Mallarmé se sentía impotente ante el papel por no poder transformar la belleza en poema. Le provocaba tanta angustia el deseo estético que apenas podía dormir. Es más, murió contándole al médico, sin resuello, la impresión de un paisaje natural donde acababa de sufrir un arrebato. El producto de sus desvelos fue un cuaderno de veintiséis mil páginas de exquisita poesía. Proust aprovechó sus ataques de asma y su consecuente insomnio para escribir una obra monumental en la que plasma el funcionamiento de la memoria con precisión de programador informático. El producto de su enfermedad es una delicada maraña tan original y exquisita que no es novela, ni biografía, es solo Proust. De mí os puedo decir que hoy, como ellos, he sufrido una reacción física: de paseo me ha asaltado un apretón irresistible y he tenido que defecar junto a un matadero. Este es mi producto. Ahí está la diferencia.
Secciones
Degollación de la rosa
(636)
Artículos
(447)
Crónicas desde la "indocencia"
(159)
Literatura Universal
(153)
Bachillerato
(130)
Eva
(84)
Libros
(63)
El Gambitero
(32)
Criaturas del Piripao
(27)
Torrente maldito
(27)
Te negarán la luz
(22)
Bilis
(19)
Fotomatón
(19)
La muerte en bermudas
(18)
Las mil y una noches
(15)
Sintaxis
(13)
El teatro
(12)
XXI
(6)
Reliquias paganas
(3)
Farsa y salvas del Rey Campechano
(2)
Caballero Reynaldo
(1)
jueves, 24 de septiembre de 2020
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario