sábado, 11 de junio de 2022

Carta a los Reyes Magos

Hoy, en la sala de profesores de mi instituto, he descubierto con inmensa alegría que encima del árbol de Navidad hay un retrato del rey emérito. Este sí que nos representa y no el otro. Me ha llenado de satisfacción comprobar su buena salud y su campechanía, su habilidad para moverse en los ambientes más oscuros y su media sonrisa de bobalicón lujurioso. La verdad es que la fotografía del elefante no le hacía justicia, la que tenemos en nuestro centro sí, aunque acompañado de alguna de las rubias con las que confraternizaba tampoco habría estado mal. Queremos que vuelva, queremos que esté con nosotros, queremos que se una a nuestra no Navidad, a nuestra no comida, a nuestra no fiesta. Solo él puede salvarnos de la frustración con la que Ómicron nos ha bendecido. Por favor, Juan Carlos, si amaneces por nuestros lares, pásate por Iniesta, no está muy lejos de Albacete y nos harías muy felices. No somos monárquicos, pero sí, estrambóticos. Esta es mi carta a los Reyes Magos. 

viernes, 10 de junio de 2022

Premio Planeta

Aviso a navegantes:  me encuentro en trance de escribir el próximo premio Planeta. Lo digo por si aún no se han enterado ni el jurado ni los que convocan el galardón. Es un premio Planeta de libro. Solo me hace falta algún escándalo o una terna de escritores con cierto renombre para colaborar en el nudo y el desenlace. Lo más difícil, el planteamiento, lo he terminado esta mañana, entre Coronita y Alhambra. Alguna falta de coherencia tendrá (también las había en el Quijote). Me presto a cualquier tipo de bulo o apaño mediático, es más, soy casi capaz de abandonar las clases de Lengua por aceptar el premio. Ya sé que muchos no estarían dispuestos, pero yo sí, soy así de desprendido. En el caso de que nadie se preste a terminarla, sé que un tal Fernando de Rojas tiene como habilidad concluir obras ajenas. Por favor, que se ponga en contacto conmigo. No es plato de gusto posar junto a los Lara, pero yo me ofrezco a hacer el trabajo sucio: cenas, comidas, presentaciones, bolos... En realidad, yo no quiero este premio, pero me ha salido, qué vamos a hacerle.       

jueves, 9 de junio de 2022

El teorema del pangolín

Septiembre de 2019. Un grupo de científicos chinos, asesorados por miembros del grupo de enfermedades biológicas de Moscú, están adulterando la materia genética del pangolín, especie endémica de algunos países orientales y que ha demostrado ser un campo muy fértil para la experimentación biológica. Uno de los pangolines sometidos a operaciones e inoculaciones de todo tipo escapa del centro y un cazador furtivo lo fulmina a las afueras de Wu Han. Se averigua con posterioridad que en esta cacería han participado uno de los hombres más buscados de Abu Dabi y el rey emérito de España, Juan Carlos I. No se sabe quién disparó al animal con seguridad, pero se supone, por lo certero del disparo, que fue uno de los dos. La pieza se exhibe durante unas horas en el palacio de uno de los empresarios chinos más ricos de la comarca y, al parecer, la pieza fue robada por traficantes de carne de pangolín que operan habitualmente en ese territorio. En el mercado donde se vendió la pieza, comienzan a aparecer los primeros síntomas de lo que luego se llamó COVID 19. Aunque se intenta ocultar la pandemia, toda China entra en alarma y se confina a gran parte de la población. Poco más tarde, la enfermedad se propaga por todo el mundo. Bill Gates, Amancio Ortega, el propio rey emérito, Florentino Pérez y otros miembros prestigiosos de los hombres más ricos del mundo se interesan por la pandemia. Urden un plan para hacerse más ricos de lo que ya son y convocan a los malvados dueños de las farmacéuticas de todo el mundo. Los científicos que trabajan para ellos les confirman que la pandemia no se va a a extender a menos que no se utilicen medios artificiales para ellos. Los líderes reunidos acuerdan lanzar satélites con el virus, así como aviones que dejen un rastro de lefa de pangolín que contamine a todo el mundo. Lo que no imaginaban es que esta alteración de la naturaleza va a provocar una tormenta de nieve en España, inundaciones en Europa, incendios terribles en Grecia, Australia, Estados Unidos, Portugal e Italia y la erupción de un volcán en la isla de La Palma. En África y Asia los desastres no se sabe si son debidos al nuevo virus o al comportamiento habitual del tercer mundo. Después de muchas investigaciones, los estadistas llegan a una conclusión: nadie los va a relacionar con estos hechos y, además, las empresas farmacéuticas han elaborado un suero para idiotizar a toda la población mundial (bueno, al tercer mundo, no, no les interesa). El rey emérito está empeñado en que incluyan en las dosis de las vacunas un componente que haga olvidar a la población las tropelías de la Casa Real. La empresa Astra Zeneca se presta a ello, pero las demás son algo reacias a inocular este componente por miedo a lo que el olvido pueda provocar en la población, por ejemplo, que se rijan por sus propios instintos y no por los convencionales. Comienza a ceder la pandemia y los magnates quieren un poco más de beneficio. Lanzan sobre Sudáfrica una variante de lefa del pangolín y consiguen, de nuevo, alertar a todo el mundo. Esta vez, en las vacunas propuestas, el rey emérito ha conseguido que se incluya un componente que provoque, a los españoles, olvidarnos de todo lo que ha ocurrido en nuestro país desde 1992. ¡Viva Curro!  

miércoles, 8 de junio de 2022

Don Quijote y el elogio de la locura

    

Reírnos del loco siempre ha sido una afición muy cultivada entre nosotros. Que levante la mano quien no se ha reído del extravagante, del que no se comporta de manera habitual, del que se desnuda en mitad de un velatorio. En España hay una rancia tradición que nos empuja a descojonarnos del ido, del imbécil, del extraviado. Don Quijote es uno de nuestros símbolos patrios, pero no porque nos identifiquemos con él (la mayoría no lo conoce). Don Quijote, sobre todo en la segunda parte de sus aventuras, se ve sometido a una serie de vejaciones porque los duques (la alta sociedad) se empeñan en convertir en divertimento la personalidad desmadrada del antihéroe. Los duques me llegan a resultar unos personajes ridículos y especialmente antipáticos precisamente por esto, por su empeño en aprovecharse de la idiotez de don Quijote y de la simpleza de Sancho, lo que no evita que me sienta identificado en parte con la mezquindad de la soberbia, esa es la grandeza de Cervantes. El loco, en España, siempre ha sido objeto de vilipendio y motivo de divertimento adolescente. Recuerdo a un loco de mi pueblo con el que nos divertíamos de jóvenes, aprovechando su idiocia, su diálogo disparatado y su peligro. Pues bien, había enloquecido este hombre porque de adolescente era un homosexual con mucha pluma y mucho desparpajo. Estos comportamientos, en la época, eran motivo de mofa y escarnio, y, hasta tal punto llegaron las "bromas", que terminaron por descabalarlo totalmente, por convertirlo en un loco de atar. 

Cervantes utiliza a un loco para provocar la risa, es un ente de ficción, pero nos parece completamente real, porque cualquiera que habite este país ha sido partícipe o testigo de las bromas gruesas que suelen recibir estos malhadados. Cervantes se apiada de su criatura, vuelve antipáticos a quienes se ríen de él, lo convierte a la cordura y hace de la locura un espacio envidiable. Nunca he querido ser juez moral, me repele este comportamiento en el que escribe sobre cualquier cosa, pero que una institución, un medio de comunicación, una televisión, propicie la risa del desvariado, me parece, como poco, cuestionable.   

