miércoles, 7 de enero de 2015

"Cuando la vida iba en serio" una semblanza del poeta Jaime Gil de Biedma por Antonio Lucas

El tiempo ha ensanchado la estela y recepción de la poesía de Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990) con el mismo impulso con el que ha dotado su figura de leyenda y hasta de mito. Hace 25 años que el poeta barcelonés fallecía en su ciudad natal. Lo mató el sida. Un 8 de enero. Para entonces, la Generación del 50, de la que fue jefe de expedición al frente del Grupo de Barcelona, había alcanzado ecos de canon vivo y él era el referente totémico que encarnaba no sólo el refinamiento del gran poeta de eco anglosajón, sino el charme del hombre encantado de escandalizar por vía de la elegancia del exceso.
Homosexual, bebedor de trago largo, fumador, cosmopolita, noctívago, rico, inteligente, comunista educado con los modales de la derecha, culto, crápula... Pero poeta. Uno de los grandes poetas españoles de la segunda mitad del siglo XX. Faro de costa que aún hoy mantiene el calambre y no ha dejado de sumar lectores. Introdujo la voz coloquial en la poesía de los años 60, ensanchando el cauce de su escritura con una nueva ráfaga de intimidad y complicidad que, como apuntó alguien, hacía de leerlo algo muy parecido a hablarle en voz baja a un vaso de whisky. Su obra es breve: más o menos un centenar de poemas, las prosas del mítico 'Retrato del artista en 1956' y del 'Diario del artista seriamente enfermo', los ensayos reunidos en 'El pie de la letra' (sobre Eliot, Guillén, Robbe-Grillet, Costafreda, Ezra Pound, Cernuda, Juan Gil-Albert...) y algunas traducciones. Inédito está aún el 'Diario de 1978', en manos de Carmen Balcells.
Gil de Biedma se hizo sitio en la literatura con este aval y un abundante talento. Era capaz de recitar un fragmento del 'Don Juan' de Lord Byron en un inglés exacto y de improvisar una lección magistral sobre Mallarmé en lo alto de la madrugada. Frecuentaba sótanos más oscuros que su reputación y por las mañanas cumplía con su trabajo de ejecutivo en la Compañía de Tabacos de Filipinas, propiedad de su familia. Estudió en Barcelona, Salamanca y Oxford. Pasó largas temporadas (entre ellas toda la Guerra Civil) en Nava de la Asunción (Segovia), cuando "la edad de la pérgola y el tenis". Vivió amores múltiples, algunos feroces, rupturas, noches que daban la vuelta a la noche, amistades leales (Carlos Barral, Juan Marsé, Caballero Bonald...), crisis, depresiones, pero más allá de todo el daño, jamás aceptó en su poesía la autocompasión. "La autocompasión es uno de los sentimientos más embarazosos para el público y más obscenos. Cuando escribí el poema titulado 'Contra Jaime Gil de Biedma' estaba en un estado de deyección y de depresión moral muy intenso. Tenía miedo a suicidarme... Como todo ser humano, adolezco de una tendencia a la autocompasión pero estoy acostumbrado a reprimirla", le contó en 1970 al periodista mexicano Federico Campbell para el libro de entrevistas 'Infame' turba.
Exactamente en la poesía de Jaime Gil de Biedma no hay más que dos temas: el paso del tiempo y él mismo. Y dentro de esos dos vértices, el amor. O, mejor, la experiencia amorosa convertida en un diálogo entre la escena que el poema retrata y la conciencia del escritor. También la juventud, que en su escritura no es tanto parte de una nostalgia como de una querella: la de estar mal distribuida. Y junto a esos asuntos, España como un país de todos los demonios: "De todas las historias de la Historia/ sin duda la más triste es la de España,/ porque termina mal".

Alumbrando el camino

Así, entre el paso del tiempo y el hombre que escribe como centro de un empuje vital y de una obsesión, fue armando su obra. Un legado que hoy mantiene el pulso para poetas de distintas generaciones que encuentran en el autor de 'Moralidades' un referente en marcha. "En su poesía sigo apreciando una virtud que comparte con T.S. Eliot: la de entender el poema como una construcción global. Es decir, una construcción estilística y una construcción emocional", sostiene Felipe Benítez Reyes, premio Nacional de Poesía, excelente narrador y ensayista. "Es uno de mis grandes referentes de adolescencia. Lo normal es que esos fervores vayan decayendo, pero no es el caso. Me influyó mucho en mis inicios. Sus grandes poemas son intemporales. Podrían haberse escrito esta misma mañana".
Y es esa intemporalidad la que blinda a Gil de Biedma. La que preserva intacta su escritura, su poesía como rigor. Tenía algo de exquisito trabajador de la palabra, de crítico de sí mismo. Decía que lo imponente es la realidad, pero en sus poemas la vida tiene algo de tremendo y de inhóspito. Y es que su poesía no puede entenderse sin su vida: desde el apetito de vivir (tan libertino, tan partidario del erotismo) hasta la rebeldía o el daño de los días. "¿Cómo poder saber que has perdonado,/ conmigo sola en el lugar del crimen?/ ¿Cómo poder dormir, mientras que tú tiritas/ en el rincón más triste de mi cuarto?"... Y es en esa jurisdicción donde encuentra el poeta y filólogo Juan Antonio González Iglesias la hondura del autor de 'Poemas póstumos'. "De él me interesa el poeta del amor y el del eros, que no son lo mismo. Hay en él una intensidad erótica y un proyecto amoroso de largo alcance, ambos muy necesarios hoy. En ese sentido, ha influido en mi poesía en la posibilidad de decir el sexo y el amor, y de dar preferencia al amor. Esa es su línea platónica, que está en 'Pandémica' y celeste. Y en lo estoico, su lectura de Séneca en 'De Vita beata'. Algo que todavía me sorprende es que este poema me sirvió de soporte para escribir un poema religioso: no los viajes, no el sexo, no la música".
Hay consenso entre los poetas. La obra de Gil de Biedma mantiene el vigor. Es compleja en forma y modo (ahí está la sextina 'Apología y petición' o la 'Albada'). Es exigente pero su cultismo no es pedante. Y tiene algo de grata manera de hablar y de elegía sentimental sin sentimentalidades. "Pocos escritores son capaces de mostrar así la vida, de narrarnos a nosotros mismos, sujetos contemporáneos, con una mezcla de exactitud y ambivalencia», apunta el cordobés Pablo García Casado, autor de 'Las afueras'. Fue muy importante para mi generación porque planteaba la frontera del desdoblamiento. Fue una escuela, pero uno corría el riesgo de quedarse atrapado en una cierta militancia. Aunque basta leer sus diarios para aprender la lección de que uno debe huir de su propia retórica".
En la misma senda insiste el poeta y narrador Manuel Vilas. "La suya es una poesía llena de precisión y de proximidad. Habló de la historia de España con una claridad que ahora se echa en falta. Renovó la poesía española y su magisterio sigue siendo imprescindible. Su transformación del lenguaje coloquial en alta poesía es uno de los grandes hitos estéticos y morales de la literatura española contemporánea. Su poesía muestra ejemplaridad vital y alegría de vivir. Gil de Biedma es alegría de vivir, precisada y expuesta con elegancia".
En su escritura hay una voluntad de perfección y cercanía, como sucede en Larkin, en Auden, incluso como en algunos momentos de Cernuda. Todo iluminado por un talante rebelde que zarandea conciencias sin abandonar su tono inmediato, ni la fusión de biografía y cultura. En este sentido, Elena Medel explica que Gil de Biedma le interesa como poeta que acompaña, más que como poeta que deslumbra. Después de 'No volveré a ser joven, Loca' y tantos otros, después del primer encuentro, releo a Gil de Biedma por el maridaje entre la intimidad y el compromiso de su poesía; también por la manera admirable de construir el poema extenso, claro y narrativo. No ha influido en mi escritura, pero sí quizá en mi reflexión frente al poema. Es admirable su capacidad de saltar de la primera persona del singular a la del plural, de convertir lo propio en político".
Hace 25 años de su muerte y aún sigue alumbrando camino. Hizo de su forma de vivir y de escribir una abreviatura universal de la experiencia. Una explicación de lo que somos en términos de lo que no hemos sido o no volveremos a ser ya. De ahí su potencia. Su delicadeza. Y esa lección desnuda que dice así: "Que la vida iba en serio/ uno lo empieza a comprender más tarde". Siempre.

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