domingo, 19 de febrero de 2012

Torrente maldito (XV)


Continuamos con el relato, ahora nos encontramos nada menos que en Benidorm, según la trama de los alumnos. La mía sigue con traiciones amorosas, después de la casualidad paranormal de la única fecha que ha aparecido en el relato hasta ahora. Os dejo el fragmento propuesto por PAOLA CASTILLO y el mío.

El mío:

La mañana del 29 Raquel y Marcelo se dirigían hasta la casa de Carla para despedirse de ella. La muchacha había pasado dos horas ante el espejo para moldear su media melena castaña que enmarcaba un rostro redondo y gracioso aún marcado con las espinillas de la adolescencia. El denso maquillaje que utilizaba su madre empastaba ahora los volcánicos restos de su maldita pubertad. Se presentó ante Marcelo radiante y dispuesta a cualquier cosa. La experiencia del chico en el trato con el sexo opuesto le indicó que pocos esfuerzos debería realizar para conquistar a la presa que tan dócil se le presentaba.

Raquel coqueteaba con descaro, mientras Marcelo la observaba con la tranquilidad del depredador que sabe suya la presa. Se regodeaba ante la seguridad de la entrega incondicional de que hacía gala Raquel, enfundada en un brillante plumífero blanco que resaltaba la mirada descarada de sus ojos oscuros.
-Me gustaría tener amigas tan leales como las de Carla. Siempre he pensado que ella no os merece. Sobre todo a ti, Raquel, tan atenta con ella y tan preocupada por su situación sentimental. Me demuestras una madurez que no he visto en chicas de tu edad –lanzó el anzuelo de la adulación Marcelo para terminar de enganchar a la ya encantada muchacha.

-Más de lo que tú sabes, Marcelo. Te voy a confesar, ahora que ya no vas con Carla, que siempre he estado por ti, pero no te lo he dicho por respeto a ella –se lanzó Raquel sin ningún preámbulo y casi con desesperación sobre aquel chico perseguido por la mitad de las muchachas del instituto.

-Me vas a poner rojo, Raquel –mintió Marcelo-. Yo creía que no ibais a mirarme a la cara después de dejar a Carla y me jodía, más que nada porque a mí siempre me habías gustado más que tu amiga, pero creía que eras inaccesible, que no me harías ni caso si te hablaba. En realidad, cuando me acerqué a vosotras fue porque tú me atraías, pero no me atrevía a decirte nada. Cuando Carla me abordó en la discoteca no supe decirle que no por miedo a su reacción, pero en realidad la que me interesabas eras tú, Raquel –le lanzaba con suavidad las últimas palabras a la vez que, dulcemente, aproximó su mano desnuda al guante de la chica hasta entrelazar sus dedos y confirmar su entrega con una mirada melosa que les detuvo en mitad de la acera. Ella enarcó sus brazos alrededor de su cuello y lo aprisionó con torpeza nerviosa. Él calmó su sed con un beso tan hondo como falso...CONTINUARÁ

-El de PAOLA:

Carla y sus hijos llevaban ya un par de años viviendo en la casa del padre de los gemelos. Los niños le querían mucho y Carla estaba tranquila. Parecía que durante estos dos años la felicidad había llegado por fin a la vida de Carla y había conseguido olvidar aquel terrible capítulo de su vida en el que esta dio un giro por completo. En cambio, algunos días le era imposible dominar su instinto asesino y se dejaba llevar, lo que hacía que Carla no pudiera dejar de matar gente inocente para beber su sangre.

Los vecinos de Benidorm empezaron a inquietarse por la cantidad de asesinatos que ocurrían desde que Carla y sus hijos se mudaron a la ciudad, así que reunieron un grupo de personas que se dedicara a averiguar lo que ocurría. Después de varios meses de investigación llegaron a la conclusión de que en aquel lugar vivían vampiros.

Carla, ajena a lo que estaba ocurriendo, caminaba hacia la guardería para recoger a sus hijos. En la entrada había muchas madres reunidas, esperando a que sus hijos salieran. Carla se unió a la conversación, pues parecía interesante: Las mujeres hablaban sobre el grupo de investigación que hace poco se había creado en el barrio, la noche anterior habían entrado en una casa en busca de aquellas criaturas y salieron con un hombre; aunque le sujetaban entre todos él era capaz de tirarlos al suelo con un empujón y dos veces estuvo a punto de escaparse. Aquél hombre tenía la piel pálida como la nieve, y según la gente que les vio, llevaba la boca llena de sangre.

Al escuchar esto, Carla empezó a tambalearse y sus piernas comenzaron a temblar. Dio varios pasos hacia atrás y se sentó en uno de los bancos que había en la acera. El miedo se había apoderado de ella. Por la descripción que le habían dado las mujeres y el lugar en el que había ocurrido, supo con certeza que el hombre a el que se habían llevado era Mikel y, por lo tanto, no tardarían en ir a por ella...CONTINUARÁ

martes, 14 de febrero de 2012

Las cifras conocen el misterio del calamar


El déficit se abrió las venas
en la bañera de porcelana
y enterró las madejas de números
en el vientre muerto de un pulpo.
El superávit salió de casa
con la camisa de nardos
y tras volver la esquina
removió las nieblas de los escorpiones.
El paro se quedó preñado
y lamió las hebras de la placenta
con lengua de trapo.
La crisis devolvió un huevo
de anacardo para desahogar
su vientre de nísperos.
El banquero se pulió las uñas
de mármol con un buque negro
repleto de leones de mar.
El nikéi se enfundó la espada
de volantes y labró dos surcos
de mostaza.
En la bolsa ya nadie trina,
todos detienen sus menopausias
en el bidón hirviente de las amebas.
El miedo ha vuelto, envuelto en papel de aluminio,
y cantan las divisas un salmo de buena nueva.

Si tienes corazón, envuélveme los nudillos


No seduzcas a tu madre,
no seduzcas a los grillos,
no vayas con niñas feas,
no te juntes con lebreles,
apunta bien alto tu paraguas
y en la cantonera del buitre
ensartarás la más peleona de las nubes.
No seduzcas a tu madre,
no vueles en silla de palo,
no te revuelques en la gelatina
de los besos de marquetería.
Si me encierras en tu sexo
no volveré a leer la Biblia
en todos los días de mi vida.
No seduzcas a tu madre,
no vibres con la mantequilla.
Si quieres un consejo,
levántate las faldas
y muestra los dientes muertos
a los miembros de las iglesias,
a los senadores desnudos,
a las matronas de vidrio,
a los escarabajos sin pulseras.

miércoles, 8 de febrero de 2012

La soledad y el cirujano


Cuando la soledad me abraza
y me mece en su indolencia,
paro a contemplarme
y la mirada huye
hasta situarse frente a mí.
Mi mirada es de otro, de un
cirujano cínico que,
con agudo bisturí,
analiza mis pasiones
y mis odios,
lava mis tripas bajo el grifo
de la burla,
rasga la piel hasta desangrarme
en insignificancia.
Me hiela su mirada...
Cuando el pitido del electro
ya no fluctúa,
me lanzo contra el médico desalmado,
lo engullo,
y salgo a la calle
en busca de refugio.

viernes, 3 de febrero de 2012

Torrente maldito (XIV)


Un nuevo fragmento de Torrente maldito. Ya nos acercamos al final. En este caso es SORAYA ARAQUE la autora. El cuento no para de dar giros a un lado y a otro, igual estamos inventando un nuevo género. También os dejo mi continuación.

Mi fragmento:

Capítulo II: “Bristol”


