Uno es idiota
y lo sabe, lo reconoce,
a pesar de que su propia idiotez,
en muchas ocasiones,
le haga pensar que no lo es.
Y aunque lo sepa, y lo reconozca,
intentará disimularlo en público,
por pudor, por vergüenza.
A veces se consigue
y es sorprendente
como uno puede enmascararlo,
no solo eso,
animado por el éxito del disimulo,
se lanza más allá
e intenta hacerse pasar por una medianía.
Y lo consigue
y uno se anima
y sigue
y repara en la pose de los intelectuales
y se arriesga y va más allá
y la imita y la hace suya
y cuela, ya lo creo que cuela.
Y uno sabe que es idiota
y lo reconoce,
pero el pudor
y la ductilidad
lo convierten en un odre de ventosidades,
y se ufana, y se hincha, maloliente,
porque uno sabe que siempre ha sido idiota.
Secciones
Degollación de la rosa
(636)
Artículos
(447)
Crónicas desde la "indocencia"
(159)
Literatura Universal
(153)
Bachillerato
(130)
Eva
(84)
Libros
(63)
El Gambitero
(32)
Criaturas del Piripao
(27)
Torrente maldito
(27)
Te negarán la luz
(22)
Bilis
(19)
Fotomatón
(19)
La muerte en bermudas
(18)
Las mil y una noches
(15)
Sintaxis
(13)
El teatro
(12)
XXI
(6)
Reliquias paganas
(3)
Farsa y salvas del Rey Campechano
(2)
Caballero Reynaldo
(1)
viernes, 21 de septiembre de 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario