lunes, 11 de julio de 2016

"El alcalde de Zalamea", arquitectura perfecta y el dilema de Martín Villa


Don Lope de Figueroa reta a Pedro Crespo en tozudez y en hidalguía. Los dos actores refuerzan sus papeles cuando están juntos. Notario y Gómez se encuentran en el escenario y retumban las tablas. Cuando Notario desaparece, Gómez se resiente, renquea y, como el personaje, se hace más pequeño.
De todas formas, la arquitectura es perfecta: la puesta en escena engrandece una obra de verso fácil, de acción trepidante y de personajes hondos. Las sentencias salpican al espectador una y otra vez, como si un oteador de Facebook hubiera estado buscando durante años los mejores dichos acerca de la honra y sus alrededores.
Hasta los graciosos, esos personajes que los preceptistas despreciaban (la degeneración del arte escénico, mezclar tragedia y comedia), se unen al drama para engrasar la maquinaria. El hidalgo ridículo, más Lazarillo que Quijote, es el contrapunto de los héroes, el que relaja la tensión. Con arriesgada apuesta, Lope, Calderón y Shakespeare incorporan a estos personajes a la tragedia. Los hombres serios de su tiempo y del siglo XVIII los vilipendiaron por ello. Yo veo en la inclusión del fool en el Rey Lear, en los graciosos de Lope y en el hidalgo de "El alcalde de Zalamea" la audacia de los genios. Solo autores de altura son capaces de hacer útiles a un bufón en un asesinato y a un bobo en un asunto de honra. Solo la ironía, la desfachatez, el descaro son capaces de estos alardes.
Helena Pimienta deslumbra siempre en sus montajes. Ayer, en "El alcalde de Zalamea" disfrutamos de nuevo de la fiesta del teatro clásico: las jácaras, los chascarrillos, los lances de espada, la música, la danza, el drama, la hondura del verso bien dicho, el espectáculo cómico en toda su extensión jovial del Siglo de Oro.
Al salir del teatro, vemos al exministro de UCD Martín Villa. ¿Con quién se habrá identificado este señor? ¿Con la honestidad incólume de los dos protagonistas o con la rapiña desaforada del capitán? Quién sabe.
Y otra pregunta: ¿Qué es el calor de Almagro ante todo esto? (a esta sí respondo) Nada y menos que nada.  

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