La enfermedad te convierte en un ser distinto: acabado, vulnerable, reflexivo, triste, apático. A la debilidad física se une la obsesión de que queda poco, acecha la inevitable mortalidad (memento mori). Vas abandonándolo todo: el movimiento, la alegría, el deseo de vivir, las ganas de levantarte de la cama. La enfermedad te somete al silencio, a la soledad más absoluta. Prefieres sufrirla sin compañía, previendo que ese purgatorio te conducirá a la inexistencia. La comida, el baile, la conversación, la juerga, la lectura, hacer el amor, la curiosidad..., todo se va arrumbando porque las fuerzas no acompañan y porque la mente solo se alimenta de pensamientos sombríos. El enfermo es el licenciado Vidriera, teme quebrarse en cualquier momento, desprecia todo lo que ha sido y le espanta el mundo que lo rodea. Taciturno y gris, así te ves, sin ánimo para seguir en la brecha. Suenan las campanas. El dolor crece, las sombras se ciernen sobre tu persona, se adueñan del horizonte.
Secciones
Degollación de la rosa
(674)
Artículos
(455)
Crónicas desde la "indocencia"
(161)
Literatura Universal
(153)
Bachillerato
(143)
Eva
(93)
Libros
(63)
El Gambitero
(32)
Criaturas del Piripao
(27)
Torrente maldito
(27)
Te negarán la luz
(22)
Bilis
(19)
Fotomatón
(19)
La muerte en bermudas
(18)
Las mil y una noches
(15)
El teatro
(13)
Sintaxis
(13)
Las aventuras del joven Cervantes
(10)
XXI
(6)
Diario
(5)
Reliquias paganas
(3)
Farsa y salvas del Rey Campechano
(2)
Caballero Reynaldo
(1)
martes, 9 de septiembre de 2025
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario