Un compañero sevillano con el que compartí un año glorioso en la Serranía Baja de Cuenca ha extraído este fragmento del escritor recientemente fallecido, E. L. Doctorow. Se lo agradezco. Deberíamos grabarlo con cincel encima de la pizarra. Es uno de esos momentos literarios que te hacen sonreír con sarcasmo y te desnudan delante de las cámaras. El texto no merece más comentarios, desmantela, con una sonora bofetada, los cimientos de la idiotez de quien se encarama a un púlpito, sea del tipo que sea:
"Eres una mala influencia
en mi clase, Albert, dijo. Voy a hacer que te manden a otra. No lo entendí. Le
pregunté qué había hecho de malo. Te estás sentado allí atrás sonriendo y
soñando despierto, dijo. Si todos y cada uno de los alumnos no me prestasen atención,
¿cómo podría mantener mi amor propio? Con ese comentario aprendí en un instante
el secreto de todo despotismo".
E. L. DOCTOROW
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