La noche del 29 de diciembre, Carla se encontraba en su habitación rellenando la maleta con la última entrega de Colmillos de terciopelo. Las manos le temblaban todavía recordando los últimos sucesos. No había descansado en condiciones desde hacía dos días. Dejó la maleta a medio hacer, y se recostó sobre la cama. Apagó la luz y buscó con desesperación la inconsciencia del sueño. Apenas había relajado su cabeza sobre la almohada cuando la sobresaltó un resuello débil que no sabía de dónde procedía. El silencio lo llenaba todo salvo una leve respiración que sonaba muy cercana. La ventana estaba sellada y las persianas echadas. Su madre hacía ya un buen rato que se había acostado tras recordarle que descansara, pues al día siguiente emprenderían viaje a Inglaterra donde las esperaba la abuela. En un principio, creyó que el sonido era producto de su imaginación. Cerró con más fuerza los párpados y se cubrió con la almohada. El resuello sordo se convirtió en un jadeo ahogado de moribundo. Comenzó a sudar nerviosamente. Escuchó con claridad el estertor apagado. Pese al pánico que comenzaba a inundarla de nuevo, intentó localizar la procedencia de aquella respiración de viejo cansado. Retiró la almohada, buscó el interruptor de la lámpara de su mesita de noche, pero el bailoteo de la mano la hizo caer. La bombilla estalló y el corazón de Carla comenzó a bombear furiosamente en el abrigo del pijama. El rugoso jadeo se hacía ahora más evidente. Llegaba desde debajo de la cama y había abismado a la muchacha en una congoja angustiosa. Se arrebujó bajo las mantas y notó cómo un hálito gélido le helaba la nuca. El resuello era ahora mucho más próximo y se podía distinguir el difícil paso del aire por cavernas de espinas. Carla intentó gritar para llamar a su madre, pero no pudo, el aliento de moribundo que parecía haberse colado ya en su cama la tenía maniatada. Se atrevió a lanzar su brazo hacia atrás…

Y el de SORAYA ARAQUE:

Ella se creía que todo era un sueño, pero no era así. Carla le dijo que eso ya no le importaba, ya que era agua pasada. Mikel, loco de contento, la abrazó y le dijo que se le había ocurrido la idea de alquilar un pequeño apartamento en Benidorm donde ellos podían vivir tranquilamente sin molestar a nadie. Carla aceptó y en unos pocos días se marcharon. Al cabo de un mes, Carla se quedó embarazada de mellizos y Mikel estaba loco de contento. Al pasar los nueves meses, nacieron dos niños preciosos, pero había una cosa que a Mikel no le cuadraba y era que los niños tenían la piel negra, entonces él pidió hacerse las pruebas de genética para asegurarse. Al cabo de una semana las pruebas dieron que no eran hijos de él. Carla no se imaginaba que Mikel había hecho eso. Entonces ellos hablaron con la verdad y Carla le confesó que fue con un viejo amigo que ella se encontró por la playa mientras que Mikel estaba limpiando el apartamento. Él se enfureció y la sacó a la calle junto con los niños. Ella no sabía dónde ir, entonces decidió llamar al padre de los niños y contarle toda la verdad para que los acogiera y así fue. Los niños fueron creciendo y se dieron cuenta de que su madre tenía algo raro que las demás madres no tenían. Unos amigos le dijeron que lo más probable es que su madre fuera... CONTINUARÁ.

miércoles, 1 de febrero de 2012

El amante de la muerte


Me destrozó sin ojos su mirada
con el poder de las cuencas vacías.
Me derramé en sus cariadas encías
con la lengua en sus despojos varada.

Lamí con pasión sus caderas frías,
bebí sin piedad su alma desalmada,
gocé con violencia desatada
desde mi sexo hasta sus letanías.

Aún no existes, amor, y ya te hallo
en el ritmo del dáctilo sonoro,
en el estruendo aéreo del rayo,

en el tacto húmedo de tu lloro,
en el aroma irreal del desmayo.
Aún no existes, amor, y ya te añoro.

domingo, 29 de enero de 2012

Torrente maldito (XIII)


Por fin, después de las fiestas, Eva Poveda me ha enviado la nueva entrega del relato. Aquí os lo dejo, junto a mi fragmento. Ya quedan pocos. El próximo día habrá sorteo para ver quién es el próximo en colgar el relato. Sabéis que el último tiene que dar colofón al mismo y que lo intentaré editar de manera casera para que lo podamos tener todos. Un saludo.

Mi parte:

-¿Y las chicas de segundo no tuvieron nada que ver en lo vuestro? –apuntó Julia, todavía no del todo absorbida por el aura del macizo.

-Julia, tú sabes que yo tengo muchas amigas –colocó su mano conciliadora sobre el antebrazo de la chica, que tembló ante el nuevo contacto-, pero nunca le he sido infiel a Carla. Cuando me comprometo, lo hago con todas las de la ley. Te aseguro que rompí por su bien. Ella me había convertido en el co-protagonista de sus fantasías aberrantes y creo que si me aparto y vosotras la ayudáis es posible que no pase a mayores.

-Será difícil que la podamos ayudar en algo. No se deja, y, además, mañana se va a Bristol para ver a su abuela, que está más loca que ella –sentenció Denia, aburrida ya de oír hablar de Carla y de que nadie reparara en el nuevo corte recto de su flequillo moderno.

Raquel advirtió el coqueteo de Denia y se levantó con la excusa de ir hasta la barra para pedir algo. Se inclinó sobre Marcelo asiéndolo del hombro:
-No le des más vueltas –le susurró al oído-, dime qué quieres, y olvídate de Carla. Nosotras trataremos de que entre en razón, pero esta tarde podrías venir conmigo a verla y así te disculpas, quedas bien conmigo al lado y la tranquilizamos. Nos despediremos de ella y le pediremos la llave del Edificio Central que yo te dejé.

Denia intentó escuchar lo que Raquel estaba murmurando, pero Julia se dirigió a ella para confirmar las palabras del chico sobre la obsesión de Carla. Cuando volvió su vista hacia ellos, su hasta entonces amiga le ofrecía un botellín, a la vez que inclinaba su busto descaradamente sobre la espalda de Marcelo. CONTINUARÁ.

El texto de EVA POVEDA:

Carla estaba muy a gusto con él. Pasaron unos días juntos recorriendo el mundo, el vampiro al tener una larga vida conoció muchos lugares y los quiso compartir con Carla. La llevo a París, la India, México, un sin fin de lugares, conociéndose, pasándolo bien, e intentando olvidar todo lo ocurrido con la madre de Carla y sus amigos. Carla y el vampiro cambiaron de táctica ahora solo mataban a violadores, asesinos, ladrones, etc. Eso no cambiaba que estaban matando pero hacía que Carla se sintiera mejor. Un día Carla le preguntó al vampiro porque la trataba tan bien y cuidaba de ella. El vampiro se puso algo nervioso Carla notó cómo le temblaban las manos, después de un rato en silencio el vampiro miró a Carla a los ojos, esta vez sus ojos no eran de rabia e ira, todo lo contrario daban la impresión de dolor y nostalgia. El vampiro se decidió a hablar:

-Mikel: Carla, cuando te cuente esto, todo cambiará, no sé lo que pensarás de mí. Me llamo Mikel nací en Alemania en 1802.

-Carla: no lo puedo creer, tienes…

-Mikel: si tengo 210 años, yo vivía feliz en Berlín mis padres murieron y heredé todo un imperio con solo 22 años. Tenía una vida perfecta, grandes amigos, era rico, y lo más preciado, mi prometida, Mariana. Estábamos muy enamorados y un día le pedí que se casara conmigo, ella aceptó. La noche de antes de la boda mis amigos decidieron hacerme una fiesta para despedir mi soltería. Esa noche estaba en el bar con unos amigos y salí a que me diera el aire y a reflexionar sobre el día que me esperaba, a la calle, a un callejón que había justo detrás del bar. De repente escuché un paso detrás de mí, todo fue muy rápido…, solo recuerdo que me desperté con los rayos del sol agonizando, aturdido, sin saber lo que había ocurrido y de repente me acordé de que era mi boda con Mariana. Fui a mi casa, mi familia me hizo muchas preguntas, yo no me acordaba de nada. Todos, incluso yo, pensamos que fue una simple borrachera, me vestí y fui a la iglesia. Cuando llegué solo pude contemplar su belleza e inspirar su olor, era delicioso una mezcla entre frutas y lavanda y sentí un deseo irrefrenable de saciar mi sed que hizo que delante de todo el mundo fuera ante ella y acabara con su vida.

Después de contar esto, Mikel se sentó mientras que le caían pequeñas lágrimas sobre sus mejillas, sonrojadas de la vergüenza al contar que había acabado con su amada, y siguió hablando:

-Mikel: Soy un monstro…

-Carla: No lo eres, te guiaste por un impulso igual que yo con mi madre. Pero, ¿qué tiene que ver esto conmigo?

-Mikel: Un día venía de alimentarme y decidí parar a descansar al viejo edificio abandonado. Cuando estaba descansando la vi, era Mariana, su olor era algo cambiado, pero igual o más apetecible, la até a la silla y allí la observé hasta convertirla en vampiro, después llegaron sus amigos…

-Carla: ¡Para, para, estás hablando de mí, del día en que nos conocimos, no de Mariana! Mikel se te ha ido la cabeza.

Mikel: Carla, tú eres Mariana, eres tú, tienes su rostro, su olor, sus ojos…, ¡has vuelto amor mío, has vuelto! Por eso te mordí, para que pasáramos juntos toda una eternidad… CONTINUARÁ

domingo, 22 de enero de 2012

Ni siquiera los pies me dan consuelo


Al observar con detenimiento el horizonte,
una niebla densa penetra en la piel
y llena la mirada de escalofríos.
Todo es informe y acuoso,
nada se puede palpar con las yemas de los dedos,
todo se deshace en la lontananza
y el cristalino se empaña con escarcha
de gelatina.
Mejor bajo la vista y sujeto al abismo en mis pies.
Ni siquiera esto me consuela:
dos uñas se me están pudriendo.

sábado, 31 de diciembre de 2011

Enamorados de la muerte


Se enamoró de la muerte
aquella mañana de invierno.

La vida se había mostrado
como una amante caprichosa,
le hacía sufrir hasta la extenuación,
hasta dejarlo sin hálito.
Lo despreciaba con crueldad,
lo maltrataba en sus desdenes
como una amante caprichosa.
Cuando aparentaba rendirse a sus abrazos,
se alejó y le escupió con desprecio,
se rio de él y lo sometió a un martirio indecente,
como una amante caprichosa,
que ni siquiera conoce el amor.
Se sometió a sus melindres,
le prometió su salud
y ella lo premió con una bofetada de bilis,
como una amante caprichosa
que se complace con la sangría del amado.
Él se entregó a los hospitales,
se arrodilló como nunca lo hizo,
engulló su orgullo y le rindió sus últimas esperanzas.
Ella, como una amante caprichosa,
le pagó con ira cruel, con desprecio y dolor,
con un dolor hondo, agónico.

Cuando ella se alejó definitivamente,
una paz y un sosiego densos
encendieron su rostro ya lívido,
se enamoró de la muerte,
perdidamente,
embaucado por su encanto sincero,
por su mirada recta,
por su placidez de ama nutricia.
Se enamoró de la muerte
y una sonrisa de nubes
apagó su dolor.
Quienes lo observamos
envidiamos su suerte,
nos enterneció su entrega
y su complicidad de niebla.
Nos enamoramos de la muerte,
pero ella no nos concedió su sexo eterno,
todavía.

jueves, 29 de diciembre de 2011

29 de diciembre


Las horas avanzan a latigazos
sobre unos días sembrados de cristales.
En cada chasquido saltan jirones de piel
y se abren heridas de amargura insoportable.
¿Quién ha pagado al tiempo para imponer
este castigo indecente y gratuito?
¿Qué animal perverso se recrea
con el sufrimiento a que nos abocan los años?
Un cómitre salvaje revienta las espaldas del galeote,
al golpe de la vejez sigue el de la enfermedad,
luego el de la agonía, y se detiene en su violencia
para que la muerte se transforme en sosiego,
para que el último estertor se convierta en un martirio deseado.
Cae el cuerpo al suelo y se desangra rasgado por los vidrios,
en un rodar de labios deshechos.
¡Goza, hijo de puta, con tu obra,
complácete con nuestra derrota!

lunes, 26 de diciembre de 2011

Coplas al aviso de la muerte (II)


Recogerán las sábanas tristes,
una noche, tus huesos enfermos.
Harás caja y cerrarás la persiana metálica,
dejarás en penumbra la trastienda.
Cerrarás los párpados por última vez,
y pensarás que ya no habrá más mañanas
de sol, ni más tardes de lluvia.
Sentirás, en la oscuridad de la habitación,
cómo serán los días sin días,
cómo correrá el tiempo sin relojes,
cómo calentará el sol de la eternidad,
cómo se trabajará sin brazos,
sin manos, sin uñas.
Soñarás el último sueño
y la vida se irá con él:
se desvanecerán las higueras
tras los ventanales empañados,
hasta perderse en el limbo de la inexistencia.
Se vaciarán los vasos de limón
para apagar el tabaco negro
y se desharán los solitarios
para fundir la pantalla
de televisión.
Sobre la almohada reposará
una cabeza inerte,
rebañada de recuerdos y de sueños,
aún con la brillantina de la mañana,
pero sin el lustre de lo animado.
Quedará un rastro de aceite
sobre la tela blanca.
Volverás al origen,
al germen de lo nonato
y quedará en nosotros
un rastro oleaginoso
de tu alma.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Coplas al aviso de la muerte (I)


Cuando la muerte presenta su tarjeta de visita
con los bordes mordidos por la estupefacción,
se asienta un hedor de abismo
en lo más profundo de la garganta
que ahoga las palabras.
Ni siquiera el rumor de lo cotidiano
acalla el infame aroma de la putrefacción
y un temblor de pánico
se instala en el miserable pasar de las horas.

Cuando la muerte se abre paso
con la ferocidad que acostumbra,
nada, ni siquiera el amago del recuerdo,
nos sirve para retener su embestida.
Un adiposo traje de babosas estrujadas
nos viste por la mañana y no nos abandona,
nos persigue a través de nuestra memoria
y no deja que el bálsamo del pasado
sirva para despegar las babas pegajosas
que nos engullen.

Cuando la muerte se presenta de improviso,
ante quien te ha servido de apoyo tantos años,
fabrica una ira vacía que sacude el cuerpo hasta el llanto.
un llanto estéril y agrio que no encuentra recipiente
donde contenerse; un llanto feroz, desesperado,
como el gañido del infante cuando nace.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Gastronomía visceral


Si me abres el cráneo
y palpas con la yema de los dedos
mi suave cerebro,
notarás un leve escalofrío.
No es la causa la conciencia
de acariciar mis pensamientos,
sino más bien el asco
que produce el vacío.

Si me sorbes los sesos
con una caña de plástico
podrás sentir el sabor
de mi grumosa edad,
y aunque gustes mis años,
vomitarás la bilis
de mi nonada.

Si rebañas con miga de pan
la oquedad de mi cabeza,
un jugo viscoso
impregnará tu lengua.
Es el detritus
de mi inteligencia.

Si amas la casquería
y tu voracidad no se calma,
escoge otros manjares,
mis vísceras
no tienen salsa.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Torrente maldito (duodécima entrega)


Continuamos con el relato que nos dejó en vilo con el texto de Rocío. Ahora es BEATRIZ NAVARRO quien lo continúa. Atentos al nuevo giro. Es muy interesante la disputa por llevar el relato al terreno de lo vampiresco frente a otros que prefieren el de al parodia. Resulta enriquecedor. Ya queda poco para el final. Las últimas serán las primeras (y también las que más responsabilidad tienen). ¡Ah!, por cierto, la venganza por hacerme copiar estos textos tan largos a mano no se va a hacer esperar (soy muy vengativo).

Mi continuación:

-El día que vino el autobús de las transfusiones me sacó de clase y me arrastró hasta la plaza. Le pregunté que para qué me había llevado hasta allí y me dijo que era una sorpresa. Ella sabía que teníamos el mismo grupo sanguíneo y quería que me sacara sangre para guardarla en caso de que ella tuviera un accidente. Desde luego, ni yo pude sacarme sangre, ni le hubieran dejado quedarse con ella. Despechada, sacó un abrecartas que guarda siempre en su bolso, se hizo un corte en el dedo, lo chupó y me dio un morreo para pasear su lengua por todo mi paladar. Noté el sabor salado de su sangre y me asusté bastante –seguía relatando Marcelo las espesas locuras de su exnovia ante la embelesada mirada de las tres chicas.

-Lo que no sé es por qué aguantaste tanto con ella –apuntó Raquel.
Se había pasado. Una cosa era no echarle en cara su comportamiento con Carla y otra, bailarle el agua de esa manera tan rastrera, pensó Denia, mirando a Raquel de reojo. “Seguro que esta tía quiere agenciarse a Marcelo sin dejar que se enfríe el cadáver de Carla. Pero está claro que este tío está por mí. No hay más que ver cómo me ha mirado el culo cuando me he levantado a pedir las cañas”. Se había colocado esa tarde los vaqueros más ceñidos que tenía en el armario, segura de que ninguna de sus dos amigas podría competir con la potencia incontestable de sus maduras caderas.

-Y el rollo que se lleva con esos libros de vampiros. Dientes de terciopelo creo que se titulan. No hace otra cosa que leer esa porquería e intentar repetir las payasadas que se cuentan en ellos. Cuando comenzaron las vacaciones se empeñó una noche en que fuéramos hasta el jardín que rodea el Edificio Central. Menos mal que sabía ya de qué iba la cosa porque ella estaba convencida de que, cuando se queda vacío, allí habitan oscuros demonios y quería que lo comprobáramos por nosotros mismos. Sabía que yo tenía una copia de la llave y me la quitó. No quise acompañarla y esa misma noche rompimos.

El fragmento de BEATRIZ:

Carla le preguntó a aquella extraña cosa que decía llamarse la "princesa del pueblo" y que iba montada en un caballito de juguete que por qué le había hecho cometer aquella atrocidad. La extraña muñeca le contestó diciéndole que única y exclusivamente era ella la que había decidido hacerlo ya que nadie la había presionado. Comparó esa situación con el mundo de las drogas, con tal de conseguir tu dosis haces lo que sea necesario, y ella para salvar su vida no reparó en arrancar los ojos de aquel cuerpo inerte.
Tras hablar con aquel extraño ser, Carla traspasó una fuente de la cual salía una luz celestial y despertó agitada. Estaba en el sofá de su casa. Carla pensó que aquello solo había sido una pesadilla y para tranquilizarse, y sin hacer caso de aquel extraño sueño, sacó del bolsillo de su pantalón una bolsa hermética de plástico llena de "maría", un librillo de papel y un cigarro. Se lio un porro y salió a la calle a fumárselo para no dejar el olor impregnado en el salón de su casa. Era una noche oscura, hacía frío y no se veía a nadie por la calle, o eso creía Carla. Unos ojos acechaban a la joven desde lo alto de un edificio. Carla terminó de fumar y cuando entró en casa notó que algo no estaba bien, algo estaba distinto de como lo había dejado ella cinco minutos antes de salir a la calle. Asustada, corrió a su habitación y cerró la puerta, pensaba que allí estaría tranquila y que podría descansar; pero cuál fue su sorpresa cuando dio la vuelta para dirigirse a la cama y vislumbró la silueta de una persona sentada en ella. Contrariamente a lo que todo el mundo haría, Carla no se asustó. Conocía aquella silueta, aquel olor le resultaba familiar y aquellos ojos azules la llenaban de paz. Era él, aquel extraño ser que había aparecido en su sueño aquella misma noche.
-¡Hola, Carla! ¿Cómo estás? -preguntó el vampiro.
Carla titubeó al contestar:
-Bi...bi...bien, estoy bien.
-No te creo -dijo tajantemente el vampiro-, Si estuvieras bien no habrías necesitado drogarte. En el fondo te comprendo, yo también lo hice en su momento. Estás asustada por todo lo que has vivido esta noche, por lo que tú crees que ha sido un sueño, pero que en realidad no lo ha sido.
Carla, sorprendida por lo que aquel ser acababa de decir, solo acertó a articular palabras sin sentido y a repetir la palabra "mamá". Acababa de recordar que en el sueño mataba a su madre para saciar su sed de sangre. Sorprendentemente, la joven sacó fuerzas de donde no las tenía y preguntó:
-¿Y mi madre, dónde está?
-Tranquila, Carla, no seas impaciente, tendrás todas las explicaciones que quieras, pero este no es el momento para eso. Debes acompañarme, tengo que mostrarte y explicarte algo.
Carla, sin oponer resistencia, se subió en brazos de aquella criatura, y juntos saltaron por la ventana, por la cual empezaban a asomar los primeros rayos de luz de la mañana. Una vez en la calle, él empezó a correr tan deprisa que a Carla le entraron ganas de vomitar.
-Cierra los ojos, no te marearás -le dijo la criatura.
Así lo hizo la joven, y cuando abrió los ojos un escalofrío le recorrió el cuerpo. Estaba en aquella habitación del sueño o de la realidad, donde había estado atada a una silla. Preguntó qué hacían allí y el vampiro comenzó a hablar.
