Secciones
Degollación de la rosa
(636)
Artículos
(447)
Crónicas desde la "indocencia"
(159)
Literatura Universal
(153)
Bachillerato
(130)
Eva
(84)
Libros
(63)
El Gambitero
(32)
Criaturas del Piripao
(27)
Torrente maldito
(27)
Te negarán la luz
(22)
Bilis
(19)
Fotomatón
(19)
La muerte en bermudas
(18)
Las mil y una noches
(15)
Sintaxis
(13)
El teatro
(12)
XXI
(6)
Reliquias paganas
(3)
Farsa y salvas del Rey Campechano
(2)
Caballero Reynaldo
(1)
domingo, 25 de septiembre de 2016
Por qué no hay que enseñar filosofía hoy
Los sofistas griegos comenzaron a asombrarse y a dudar de la sospechosa justicia de los dioses. Fue allá por los siglos VII y VI antes de Cristo. Los mitos se abordaban con escepticismo y se caminaba hacia el logos porque las verdades incuestionables de las teogonías ya no tenían el vigor del que habían gozado durante la época arcaica. En ese momento se hizo necesaria la filosofía. Cuando los dogmas absolutos de las creencias mitológicas se cuestionan, surge la necesidad de recurrir a la razón. ¿Para qué?, pues para explicar y construir el mundo desde el hombre y para rechazar creencias impuestas por la tradición, la pereza y la ignorancia.
Pues bien, dado el momento en el que nos encontramos, es evidente que todavía no es necesaria la filosofía. Nuestras mitologías están (todavía) en el tuétano del pueblo. La creencia ciega en las divinidades y sus alrededores no permite un distanciamiento crítico de las mismas. Hoy no se aceptaría la mirada irónica o ridiculizadora de un Eurípides o de un Aristófanes hacia nuestros dioses. Estamos anclados en nuestra propia época arcaica, en el seguimiento ciego del "mithos". Todavía. Han pasado veintisiete siglos y hemos caminado en sentido opuesto a la Grecia clásica. Por eso no es necesaria hoy la filosofía en los institutos ni en las universidades. La gente pide tradición y religión. Hay que llenar los currículos de teogonías de vírgenes, de hagiografías de santos, de crónicas de milagros. Es inútil precipitar los hábitos de una comunidad. El logos tiene que decantarse por su propio peso, cuando posea alguna gravedad. Hoy nos zambullimos en nuestros mitos no para recrearnos en su belleza o en su poesía, sino para someternos a los mandatos de los dogmas de fe. Todavía. El logos no tiene cabida en ese sistema de convenciones. No hemos llegado a ese punto de la civilización griega en el que incluso se zarandeaba a Homero por entrometer a los dioses en asuntos de hombres. Dejemos que la sociedad evolucione por sí misma, que se empache de ficciones impregnadas de devoción: un pastor pierde la garrota ante la divinidad, una señorita irlandesa convierte el agua en cerveza, una virgen libra a varios pueblos de la peste, un fraile levita y se convierte en patrón de pilotos y astronautas, una santa incorrupta durante 130 años es la musa de los taxidermistas... Cuando nos cansemos de ellas, asistamos a su desacralización y disfrutemos de estos mitos desde la distancia, entonces y solo entonces, será necesaria la filosofía.
Fundemos hasta que llegue ese momento nuevas asignaturas: Teogonía de la Virgen de Agosto, Santos Emprendedores, la Virtud y el Pecado, Milagros para la Ciudadanía... y quitémonos de encima no solo la Filosofía, sino también la Literatura y la Historia y las Matemáticas y la Tecnología y la Física y Química y, por supuesto, la Cultura Clásica.
Y me diréis, "esto ya se hizo en el mundo musulmán. En sus escuelas casi el único libro de consulta es el Corán". Pues sí, así es. "Y no se ve ningún asomo de ir hacia el logos en esos pueblos, todo lo contrario, cada vez están más distanciados de él". Cierto. Ahora me doy cuenta de que mi propuesta ha fallado en un cincuenta por ciento cuando se ha hecho efectiva. Confiemos en la suerte y en la Virgen.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario