Por si os parecían pocas aquí va la novena entrega del análisis de David Arona sobre mi novela y aún queda alguna más.
Entre Torralba y Mencía se establece una verdadera amistad. Es real y auténtica la preocupación de Torralba hacia Mencía por “el qué dirán”. “Las alcobas de esta villa son transparentes”. Torralba hace referencia a la delación de unos vecinos sobre otros, de la vigilancia continua en todo momento y lugar… sistema instaurado por el Santo Oficio y copiado varios siglos después por
La pareja Mencía Torralba se opone diametralmente a las cómicas. Mariana y Juana se envidian y se odian mutuamente: “¿Acaso no levantan más los ánimos mis zarabandas que esa anatomía de gallina despepitada de Juana?... Si en la mancebía ya se mostraban esas claras preferencias del senado. Yo era requerida por tantos caballeros de marca que las obras se las dejaba a ella y aun algunos venían después quejosos por haberlos arrojado entre brazos tan huesudo.” Aquí Mariana pinta a la primera dama de la compañía como un personaje caricaturesco, con dos rasgos. El narrador le transfiere la técnica expresionista al personaje. Sin embargo, y ahora sí vamos a hablar del experimento naturalista por excelencia de la novela: la irrupción de la inquisición en las vidas de Torralba y Mencía las convierte en enemigas irreconciliables; en cambio, el éxito de la compañía de cómicos en Toledo apacigua los ánimos entre Juana y Mariana. No sólo los destinos, sino con ellos las relaciones humanas varían y están determinados por las circunstancias de la vida y, a menudo, el azar transforma la voluntad de los individuos en un elemento menor. Ambas relaciones reflejan la esencial fragilidad del alma humana, la debilidad de nuestros afectos, la pequeñez de nuestra firmeza y lo voluble de nuestras emociones. Como decía Evaristo el cantante de “
A pesar de que Mencía en un principio muestra un carácter generoso y humano y pone de manifiesto su verdadero afecto por Torralba: “-No deben llegar a ese extremo, Torralba de mi alma. Nadie soporta ese suplicio sin cantar lo que ellos reclaman. Si te ves en el cabo de decir cualquier cosa para salvarte del potro, dila. Pregunta qué es lo que quieren oír y confiésalo sin falta.” La rabia posterior de Mencía hacia Torralba retrata a la protagonista como un ser esencialmente humano, no como una heroína idealizada de una película hollywoodiense, sino como una mujer que siente como su mundo y su vida se le vienen encima principalmente por la falta de prudencia de la que había sido su amiga, por la vanidad de Torralba que le llevaba a dar indicios de lo que sabía gracias a la morisca, cabo del hilo por el cual ambas fueron atrapadas y Mencía destruida. “La compañía de Torralba le había hecho mucho bien, pero tras oír al capellán se le hacía que su indiscreción había sido la causa del atropello que sufrían. Se le llegó a levantar un recelo enconado contra la que en las últimas semanas se había convertido en el báculo de su vejez. Aquella religión de amor que tanto las unía, se desmadejaba ante la amenaza de la muerte violenta…Toda la ira que no había descargado hacia el cura se aplicaba a su relación con Torralba.”
Ante el instintivo miedo a la tortura y al dolor, también Torralba toma distancia respecto a su amiga. El terror institucionalizado y dirigido hacia un pueblo acaba sacando lo peor del ser humano (recordemos
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