En la undécima entrega, un estudio del tiempo, de la época en la que se inscribe la novela y su desarrollo cronológico. Honrado quedo por ir en el final del comentario de David de la mano de Miguel Delibes.
II. 3-. El tiempo.
La novela comienza en otoño, en la época de vendimias: “Retales dispersos de encinares y ocres viñedos… Los mozos vendimiadores se tronzaban el lomo al borde del camino, hundidos hasta los tobillos en el barro que ya acumulaba la viña”. Y finaliza en pleno invierno, en el momento culminante del auto de fe: “Las nieves habían tejido en los tejados de la ciudad un tapiz de clara suavidad. La catedral desmochada engullía negras figuras que se destacaban en el fondo blanco de la escalinata” (nótese la aliteración de la jota y de las oclusivas –la c, la t, la k, etc que sugieren por un lado el crujir de la nieve, el sonido del frío que rasga la piel, el auto atroz que cercena la normalidad de una mañana de invierno reforzado con la sonoridad aplastante de las oclusivas, otra vez la lengua deviene lírica).
Las estaciones en las que se desarrolla la acción son opuestas al eterno verano del Quijote, al verano de la ficción y del sueño, al verano de las aventuras donde la crueldad parece atemperada y la presión del poder adormecida. El otoño y el invierno nos anticipan una vocación de muerte y exterminio esgrimida por una sociedad fanática que se derrumba por estos derroteros hacia la expulsión de los moriscos, la presión sobre los conversos, el talibanismo militante y el fin de un imperio inmenso pero breve debido a una gestión irracional dominada por la ortodoxia católica y basada en un odio racial que produciría consecuencias irreversibles sobre la economía y la sociedad de
Me interesa destacar la habilidad del autor en la discursivización del tiempo de la historia. El narrador utiliza la técnica del simultaneísmo. Es decir, mientras los cómicos se marchan de Almente, y ya van por esos caminos, en la villa se prepara el principio del fin: “Acertaron los cómicos con la salida apresurada de aquel lugar porque al día siguiente, miércoles, día de mercado, el obispo Cañizares junto a los familiares de la inquisición se presentaron en la misma plaza para leer la lista de acusados y testigos…” El simultaneísmo –dos acciones que se producen al mismo tiempo en espacios distintos- pone de relieve la coincidencia de opuestos. La alegría de los cómicos contrasta con el sufrimiento de los ajusticiados; la curiosidad de los que llegan a la ciudad con ansias de triunfar se opone abiertamente al estado de ánimo de los que allí han sido conducidos para morir cruelmente. En definitiva, el espectáculo que piensan representar los cómicos se opone frontalmente al espectáculo macabro que el Santo Oficio se propone ofrecer a sus parroquianos. El auto de fe suponía una verdadera representación teatral, pero donde la ficción no tenía cabida y las sentencias reales se ejecutaban inmediatamente y en directo. Suponen un espectáculo ejemplarizante del poder de la iglesia hacia la masa, una invitación al miedo, a la delación y a la sumisión. Antes se ha analizado de qué modo influye la inquisición en las relaciones personales (Torralba- Mencía; Mencía- Fray Berto), al final de la novela se pone de manifiesto una perspectiva general, una socialización del miedo, donde los miserables pueden alegrarse de ser público y no estar encima del tablado. Si la comedia barroca de Lope de Vega, Calderón de
Las obras literarias de los siglos de oro mostraron siempre una parte de la realidad pero nunca llevaron el foco a las orgías de sangre y carne quemada que marcaron la vida de
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