Escribo para no olvidar quién fui. Escribo para registrarme, para fichar, para acuñar el instante en los anales de mi etérea biografía. Escribo en cuadernos escolares, en cuartillas usadas, en servilletas de papel, en el ordenador, en las notas del móvil. Escribo para certificar mi existencia, para estampar el sello del día en la instancia del tiempo. Escribo, escribo, escribo, no para que me lean (mentira), para leerme, para recordarme cómo era. Escribo cuentos, historias reales, poemas deslavazados, novelas desmedradas, reflexiones de perogrullo, chistes, chascarrillos, decires, bondades y maldades (más maldades), estupideces. Escribo porque me aterroriza caminar sin saber quién fui, por orgullo, por pasar el rato, por no morir en la inane tarea de observar el cielo raso. Escribo, a veces, con rigor, otras sin él; a veces vestido, otras en calzoncillos; escribo calado de miedo o de ira o de alegría o de ironía. Escribo sin saber por qué. Y a veces duele, duele escribir con angustia, con la sensación de que ensuciar papel es la mayor ilusión que me queda en la vida. Ensuciar papel para desempañar el pasado.
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jueves, 8 de abril de 2021
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