jueves, 27 de agosto de 2020

El superrealismo según Bousoño y una carrera

Correr por el bosque mientras se escucha el análisis del superrealismo de Carlos Bousoño debería ser una actividad obligatoria en los cursos de literatura. "En tu cintura no hay nada más que mi tacto quieto. Se me sale el corazón por la boca mientras la tormenta se hace morada", son versos de Aleixandre que sirven a Bousoño para explicar cómo funciona el superrealismo, ¡cuidado, una raíz con joroba! El sendero es plácido; la temperatura, una caricia; y el ritmo no me asfixia, no se me sale el corazón por la boca, ni mucho menos. En las alturas, la bóveda de pinos y chopos me defiende del sol como una manta del frío. Las conexiones entre la expresión A y la emoción E pierden su lógica y solo queda apelar a la habilidad del lector para establecer la misma relación que ha contemplado el poeta. Todo surge de una mala lectura, de una conexión estrafalaria entre la expresión A y la emoción E, que viene definida por la serie de correspondencias entre las emociones A, B, C, D y E. Un regato corre a mi lado, con el mismo sosiego, con la misma parsimonia que mi trote cochinero. Caen las hojas de los árboles caducifolios. Todavía no se me sale el corazón por la boca y no estoy de acuerdo en que "el tacto quieto" sea solamente "caricia". La caricia es dinámica, se mueve, hay algo más en esa expresión, una pausa, un deseo de parar el tiempo que no está en la caricia. Lo dice él mismo, Bousoño, "he intentado alejar la subjetividad, ir al análisis casi algebraico y solo he tenido en cuenta las interpretaciones que coincidían con las del propio autor, Aleixandre". Si es así, es posible que tampoco esté de acuerdo con Aleixandre. No importa. Cuando aparece la segunda frase, "Se me sale el corazón por la boca", la expresión originaria, "En tu cintura no hay nada más que mi tacto quieto", adquiere un nuevo valor desconocido, asociado a la violencia, a la asfixia de la segunda expresión. Sí, es cierto, pero al ser una frase hecha también se le asocia el sentido de arrebato pasional que no parece tener en cuenta Bousoño y que para mí es indudable. 

La filología ha engullido a la educación física. Ya nada importa la carrera, solo el simbolismo de la última expresión: "mientras la tormenta se hace morada". La tormenta es la pasión amorosa y el morado es el tono del que se ahoga, de quien no puede respirar porque le falta el aliento. Mi ritmo es lento, el resuello va a un ritmo nada agobiante y la respiración se adapta sin sobresaltos a las zancadas. Yo no me voy a poner morado (o eso creo). El erotismo exaltado de los versos de Aleixandre ha quedado velado por el empeño de la ciencia.         

Y ahora, una vez concluida la carrera, a disfrutar del placer del superrealismo. No intentéis comprender el poema, sentidlo (así nos lo recomienda Lorca):



EL AMOR NO ES RELIEVE

Hoy te quiero declarar mi amor.

Un río de sangre, un mar de sangre es este beso estrellado sobre tus labios. Tus dos pechos son muy pequeños para resumir una historia. Encántame. Cuéntame el relato de ese lunar sin paisaje. Talado bosque por el que yo me padecería, llanura clara.

Tu compañía es un abecedario. Me acabaré sin oírte. Las nubes no salen de tu cabeza, pero hay peces que no respiran. No lloran tus pelos caídos porque yo los recojo sobre tu nuca, Te estremeces de tristeza porque las alegrías van en volandas. Un niño sobre mi brazo cabalga secretamente. En tu cintura no hay nada más que mi tacto quieto. Se te saldrá el corazón por la boca mientras la tormenta se hace morada. Este paisaje está muerto. Una piedra caída indica que la desnudez se va haciendo. Reclínate clandestinamente. En tu frente hay dibujos ya muy gastados. Las pulseras de oro ciñen el agua y tus brazos son limpios, limpios de referencia. No me ciñas el cuello, que creeré que se va a hacer de noche. Los truenos están bajo tierra. El plomo no puede verse. Hay una asfixia que me sale a la boca. Tus dientes blancos están en el centro de la tierra. Pájaros amarillos bordean tus pestañas. No llores. Si yo te amo. Tu pecho no es de albahaca; pero esa flor, caliente. Me ahogo. El mundo se está derrumbando cuesta abajo. Cuando yo me muera.

Crecerán los magnolios. Mujer, tus axilas son frías. Las rosas serán tan grandes que ahogarán todos los ruidos. Bajo los brazos se puede escuchar el latido del corazón de gamuza. ¡Qué beso! Sobre la espalda una catarata de agua helada te recordará tu destino. Hijo mío.—La voz casi muda—. Pero tu voz muy suave, pero la tos muy ronca escupirá las flores oscuras. Las luces se hincarán en tierra, arraigándose a mediodía. Te amo, te amo, no te amo. Tierra y fuego en tus labios saben a muerte perdida. Una lluvia de pétalos me aplasta la columna vertebral. Me arrastraré como una serpiente. Un pozo de lengua seca cavado en el vacío alza su furia y golpea mi frente. Me descrismo y derribo, abro los ojos contra el cielo mojado. El mundo llueve sus cañas huecas. Yo te he amado, yo. ¿Dónde estás, que mi soledad no es morada? Seccióname con perfección y mis mitades vivíparas se arrastrarán por la tierra cárdena.

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