martes, 7 de junio de 2022

Cante jondo



Mi padre era muy aficionado al cante jondo, quizás por eso yo, en mi adolescencia, odiaba este tipo de música. La casualidad ha querido que varios 29 de diciembre, el día que murió mi padre, haya estado en Jerez y visitado los tabancos (tabernas) en los que a menudo uno se topa con espectáculos flamencos de todo tipo. El último al que he asistido ha sido, precisamente, de cante jondo. Tantos años rondando la literatura, buscando la verdadera poesía y hasta que no la he saboreado hecha carne no he terminado de gustarla en toda su extensión. 

La bailaora espera su turno, sentada, con el rostro distendido, alegre. El guitarrista rasga el instrumento para introducir la voz del cantaor, quien, una vez que comienza a rugir, se desangra, se transforma, ahonda en sus propias vísceras y se me eriza el vello, sí, para mi sorpresa, me emociono como pocas veces. La bailaora se levanta, comienza a hablar con los brazos y, zapatea, primero suavemente, luego con furia, con desgarro. Su rostro ya no es el mismo. Entra en trance, un trance real, que cambia su expresión, su mirada, su boca, su nariz, su identidad. Parece otra distinta a la chica sosegada que esperaba sentada. Bebemos fino del Maestro Sierra (una bodega jerezana), ayuda a profundizar en el pálpito y en la intensidad del espectáculo. Me estremezco, los dedos golpean inconscientemente el tonel en el que estamos apoyados, el taconeo, las palmas, el rasgueo de la guitarra y los jipíos del cantaor, ya colorado y en éxtasis, se adueñan de todo. Es una sensación abrumadora. Es poesía en estado puro, de la que te arranca el corazón a arañazos. Son unos minutos, un breve momento de ebriedad comunal que envuelve al tabanco y lo transforma en un altar de rituales salvajes. Es una especie de aquelarre lírico en el que la voz del cantaor actúa de cuchillo; la guitarra, las palmas y el zapateo, de mantra tántrico; y la fiereza suave de la bailaora, de oficiadora del rito. Un espectáculo de cante jondo en directo, en su tabernáculo, adobado con los aromas de los vinos jerezanos, es de lo más lírico que he vivido nunca. La esencia viva y espontánea de la poesía popular está aún ahí, en el cante jondo. Se lo había leído a Lorca, a Félix Grande y a otros muchos, pero no lo he terminado de entender hasta que me he dado de boca con la poesía pura (seguramente la que buscaba Juan Ramón). 

El cantaor habla de una lavandera removiendo las aguas de un río, como muchos de los poemas medievales de la tradición oral, el símbolo del erotismo en esa agua turbia es lo que, seguramente, entusiasmaba a mi padre cuando escuchaba a Manolo Caracol sin saber que estaba gozando de la poesía en vena. Él, adusto, de pocas palabras, de trato áspero, es posible que tuviera un venero interior de arte y emociones desgarradas. Es posible. Yo siempre llego a los lugares importantes con retraso, aunque nunca es tarde cuando el filo del cuchillo todavía hiere.     

lunes, 6 de junio de 2022

Tiempo de libelos



Estamos en tiempos de negación, de insulto, en tiempos de patear cualquier creación -si no es del amigo o del colega- por amor al libelo. Últimamente he leído a varios de estos pateadores esgrimir un supuesto "argumento" para rechazar una obra literaria: el tema no es original, está demasiado manoseado. "Otra historia sobre la posguerra", dicen, "otra historia sobre un escritor", "otra historia feminista" "otra novela histórica", "otra novela negra"... Es una forma simple y burda de rematar, sin haber empezado, un análisis literario que adolece de fundamento. La literatura de calidad, hasta donde a mí me alcanza, no depende solo de los temas que se tratan; sino, sobre todo, de la manera de tratarlos. Seguramente, si hubiera caído en manos de estos opinadores el Quijote, la hubieran rechazado sin leerla, bajo el mantra de "otra novela de caballerías". Proust, Thomas Mann, Joyce, no escribieron novelas que se distinguieran por la originalidad de sus temáticas, todo lo contrario. Es la sustancia literaria (lenguaje, estructura, voces narrativas, caracteres, descripciones, introspección psicológica...)  con que trabajaron sus libros lo que les da un valor universal y la condición de clásicos. "Otra comedia de capa y espada" dirían los nuevos inquisidores ante la mayoría de las obras de Lope de Vega y hasta de Calderón, "otro poemario sobre la amada ideal", al aparecer los sonetos de Shakespeare, sin tener en cuenta ninguno de sus valores reales. 

Una cosa es elaborar películas, novelas y hasta obras de teatro con un cliché establecido para que tengan éxito, para que no extrañen al público, por interés meramente comercial (a menudo, estas creaciones sí, caen en la vulgaridad y en la falta absoluta de calidad); y otra muy distinta, aprovechar un tema muy manido o un personaje manoseado para alterarlo con la habilidad de quien es capaz de renovar a partir de lo más trivial. Incluso se acusa a algunos escritores, de quienes he leído libros deslumbrantes, de ser demasiado localistas, de ceñirse a la realidad rural de la España en la que han vivido, como si Faulkner hablara en sus novelas de comunidades interestelares. No importa que su prosa trate al lenguaje de manera destellante o que sepan sacar de lo más vulgar una belleza inusual. La descalificación vende y es leída con más pasión que el elogio, por muy falta de razones que esté.

Por otra parte, es curioso oír, a los mismos que se recrean en la crítica sin argumentos y en la lapidación de sus bestias negras, cómo se deshacen en elogios hacia el libro del amigo o del colega de editorial, con similares argumentos literarios, es decir, ninguno.    

domingo, 5 de junio de 2022

El Quijote y Afrodita (la de Mazinger Z)



Estoy empeñado en que los alumnos de bachillerato queden intrigados, como mínimo, por el Quijote. He probado estrategias de todo tipo y este año voy a por la más arriesgada, los guiñoles. Me salió muy mal con mi hija. Le contaba cuentos basados en aventuras del Quijote cuando era muy pequeña y se lo pasaba bien, aunque siempre me pedía que le repitiera las mismas y yo me aburría. Utilizaba a un toro de peluche y a una jirafa y los convertía en personajes de Cervantes. Llegó un momento, poco antes de ir al instituto, en que ella no quería ni oír hablar del Quijote. Cuando se lo mentaba, salía corriendo y gritaba "¡no, el Quijote, no!" Conseguí justo lo contrario de lo que pretendía. Yo también odiaba en mi adolescencia los gustos musicales de mi padre y a ella le pasó lo mismo con mis gustos literarios, quiero pensar. O eso o que convertir a un toro en Sancho Panza y a una jirafa en don Quijote no fue muy buena idea. Aprendiendo del error, como buen ser humano, he conseguido una reproducción metálica de Mazinger Z y un peluche de Doraemon, para modernizar a los personajes de don Miguel. Los diálogos me ha costado adaptarlos, sobre todo los de los galeotes, que, como podéis suponer, son miniaturas de los Pitufos. Ya os contaré, seguro que lo que más les va a impresionar va a ser el episodio en el que Dulcinea dice aquello de "¡Pechos fuera!". Aunque Afrodita nunca gritara eso, en el imaginario colectivo ya está instalado, como lo de "con la iglesia hemos topado". 

sábado, 4 de junio de 2022

Etimologías



Hoy, en momentos célebres del instituto pandémico, chicos de 3º de ESO han buscado en enciclopedias y diccionarios palabras de varios textos relacionados con la Edad Media. Toda una aventura para ellos y para mí, porque se trataba de que no copiaran las distintas acepciones, sino de que memorizaran la que se correspondiera con el texto y, después, las escribieran según su interpretación. Uno de los despistados ha confundido "hebreo" con "ebrio" y, luego, al intentar enmendar el error ha hecho una mezcla digna de Coll y Jean Cocteau: "Pueblo semítico muy bebedor. Cuando llegaron a Canaán provocaron que Jesucristo, uno de los miembros destacados, se viera obligado a inventarse el milagro de convertir el agua en vino".  El episodio lo ha complementado otro de los chicos que, según me ha confesado, querría estar confinado hasta fin de curso, porque la "Play" le da muchas más alegrías que las aulas. Perdido en la búsqueda de la palabra "galocha", ha descubierto algo muy significativo para él: "¡Soy Géminis!, ahora me entero", y se ha emocionado, no sé por qué. También ha encontrado la palabra "gilipollas" y me ha explicado, muy convencido: "Esta enciclopedia es una mierda. "Gilipollas" no quiere decir esto. De otra cosa no, pero de gilipollas yo sé un huevo", y se ha quedado en silencio, mirándome con malicia. Tenía razón. La definición era "Hijo de padre ebrio". Les he encargado que hagan el trabajo definitivo en parejas.       

viernes, 3 de junio de 2022

La princesa Micomicona

La princesa Micomicona, antes de ser princesa padeció un pasado oscuro, triste, solo era Dorotea: huyó de su lugar, de su casa y se disfrazó de gañán para buscar a un hombre que la burló después de desflorarla. La princesa Micomicona lucha por sus derechos, por la voluntad robada, por las promesas incumplidas. Ella, Dorotea, a pesar de sus tribulaciones; a pesar de andar por Sierra Morena en traje de varón, ocultándose de los hombres que la querrían violar si se vistiera de mujer; a pesar de dedicarse a cuidar ganado por recuperar su dignidad, se presta a ayudar al cura y al barbero para sacar de su locura a don Quijote y devolverlo a su lugar, y Cervantes la convierte en princesa. La princesa Micomicona, antes de ser princesa, se rebela contra los caprichos de los hombres, que no reparan en desgraciar a una mujer por satisfacer su hombría. Ha abandonado a su familia, su lugar, toda su vida, por encontrar a quien no tuvo escrúpulos en deshonrarla, huir y casarse con otra. Y, a pesar de sus cuitas, a pesar de su desgracia y de su soledad, a pesar de vivir como un hombre, ocultando sus piernas y su cabello para no encalabrinar a quienes no dudan en forzar a una mujer sola, se presta a salvar a un loco de su locura, disfrazándose de princesa e inventando una historia caballeresca en la que su reino es asediado por un gigante, que también la quiere como esposa. 

La princesa Micomicona, Dorotea, es otra de esas mujeres del Quijote, aguerrida, astuta, leída, con sentido del humor y también bella, que se rebelan contra su propio mundo, que muestran un valor mayor que el del mejor caballero andante. La princesa Micomicona solo quiere casarse con el hombre que la desfloró, aunque el proceso de su rebeldía es lo importante y no el desenlace. Cervantes convierte el dolor de la mujer en nobleza, la corona princesa porque no merece menos, la corona y se corona como adalid de las desfavorecidas, de las menesterosas, de las humilladas, de las mujeres todas.         

jueves, 2 de junio de 2022

La educación como necesidad

Llevo más de veinte años en el intento de educar adolescentes. Muchas veces pienso que la labor es inútil, que el circo de la enseñanza institucional, la obligación de las aulas, los currículos y el rigor disciplinario no sirven de nada, solo para ahormarlos y adocenarlos. En otras ocasiones, cuando salgo de clase, contento por ver que la labor ha divertido o ha impresionado, tengo el pálpito de que nuestra acción es la única que puede sembrar en ellos un germen de rebeldía o de pasión por la belleza. La abulia y el entusiasmo son sensaciones que nos asaltan más de una vez en un solo día. Salgo de la clase de 3º convencido de que obligar a chicos de quince años a estudiar el Cantar de Mío Cid es tan absurdo como inconsecuente. Termino con 1º de bachillerato con la sorpresa de verlos entusiasmados ante un fragmento del Quijote. Y así andamos un día y otro, oscilando entre la desesperanza y la emoción inusitada. 

Solo cuando me he asomado a la cruel naturaleza del adolescente, en casos de acoso, racismo o clasismo, no he dudado de que es necesario luchar para modificar dichos comportamientos. Hay que educarlos para apartar de ellos la inercia que les lleva a humillar y vilipendiar al compañero débil, al extraño. Es una labor imprescindible para que avancemos como sociedad civilizada. Los comportamientos de los chicos de 12 a 16 años, en ocasiones, causan pavor cuando se ven de cerca, desde las tripas, en su desarrollo real, lejos de los adultos. He tenido la desgraciada oportunidad de asistir a casos crudelísimos de humillación y vejación del otro y he comprobado que la inconsciencia y capacidad para dañar de un chico de esta edad rebasa con creces cualquier previsión. Ha sido en esas ocasiones cuando he considerado más que necesaria la educación, la formación del espíritu crítico para que dejen de ser unidades gregarias que siguen, ciegas, el impulso de la violencia y de la masa. Un hombre, una mujer adultos, en teoría, deberían de haber limado esos comportamientos de grey agresiva, sin compasión, de instintos primarios. Solo con la educación podemos despojarnos de estos perniciosos hábitos inveterados. Por eso, la única certeza que tengo es esta: la educación sirve para afeitar nuestra pelambre más ancestral, la del troglodita que arroja una quijada a la cabeza de un congénere porque imita a otro que lo acaba de hacer. La educación es válida siempre que sirva para aprender a raparnos con autonomía y por propia iniciativa, con la conciencia de no criar piojos que puedan contaminar a la comunidad en la que convivimos.           

miércoles, 1 de junio de 2022

Encierro en la biblioteca

Ayer me di un golpe recio en la cabeza. No es excusa para lo que me ha pasado hoy en clase o sí. Lo único que pido a las administraciones, de las que tan bien hablo siempre, es que me prejubilen cuanto antes. Hoy, a cuarta hora, he dejado encerrada en la biblioteca del instituto a una chica. ¿Acaso era la alumna indeseable de la que uno se quiere desprender? No. Está muy motivada, es respetuosa y participa en clase con la mayor educación. Y, a pesar de todo esto, la he encerrado en la biblioteca. Por suerte no era la sexta hora porque entonces habría tenido problemas de subsistencia. De los libros no se come, lo sabe cualquier escritor que no sea Pérez Reverte. ¿Necesitáis más razones para echarme? Yo creo que no. Estoy dispuesto a abandonar mi lucha por la educación de los alienados. Echadme por favor. Los buenos alumnos de tercero os lo agradecerán.

martes, 31 de mayo de 2022

Teatro "all´improvviso"



Como casi siempre, en clase de Lengua todo está patas arriba: Mireya es Arlequín y también Sancho Panza, Pilar es Polichinela y Maese Pedro (Ginés de Pasamonte), Yésica es "il dottore" y don Quijote. Es una representación "all´improvviso", con la que intentamos emular a los cómicos de la Comedia del Arte. Han estudiado el capítulo del mono adivino y el retablo de Melisendra, han escarbado en el Quijote para llenarse del alma de sus personajes y ahí están, ante toda la clase. Cuando Mireya se quita el sombrero de jipijapa es Arlequín; cuando se lo pone, Sancho Panza. El mono adivino es un gremlin de peluche y don Quijote debería llevar una corona, pero problemas de enredos de pelo la han eliminado en el último momento. Un ensayo rápido en el pasillo y Mireya (Arlequín) presenta la escena, como si fuera un farandulero experimentado de "Els Joglars"; Pilar (maese Pedro) se hinca de rodillas y abraza las "columnas de Hércules" del caballero más aventurero que haya cruzado La Mancha (Yésica). El diálogo fluye de forma espontánea y surge la magia del teatro improvisado. Todo acaba con el destrozo de los títeres de maese Pedro, con la furia desatada de don Quijote y con el jolgorio general que ha provocado la interpretación de las faranduleras improvisadas. Ya lo dijo el mismo Caballero de la Triste Figura: "Quien lee mucho y anda mucho, se lo pasa de puta madre", ¿o no era así?     

lunes, 30 de mayo de 2022

Nuestra profesión no es fácil



He tenido compañeros que lo han pasado francamente mal dando clase. En algunos casos, la razón era evidente, su desorientación, su falta de norte, su locura manifiesta, los convertía en carne de cañón para los grupos de adolescentes, ávidos de carroña. En otros casos, no consigo explicar por qué, se perdía la conexión con el alumnado y se despeñaban de caos en caos. Aparentemente era gente normal, sin ninguna tara, es más, algunos con una formación mucho más que suficiente para impartir clase, sin embargo, entrar en el aula, para ellos, suponía un verdadero suplicio y; para los muchachos, un motivo de jolgorio y cachondeo. Cuando ejercí como jefe de estudios, vi casos realmente dramáticos. 

Este oficio nuestro es muy delicado y mucho más determinante de lo que creen nuestros administradores. He asistido a verdaderos monólogos de tragedia en el despacho. Mujeres y hombres de más de cuarenta años deshechos, destrozados porque se veían incapaces de controlar a alumnos de trece primaveras. Lloraban desconsolados y admitían que no veían solución, que el clima anárquico de algunas clases los había sobrepasado de tal manera que solo pensar en la sesión del día siguiente los desquiciaba, los abocaba a ataques de ansiedad difíciles de tragar.

Nuestra profesión no es fácil, no. Hay madres y padres que confiesan, desesperados, no saber cómo controlar a un solo adolescente, imaginaos a un grupo de 25 o 30, aún más si perciben (lo barruntan al minuto, os lo aseguro) la debilidad del profesor que debe dirigirlos. He entrado en una clase considerada como ideal y los he visto por encima de las mesas, en un estado de locura difícil de definir. El profesor que estaba con ellos pasaba un momento de debilidad mental y ellos lo habían "barruntado", lo habían "olido". No es lo habitual, no quiero coadyuvar al alarmismo ni a la falacia de que la juventud actual es ingobernable. Es cierto que hay personas, por sus condiciones psicológicas, por su carácter o por su circunstancia, que no deberían exponerse ante un grupo de adolescentes. Hay que estar muy bien armado mentalmente para hacerlo. Ningún bien se les va a hacer a los chicos y mucho menos al profesor en cuestión si este no está del todo lúcido. Sí, disfrutamos de muchas vacaciones, nuestro trabajo no es el más duro del mundo; pero, os aseguro que nunca he visto llorar y desesperarse, después de una jornada de trabajo, como lo he sufrido en este mundo de la enseñanza. Me decía un orientador amigo que entrara en clase pensando que los alumnos son el enemigo. Era una broma; pero, a veces (lo he visto) es así, y en ese momento, cuando el enemigo te ha vencido, se debería salir de clase y renunciar o pedir ayuda.         

domingo, 29 de mayo de 2022

Los libros de caballerías, la realidad y la ficción

 


En los capítulos 49 y 50 de la primera parte del Quijote, un canónigo, el cura y el propio don Quijote discuten acerca de las mentiras de que se nutren los libros de caballerías. Por supuesto, el Caballero de la Triste Figura defiende a capa y espada que todo lo que ocurre en esas historias es tan cierto como que el sol alumbra y el hielo enfría, y, en su explicación, mezcla personajes de la ficción con héroes reales, como el Cid. El canónigo se hace cruces al comprobar cómo un hombre de tan buenas razones como don Quijote es capaz de creer en endriagos, encantadores, serpientes de dos cabezas y dragones. Nuestro caballero se asombra de que el cura y el canónigo afirmen que Amadís no existió, cuando su vida viene recogida en libros autorizados por el rey y por la Inquisición. La polémica entra en un terreno fangoso cuando el canónigo compara las verdades de las Escrituras y las vidas de santos con las falacias de los libros de caballerías. Y aquí habría que hacer una apostilla. ¿De veras son más creíbles las hagiografías que los relatos de esplandianes y amadises? ¿Los episodios del Pentateuco son más verosímiles que las batallas contra endriagos descritas en el Palmerín de Ingalaterra? No, por supuesto que no. 
En realidad es una discusión de sencillo análisis: el canónigo y el cura parten de la fe católica para creer a pies juntillas los disparates de las Sagradas Escrituras y don Quijote tiene en la fe caballeresca puesta toda su confianza para creer las diabluras de sus personajes. Es decir, no hay más que estar fanatizado en nuestras creencias, apartar lo racional, para no dudar nunca de nuestra verdad por muy disparatada que esta sea. Don Quijote llega a tildar dos veces al canónigo de blasfemo por dudar de la caballería andante. El canónigo y el cura piensan lo mismo de don Quijote. La diferencia es que el hidalgo manchego vive su fe para servir al menesteroso, para salvar al que lo necesita, para hacer el bien sin reclamar ningún pago. Es un empeño personal y desinteresado. En cambio, el cura y el canónigo, obligados por su dogma, quieren convertir al loco. Desde el principio, pretenden llevarlo a su redil, sumarlo a su secta, a su fe. Es una empresa muy interesada. ¿Quién es, pues, más peligroso, el loco que vive su fe caballeresca con la única finalidad de hacer el bien o los que, seguros de la posesión de una verdad tan disparatada o más que la quijotesca, no dejan que los demás vivan de otra forma, sino que se apuran por integrarlos en su grey a toda costa? La respuesta es sencilla y hay toda una ristra de siglos y de víctimas para constatarlo.

viernes, 27 de mayo de 2022

La calle y el aula



La biblioteca está en el entresuelo; sus ventanas, al nivel de la acera y, por supuesto, abiertas. Los ruidos de la calle irrumpen con violencia, como un componente más de la clase. Comentamos el peligro de decir la verdad, a raíz de la lectura de un fragmento del Rey Lear. El bufón se burla de su señor y expresa amargamente la dificultad de haberse convertido en la voz de la conciencia de los poderosos. Un martillo neumático hace vibrar toda el aula. Nos callamos, porque el estruendo es insoportable. El bufón ya no tiene nada que decir. Una alumna lee, con pausa, con sentimiento, un fragmento de La dama del alba. La muerte es una mujer y se lamenta de su destino, porque nunca ha reído. Un camión ruge y agrede el emocionado parlamento, sin piedad con la delicadeza. Hablamos del monólogo de Lady Macbeth, de la belleza de unas palabras terribles, y nos deleitamos con la interpretación de Marion Cotillard, contenida, angustiosa. El petardeo de una moto de cross destroza la escena y nos deja los oídos llenos de barro. 

Esta es la lucha de todos los días. El aula como una caverna donde se intenta encender el fuego de la belleza para calentarnos y ver las sombras del ideal. La calle como un baño frío, estrepitoso, que apaga cualquier foco de calor. La caverna no es hermética, por desgracia, los boquetes que la comunican con el exterior provocan que el martillo neumático, el camión y la moto de cross tengan más presencia que las voces de los poetas. Por eso nos preguntan constantemente, ¿para qué sirve esto? Porque el camión y la moto y el martillo neumático sí que sirven para algo.