Propuestas de regeneración cívica desde la escuela partiendo de estrategias que combinan literatura, historia y actualidad se hace una propuesta de trabajo académico para reflexionar sobre la corrupción y sus miserias. Os dejo un extracto del artículo:
Para eso podemos echar mano de lo aparecido diariamente en los medios de comunicación y hacer un ejercicio de lectura y análisis crítico de lo ofrecido desde la literatura, desde las páginas del análisis histórico y desde las portadas, las pantallas y los twits. Como buscar citas en el Lazarillo, el Buscón, el Quijote o La familia de Pascual Duarte es un camino habitual y accesible, incluso desde las páginas de los propios libros de texto, ofrezco a continuación una cita de una obra de José Urbano Hortelano, escritor manchego y compañero docente, tituladaBilis y publicada en junio de 2012. En el fragmento, a manera de reflexión retrospectiva, el protagonista analiza la actitud colectiva de todos los trabajadores de Sucesores de Casto Garcés, un almacén de venta al por mayor y al detall durante la postguerra:
Mucho tiempo después, al ver los análisis económicos de aquellos años, caí en la cuenta de que no hacíamos nada del otro mundo: la España de la autarquía sobrevivía así. El almacén no era un negocio que funcionara por el bien común, sino un gallinero sin bardas, abierto al saqueo de los zorros que gobernaban el corral. Cada uno de los socios robaba lo que podía y utilizando el ingenio del que disponía: unos se quedaban directamente el dinero que cobraban, otros se ponían de acuerdo con los compradores para falsificar las facturas, muchos birlaban alimentos que luego revendían en el mercado negro… Ninguno de ellos recriminaba nada al de al lado porque todos actuaban guiados por los mismos vicios: la angustia del hambre, la codicia y la mala intención. Un pacto tácito provocaba momentos cómicos como el de aquel socio que, con el guardapolvo totalmente empapado por la grasa de un pedazo de tocino que llevaba en el seno, salía del almacén por la puerta principal, a la vista de todos, sin que nadie pareciera advertir el rastro que iba dejando a su paso. La torpeza no acabó ahí, Emilio Poves cayó al suelo, después de resbalar con la grasa que de él mismo rezumaba. La pieza de tocino se le salió por debajo del guardapolvo. Hasta el mismo don Ramón Servil se acercó para levantarlo e ignoró el usufructo del hurto. Todos callaban, pensando, si tú te llevas el tocino, yo mañana me llevaré el magro y a mí por lo menos no me chorreará por las perneras del pantalón.
El fraude era el marchamo de la casa, grabado con lacre en la actuación de los dependientes, y eslogan sin letra de molde de Sucesores de Casto Garcés: para sacar mayor beneficio y burlar a la Fiscalía de Tasas (que regulaba los precios de los productos de primera necesidad), se sangraban con ganchos los sacos de arroz y de azúcar; los de 60 kilos pasaban a ser de 58. Luego, el tendero al que se le vendía la mercancía, también hacía su propia sangría, con lo que el kilo de aquellos años de racionamiento posiblemente no llegara a 800 gramos. Nadie sabía de estos manejos, nadie hablaba de ellos, pero se hacían de forma tan escandalosa que a veces provocaban la vergüenza silenciosa de los que pasábamos por allí y contemplábamos las prácticas fraudulentas.
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