Decenas de miles de adolescentes, y también personas de mayor edad, muestran a cada rato una simpática sonrisa metálica porque su ortodoncista les ha colocado sobre los dientes unos aparatos llamados aquí brackets. Gracias a ellos, más tarde lucirán una dentadura ordenada y recta como las teclas de un piano.
La palabra inglesa ya lleva unos cuantos años entre nosotros sin que se haya extendido una alternativa en español. Pero ¿qué significa en inglés? Pues significa “paréntesis”, “abrazadera” o “soporte”. En el inglés común no se suele usar para referirse al aparato que se coloca en una dentadura. De hecho, se emplea para tal fin el vocablo braces, que en un contexto general quiere decir “abrazaderas” o “refuerzos”, pero que en lo referente a la dentadura significa “corrector”, según señala el diccionario Collins Universal (manejo la edición de 2005).
Así pues, brackets es un anglicismo que se dice poco en inglés…, pero mucho entre los dentistas que hablan español.
Algo parecido ocurre con otros anglicismos que, paradójicamente, hemos inventado los hispanohablantes, como footing o esmoquin.
En algunos países de América, tanto brackets como braces han sido desplazados por el más entendible “frenillo”, tal vez por alguna influencia de la palabra brake (freno), adaptada al español de aquel continente como “breque” para señalar en un principio el freno de los trenes (según recoge el Diccionario Panhispánico de Dudas).
Sin embargo, el objetivo de los brackets o los braces no consiste ni en frenar ni en soportar, sino en corregir la posición de los dientes para alinearlos mejor. El dentista o el ortodoncista que los encarga pretende que los dientes no se desvíen de su lugar adecuado, por razones estéticas o de salud bucal. Entonces, quizás la palabra más adecuada en español para desplazar a este anglicismo innecesario sea “corrector”.
De ese modo, podría decirse: “lleva un corrector en los dientes”, “me han instalado un corrector”…; o, más imaginativamente, “tengo una sonrisa corregida”.
Ahora que los correctores van desapareciendo de las imprentas, de los periódicos y de las editoriales, bien pudieran salir al rescate de esta palabra los dentistas.
Otra alternativa sería “alineador”, término que he visto usado para correctores dentales transparentes.
Pero me barrunto poco éxito con estas opciones españolas, porque todo lo que se nombra en inglés parece añadir valor y precisión al producto, principalmente a ojos de los más incautos.
Se anuncian con vocablos en inglés los relojes, los aparatos electrónicos, los automóviles. Y en español, los detergentes y el tinto de verano “pal calor”. La asociación de ideas que establece siempre aquella lengua permite relacionar sus palabras con algo más valioso, mientras que al español se le conceden a menudo los productos de menor cuantía.
Por eso mismo, cualquiera verá más importante contratar a un coach que a un entrenador, preferirá asistir a un party que a una fiesta, se llevará un pack aunque le salga más caro que un lote y creerá que se saca más dinero con un crowdfunding que con una colecta. La diferencia se halla en el prestigio de unas palabras frente a otras, pero también en su rendimiento.
Así que no parece probable que el sector del suministro dental se dedique a cambiar de nombre los brackets. Si los llamasen “correctores” o “frenillos”, tendrían que venderlos más baratos.
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