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viernes, 17 de mayo de 2019
No leas
No leas.
Serás un apestado,
un raro,
un hierbajo en el asfalto.
No leas.
Es el tiempo de la imagen,
del desdén;
el tiempo de los ojos entregados
al vértigo,
a la sumisión.
No leas.
Te saldrás del camino marcado,
serás un apestado,
un raro,
un apedreador de iconos,
un violentador de convenciones.
No leas, contente.
No te contagies con el virus
de las palabras.
Nadarás con esfuerzo y amarás la soledad,
avanzando con lentitud
a través de la imaginación,
proceloso mar de las entrañas.
No leas.
Serás uno,
apartado de la masa.
Negarás la procesión de los alienados
y lo pasarás mal,
angustia
por defender la dignidad
de los distintos,
de los no inscritos.
No leas.
¿Para qué?
Es más cómodo sentarse,
mullido, aturdido, distante,
y dejar que el tiempo pase
rápido, diligente,
como una tarde de domingo en el fútbol.
No leas.
Te revolverás contra los tuyos,
al verlos desnudos,
sin encanto,
adocenados,
masa informe
sin levadura.
No leas.
Al fin y al cabo,
todos moriremos
y la tumba nos acogerá
como un sofá vespertino
acostumbrado al bulto inane de los huesos.
No leas, no vivas.
Las palabras, la vida,
son lujo de esforzados
que hacen hervir las bubas
de los leprosos.
No leas, no vivas.
La muerte no necesita instrucciones de uso,
leer, vivir,
es un trabajo sin destino.
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