,
y lloverían labios
para ahogar las espadas.
Les gustaría ver
cómo nos perdemos entre sus cantos,
cómo hasta Andalucía
llegamos para amarlos,
sudamos por conseguir una huella
de sus ilustres pasos,
de sus nubes y llamas.
Sentirían la flor
de juventud de nuestros abrazos,
la alegría nueva
que ellos no gozaron,
el deseo de manchegos y vascos
más realidad que nunca,
por ellos levantada.
Si los vemos y oímos,
no han muerto porque están en nuestras manos,
si aún los sentimos,
es que no han acabado
porque oímos su llanto.
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