Año 2035, Miguel Bosé es presidente de España. Desde que se demostró que la conjura de Bill Gates contra el mundo era real, los españoles nos volcamos con el excantante y le rogamos que formara un partido político para salvarnos de la ciencia. Ganó las elecciones, hizo derruir los hospitales y se rodeó de una curia religiosa santificada para acabar con el demonio. Sí, el demonio sigue acechando en 2035, a pesar de que el moderno tribunal de la Inquisición regido por el cardenal Cañizares ha hecho una gran labor por expulsarlo de España. La mano derecha de Cañizares, el exministro Fernández Díaz, fue el que consiguió atrapar a Bill Gates y, tras una tortura tradicional (qué gusto volver a la tradición), le hizo confesar su participación en la creación del coronavirus y en el impulso de la firma de moda lanzada por Sergio Ramos en 2030.
Tanto Fernández Díaz como Cañizares rozan los 100 años. Su longevidad está determinada por el acuerdo que han firmado con el Santísimo para erradicar al demonio de la piel de toro. Hasta que no acaben con él no morirán. Son los únicos que pueden hacerlo y el Señor los conservará en formol cuanto sea necesario. En los presupuestos de 2035 se contempla la organización de procesiones diarias en petición de clemencia para la patria; la contratación de chamanes, que sustituirán a la malhadada Seguridad Social; y la financiación de coros de niños cantores ataviados con toga rojigualda y birrete del Real Madrid. Se exigirá un salvoconducto para salir a la calle, un tatuaje grabado en las nalgas con el lema, "Vade retro", infalible para apartar de nosotros al Maligno.
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