Heraclio Fournier era un visionario y nosotros hemos dedicado la mañana a conocer su vida y milagros. Son esos espacios del viajero que hay que completar entre taberna comida y taberna. Y a fe que nos hemos entretenido bastante. En un palacio rehabilitado del casco viejo se puede visitar en Vitoria el museo dedicado al más conocido fabricante de naipes de nuestro país. Hemos visto las cartas con las que Lope, Góngora, Cervantes y Quevedo se jugaban los reales; las planchas y tórculos (qué preciosa palabra) donde se estampaban los oros, los bastos, las copas y las espadas del Barroco. Hemos recordado la antigua estética de cada uno de los palos; las colecciones especiales; cartas inglesas, flamencas, italianas, francesas... Una mañana muy entretenida, pero en cuanto ha sonado el Ángelus hemos salido disparados hacia las tabernas de la almendra medieval. En Vitoria se desperezan despaciosamente. Las persianas no están del todo arriba a las doce de la mañana. Esperamos un poco y entramos en una tasca plenamente abertzale donde un muchacho a la voz de "¡Apa!" nos recibe no muy bien encarado (es la excepción de todos estos días). En la pared nos intriga un pedazo de fieltro donde se recoge la imagen de una mujer con burka y debajo la siguiente leyenda "La dignidad de la libertad". Yo no termino de entender el mensaje, Javi tampoco, y esto ya me intriga más. Por suerte, al salir ya se oye bullicio y las puertas de los antros están abiertos, las tortillas rellenas humean sobre la barra y los pintxos gotean una grasa muy apetitosa.
En el Teatro Antzokia la actuación de Samora Pinderhughes Quartet. Voces de allende los mares que mecen las viandas ingeridas con ritmos bamboleantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario