El cavernícola está intranquilo. Se han colado en su madriguera. Gentes que no conoce, gentes de otro idioma y, algunos, de otro color. Desconfía, no se siente seguro. Le irrita que vengan de fuera a contaminar la cueva abrigada con las pieles de sus animales. El cavernícola no se fía de los desconocidos: es un instinto primitivo que lo mantiene alerta. Cierto es que, cuando alguna vez lo han engañado, lo han hecho vecinos suyos; pero son timos aceptables, reconocibles, familiares.
Nunca se sabe por dónde te va a salir la gente extranjera. Provocan desconfianza, temor y repulsión, sobre todo los desharrapados. No ocurre esto con los bárbaros del Norte, hombres de ley, que lucen corbata, hablan bajo y conducen coches de exposición, como los compatriotas admirados por el cavernícola.
El cavernícola, a veces, no comprende a sus hijos. Los observa con desconfianza si no siguen las tradiciones ancestrales, las costumbres que desde niño él ha venerado. Las novedades en el comportamiento, la revolución de los hábitos, lo desconciertan y le afilan los colmillos.
El cavernícola viaja para añorar lo que deja en casa, para reafirmarse en que lo mejor siempre está en la tierra de uno. El cavernícola gusta de agujerear animales de pelo; aboga por la pena de muerte; y desea a las hembras, no a las mujeres.
El instinto obtura la capacidad de raciocionio del cavernícola y se siente incómodo con los que reflexionan, piensan y argumentan sus opiniones. El cavernícola es tan directo como una bala de escopeta, lo guía la testosterona, no las meninges. No le gusta que se dude, que se cuestione lo convencional, que se remuevan las bases de su comportamiento. El cavernícola es varón de colegio religioso, portador de andas, cabeza de familia numerosa, amante de putas extranjeras, defensor de la bandera e implacable con subordinados y pobres.
Al cavernícola no le gustaría ser gobernado por filósofos. Prefiere espadones de pecho recio, machos de orden, con autoridad y pocos escrúpulos; que sigan una directriz única, sin titubeos ni melindres.
El cavernícola es peludo, como yo, por eso lo temo.
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