Se entregó a los juegos de cartas
con la certeza del abandono
y el placer de las acciones sin trascendencia.
Salió de su mundo de gravedad
y se abandonó en las delicias de la apuesta.
Lanzó un farol contra sí mismo
y se encontró con un tahúr sonriente
que no se creyó su desmayo.
Le devolvió el envite y le ganó sin piedad
las cuatro monedas de frivolidad que le quedaban.
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domingo, 15 de julio de 2012
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