-Recorrías estos pasillos, asustada, preocupada, con el rostro pálido, cuando me llegó tu olor. Un olor embriagador que no había percibido nunca. Te seguí, y al verte tan inofensiva no pude evitarlo. Sin que me vieras, te cogí y te traje a esta habitación; te até para poder contemplarte sin que te escaparas y tras observarte un buen rato y seguir oliendo aquel aroma, decidí hacerlo. Aparté tu melena y dejé el cuello al descubierto, lo acaricié, lo lamí y después clavé mis colmillos en él. Saboreé tu sangre y después me senté para ver cómo el veneno que te había inyectado hacía efecto. Cuando el progreso había concluido, aquellos miserables amigos tuyos entraron y me golpearon, ¡qué ingenuos!, creyeron que había quedado inconsciente por el golpe, pero lo único que hice fue fingir hasta que te sacaron de aquí y yo pude escapar. Ahora he de decírtelo, Carla, tú ya no eres una persona, te han convertido en lo que yo soy, en la clase de criatura en la que yo me convertí hace mucho tiempo.
-¿En un vampiro? -preguntó Carla intrigada, a la vez que atemorizada.
-Sí, eso es lo que soy. Una criatura que se alimenta de la sangre y que disfruta vaciando las venas de las personas.
-¿Y en el hospital, qué pasó en el hospital, qué le pasó a mi madre?
-En el hospital, simplemente pasó una cosa, aumentó tu sed de sangre hasta hacerse incontrolable y hacerte perder la razón. Así que la respuesta a tu pregunta es muy sencilla, sí, mataste a tu madre para beber su sangre.
Carla comenzó a llorar al descubrir que lo que había pasado en su sueño había ocurrido en la realidad. Pero el vampiro la abrazó y ella sintió una gran paz en su interior. Aquella criatura le hacía sentir bien, tranquila, como en un mundo perfecto donde solo estaban ellos dos. Así, abrazados en aquella oscura habitación, pasó el día, y la noche cayó. El vampiro la invitó a recorrer de nuevo los pasillos de aquel edificio donde había comenzado su pesadilla. Aquellos lúgubres pasillos ahora le parecían maravillosos, llenos de luz y las habitaciones aterradoras ahora le parecían agradables estancias, aunque en realidad no lo eran, todo seguía siendo tenebroso y oscuro. Pero lo que Carla no sabía es que todo no iba a ser tan maravilloso. Cuando el vampiro abrió la roída puerta de la última habitación se dirigió a Carla y le dijo:
-Aquí tienes mi regalo de bienvenida. Ahora eres un vampiro y debes comportarte y alimentarte como tal.
Cuando Carla entró en la estancia, encontró a Marcelo inconsciente, atado a una silla y con el cuello lleno de sangre.
-Aquí tienes tu cena -dijo el vampiro.
El olor de aquella sustancia fascinó a Carla, que haciendo caso a sus instintos de animal, o mejor dicho, de "chupasangre", se abalanzó sobre su novio e hincando sus dientes en su cuello vació sus venas. Cuando hubo terminado de alimentarse, Carla abandonó el cuerpo sin vida del joven y sin remordimiento alguno pidió más. Quería más. Su sed ahora estaba descontrolada, necesitaba alimentarse, sentir cómo la gente perdía la vida en sus manos y cómo sus corazones dejaban de latir. Su "nuevo amigo" aceptó sus peticiones y la llevó a un sitio que le resultara familiar. Era la fiesta de cumpleaños en la que estaban todos sus amigos. En aquella noche oscura, y acechando desde la penumbra, Carla entró en la casa acompañada del vampiro y el sonido de la música y la risa de los jóvenes, se convirtieron en gritos de terror y de ayuda; pero nadie los oyó... CONTINUARÁ.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Trabalegos


Soy yo mismo
quien ha escrito estos versos,
aunque no sepa quién sea
ese "yo mismo".

Soy yo mismo
quien ha escrito estos versos,
aunque muertos mismos
me presten sus voces,
sin intereses.

Soy yo mismo
quien ha escrito estos versos,
aunque no sé si mi inconsciente
me pertenece
a mí mismo.

Soy yo mismo
quien ha escrito estos versos,
aunque ellos mismos
los reciban con ojos distintos
y me conviertan en otro
que no es ya "yo mismo".

Son ellos mismos
quienes han leído mis versos,
aunque no sepan quiénes
sean "ellos mismos"

Son ellos mismos,
los que leyeron mis versos,
quienes se apropiaron
de mí mismo
aun sin saber quién era
ese "mí mismo".

Son ellos mismos,
los que me niegan a mí mismo
cuando hacen suyos
mis versos
y se los apropian,
sin intereses.

¿Soy yo mismo
quien ha escrito estos versos?