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viernes, 8 de enero de 2016
Mark Twain y el Coliseo
La aguda mirada de Mark Twain se detiene en el Coliseo de Roma y nos ofrece esta irónica reflexión:
"¡Cómo han cambiado los tiempos desde la Antigüedad hasta ahora! Hace diecisiete o dieciocho siglos los ignorantes romanos tenían tendencia a poner a los cristianos en la arena del Coliseo y echarles bestias salvajes para divertirse. Y para enseñar una lección. Era para enseñar a la gente a aborrecer y temer la nueva doctrina que predicaban los seguidores de Jesucristo. Las bestias desmembraban a sus víctimas y las convertían en cadáveres destrozados en un abrir y cerrar de ojos. Pero cuando los cristianos llegaron al poder, cuando la Santa Madre Iglesia se convirtió en dueña y señora de los bárbaros, les demostró lo errados que estaban utilizando medios completamente distintos. Los llevó a la agradable Inquisición y les mostró al Redentor, que era tan generoso y misericordioso hacia todos los hombres, e hicieron todo lo posible para convencer a los bárbaros de que debían amarlo y honrarlo, primero dislocándoles los pulgares con un destornillador, luego marcándoles la carne con pinzas al rojo vivo, que son las más agradables cuando hace frío; luego arrancándoles la piel a tiras y finalmente asándolos en público. Siempre convencían a los bárbaros. La verdadera religión, adecuadamente administrada, como la buena Madre Iglesia solía administrarla, es muy, muy relajante. Y también maravillosamente persuasiva. Existe una enorme diferencia entre lanzar a la gente a que sea pasto de fieras salvajes y tratar de despertar sus sentimientos más nobles en una Inquisición. El primero es un sistema de bárbaros degradados, el otro el de una gente civilizada e ilustrada. Es una auténtica lástima que la Inquisición haya desaparecido."
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