domingo, 19 de junio de 2011

Juan Goytisolo y la tarea del escritor



Artículo muy lúcido sobre la tarea del escritor y la perdurabilidad de los clásicos frente a la literatura de medio pelo, tocada solamente por la bendición de la actualidad. Imprescindible Goytisolo.


"El espejismo generacional"
JUAN GOYTISOLO 19/06/2011
El trayecto de la juventud a la vejez de un escritor, desde la alineación generacional de la primera a la soledad creadora y vital de la última, suele ir acompañado de actitudes autoafirmativas que hacen tabla rasa del pasado inmediato y conducen al parricidio ritual. Todo empieza con nosotros cuando somos jóvenes y, mientras los "abuelos" son vistos a veces con indulgencia, nuestros predecesores no.
Recuerdo las declaraciones del "ya francés" Julio Cortázar a su regreso de una visita a Buenos Aires tras una larga ausencia. Los escritores de la hornada posterior a la suya lo ignoraban: no había sufrido como ellos los horrores de la dictadura argentina, vivía cómodamente en París y su obra, decían, había dejado de interesarles. Pocos años después de su muerte, las aguas volvieron a su cauce. Lo mismo acaeció con Lezama Lima tras el triunfo de la Revolución. Los poetas jóvenes le negaban el café y el azúcar: era ajeno a las preocupaciones del pueblo y pertenecía al pasado. En un excelente número de República de las Letras consagrado a Antonio Gamoneda y al autor de Paradiso, Antón Arrufat, portavoz de otros autores agrupados en Lunes de Revolución, explica su primitivo alejamiento y posterior comprensión gradual del legado literario del gran escritor.
El desencuentro generacional se reitera a lo largo del tiempo sin que los nuevos artistas, poetas y escritores, salvo raras excepciones, escarmienten en cabeza ajena. Manuel Azaña escribió sobre el tema unas líneas memorables:
"La sangre moza se imagina que el mundo nace de su calor; la sangre amortecida, que con ella descaece la vida. Cada generación se persuade que las desdichas de su edad han corrido de un orto a un ocaso. Cuando echa de menos el brío juvenil, imagínase que concluye y resume en sí una vuelta redonda del tiempo histórico. De tales preocupaciones y falacia el espíritu vigoroso está obligado a emanciparse. Como del localismo geográfico, así está obligada la razón a liberarse del localismo temporal, que corta la duración en círculos intangentes, trazados sobre la edad".
Leer a Manuel Azaña, en mi opinión el mejor crítico literario, junto a Luis Cernuda, del siglo que dejamos atrás, nos orienta hacia una mejor comprensión de la vivencia ínsita a la creación artística a lo largo del tiempo. El gran Mijail Bajtin, con su percepción luminosa de que si aquella aspira a proyectarse en el futuro debe hacerlo a partir de un conocimiento cabal del pasado, pues lo que vive tan solo en el presente desaparece con él, halla en Azaña un inesperado y genial precursor. Una cosa es la actualidad, nos dice, y otra la modernidad atemporalque circula a lo largo de los siglos.
La empresa de volver a los clásicos, no para imitarlos, sino para reescribirlos, es el mejor modo de asegurar su propia posteridad. Si Picasso se apropió, para desestructurarlos, de Velázquez y Goya, ¿por qué no asumir la invención del Quijote de Borges y reelaborar El hacedor? Del mismo modo que, gracias a Avellaneda, Cervantes transformó el relato de un personaje enloquecido por sus lecturas en el de un creador enloquecido por los poderes de la literatura, todos podemos recurrir a la biblioteca de Babel a condición de hacerlo con tino y con la conciencia de ser eslabones de una impredecible evolución histórica que no termina en nosotros y a la que nadie puede poner un punto final.
Si en la década de los veinte del pasado siglo, los formalistas rusos describían la historia del arte y de la literatura como una sucesión dialéctica de forma en la que la forma nueva no surgía para expresar un contenido nuevo sino para reemplazar a otro gastado hasta la trama y caído ya en desuso, las recientes reflexiones de Milan Kundera sobre el asunto afinan dicha formulación: el novelista que aspira a perdurar debe descubrir lo que sus predecesores no han visto ni escrito. No se trata pues de saltar de un tema a otro sino enfocar el mundo y las sociedades e individuos que lo pueblan desde una perspectiva singular e inédita.
Las generaciones jóvenes que hoy aspiran a ello son a la vez rupturistas respecto al pasado inmediato y conscientes de la necesidad de engarzar con el legado que a sus ojos no ha perdido vigencia. Sin atenerse a los criterios de la consabida crítica al uso -tan dada a ensalzar las obras destinadas al lector perezoso-, algunos autores insumisos a las normas trazadas sintonizan su labor novelesca con las infinitas posibilidades abiertas por el universo virtual creado por la ciencia y las técnicas del nuevo milenio: ese desgarrón, en palabras de Jesús Ferrero, "entre los que se educaron bajo el signo de la galaxia Gutenberg y los que no". El desafío al que se enfrentan estos es arduo y estimulante. Arduo, porque toda hermandad basada en percepciones comunes impone al artista el reto de desmarcarse de ella. Estimulante, en la medida en que dicha ruptura implica la fe en una trayectoria a menudo incomprendida y mirada a veces con hostilidad o con sospecha.
La historia se repite, aunque las circunstancias cambien. Miembro de la llamada generación del medio siglo -la nacida entre 1926 y 1936-, marcada por la Guerra Civil y la interminable dictadura que le sucedió, mi vinculación con los escritores de mi edad o algo mayores que yo se fundaba en una serie de inquietudes políticas y sociales compartidas. El propósito de denunciar la ocultación de la realidad por una prensa amordazada por la censura nos inducía, como escribí aquellos años -en Francia y México, no en España- a desempeñar el papel informativo que en los países democráticos corresponde a los diarios. Dicho objetivo y las afinidades ideológicas reforzaron los cimientos de nuestra relación por encima de las divergencias literarias y ambiciones artísticas. Con todo, al cabo de un tiempo, el fundamento de aquella se resquebrajó y cada uno de nosotros siguió su propio trayecto.
La distancia del mundo que concede la vejez permite ver las cosas de otra manera. Se puede ser un cascarrabias, como lo fueron un puñado de autores insignes, pero alcanzar también una lucidez fruto del reconocimiento de los propios errores y del abandono de todo espíritu de clan y afán de competencia. El creador, enfrentado a la cercanía de su desaparición física, no rivaliza ya con nadie; ve las cosas y su vida a distancia; elude la trampa del espejismo generacional y del "localismo temporal" del que habla Azaña. Sabe que la historia coloca a cada cual en el lugar que le corresponde: al innovador rebelde en el suyo, y a quienes confunden creatividad con éxito de ventas o visibilidad mediática en la plenitud de su nada.

viernes, 10 de junio de 2011

Terminó la selectividad



Ha terminado la selectividad y no me he enterado de nada. Tengo muchas clases de 2º y de 3º y no he podido acudir a Las Pedroñeras. Espero que todo haya ido bien, pero me gustaría saber con qué impresión habéis salido de los exámenes de Lengua y de Literatura Universal. Si pasáis por aquí, dejad algún comentario sobre vuestra impresión y sobre la nota que esperáis. Y ahora, a disfrutar. Ya nos veremos de paisano.

jueves, 26 de mayo de 2011

Presentación oficial de "Criaturas del Piripao"

El sábado, 2 de julio, en Barcelona se celebrará la presentación oficial de mi primera novela: "Criaturas del Piripao". Intervendrán en el acto: José Membrive (editor), Javi Castellanos (profesor de Historia y admirador de Bum-Kun-Cha) y David Arona (profesor de Lengua en Landete). Os espero a todos los que podáis asistir en la Librería Catalonia (Ronda de San Pere, 2, Barcelona) a las 7 de la tarde. Presentará el acto José Membrive, luego hablaremos nosotros y después un vino y un aperitivo.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Nueva reseña sobre Criaturas del Piripao

Me ha sorprendido ver en la página web de la Asociación Española de Comprensión Lectora una reseña bastante profunda sobre mi novela. Es cierto que cada lector convierte al libro en una historia nueva. Aquí la dejo, aunque no sé quién la firma. Si alguien sabe algo sobre esta asociación, me gustaría saber, solo por agradecimiento:
"José Urbano Hortelano: Criaturas de Piripao (Ediciones Carena, 2011).Este libro puede parecer una divertida comedia ácida basada en el marasmo social de nuestro Siglo de Oro pero poco a poco, vamos descubriendo, que la realidad de la que habla es de la condición humana, y que nuestro rostro pende sobre los hombros de algún grotesco personaje barroco. Destacar también que pasa desapercibida la magistral técnica literaria, la exactitud del vocabulario, la verosimilitud de las circunstancias, ante el sofoco que se va apoderando del lector, por lo que le está cayendo, te arrastra por el lodazal de la España picaresca. Una sociedad en plena descomposición política, moral, a la que una lluvia de acidez artística, deja desnuda, aunque todos se empeñen en verla galana y florida. Confundiéndonos en un mismo plano con la sociedad actual."

sábado, 14 de mayo de 2011

Martes de Carnaval



Si nunca te han puesto los cuernos, si nunca has intentado ligar con una viuda tras robarle el traje a su marido en la fosa, si nunca has tenido que lidiar con hijas rebeldes, putas y facinerosos, si nunca has hablado a la vez la lengua del hampa, la de los indianos, la de los bohemios, la de los idiotas y la de los latiniparlos, si nunca has tratado con ciegos intelectuales, si nunca has visto un caradura que sepa latín, si nunca te has aprovechado de un pariente dislocado, si nunca has sido chapero, si nunca has sido muñeco de guiñol o buey o gato o rata o fantoche o espectro, si nunca has hecho teatro, si nunca has sido tocado por la fuerza desintegradora de la vida, si nunca has estado enamorado de una araña..., posiblemente tampoco hayas vivido y, posiblemente, tampoco te guste la literatura de Valle-Inclán. Descúbrela (a la fuerza si eres alumno de 2º C) y luego me lo contáis en el examen o en otro sitio.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Emergencia en 2º de Bachillerato



Para los alumnos de 2º A que por la baja de Cristina os falte material o recursos suficientes con que preparar la asignatura (exámenes de recuperación, selectividad...) aquí os dejo mi correo electrónico por si necesitáis algo (instrucciones para el comentario, bases de sintaxis o temas). No dudéis en solicitarlo, os lo puedo mandar inmediatamente: jhortelan6@gmail.com. Si queréis algo más, buscadme por la sala de profesores.

sábado, 7 de mayo de 2011

Suero Láinez, según Pedro Pablo

Este cuadro de Pedro Pablo se titula "Suero Láinez". No soy un experto en arte moderno, pero me ha hecho ilusión ver el rostro cubista de un personaje de mi novela. Según Javi, lo que toca Suero es una sandía, según el autor, un tambor. Bueno, el arte moderno es así. Lo que a unos les parece un botijo a otros, una bandurria.

viernes, 29 de abril de 2011

En Las Ramblas, de milagro

Una muestra de las imágenes que dejó la editorial sobre la parada que montó el Día del Libro en Barcelona (el editor y la administrativa). Después de la cena, celebrada la noche anterior en uno de los lugares míticos de la bohemia catalana, "Els Quatre Gats", no me fue posible asistir por la mañana a la gran fiesta y a la comida de fraternidad de todos los escritores (no sé cómo saldría, demasiados egos comiendo juntos). Eso sí, por la tarde estuve con la gente de Carena y lo pasamos bien. Incluso hubo alguna visita de Landete (gracias, Laura, me dio mucha alegría verte).

jueves, 21 de abril de 2011

Vanguardia y tradición

No dejéis de pasar por Barcelona, Rambla de Sant Josep, 75, el día 23 de abril, en la parada 82, de 5 a 8 de la tarde. Allí estarán la rosa negra y las Criaturas del Piripao en una operación de márketing sin parangón desde que se lanzó el Titanic. Incluso aparecemos en la lista de El País.com, y sin pagar un duro.

sábado, 2 de abril de 2011

Las criaturas del Piripao en Barcelona

El próximo día de San Jordi, es decir, el día del Libro, me trasladaré a Barcelona para firmar mi novela en Las Ramblas, en el puesto que va a disponer la editorial Carena para sus autores, frente al Liceo (toma ya). De 5 a 7 de la tarde estaré por allí, aunque pienso pasar un buen fin de semana en la ciudad en que vencieron a Don Quijote. La última vez que fui a Barcelona fue a hacer una mudanza de una amiga y ahora vuelvo para firmar libros (vaya cosas raras que hago yo en esa ciudad). En fin, comienza la gira del Piripao. No es que me gusten mucho estos actos formales, pero a alguien conoceremos que valga la pena y nos invite a unas fantas. Si estáis por allí ese fin de semana, pasad a verme.

viernes, 25 de marzo de 2011

"Criaturas del Pirpao": primera reseña

Aquí dejo la primera crónica sobre "Criaturas del Piripao". Se puede leer en el periódico digital, "Ojos de Papel": LITERATURA Y REENCARNACIÓN Criaturas del Piripao: un viaje en el túnel del tiempo Suero Láinez, otrora brillante trovero, abandona la vida muelle de la corte, a finales del siglo XVI, y se marcha a una villa castellana donde intenta sobrevivir encomendándose a sus artes oratorias, ora desgranando romances, ora sirviendo a señores o tratando de formar parte de una compañía de comediantes. De cualquier forma, su actividad le lleva a ponerse en contacto con todos los estamentos sociales, lo que le permite retratar por dentro una sociedad en periodo de descomposición: “clérigos libidinosos, nobles sodomitas, cómicos de la legua, parteras moriscas, dueñas perseguidas por la Inquisición… Un submundo, muy alejado de la fantasía, que frustrará su nuevo oficio de cronista y que alimentará sus desequilibrios… Un dibujo satírico de finales de siglo que, a través del humor negro, cabalga sobre un hecho intemporal: la voracidad insaciable del poder y el estupor del individuo ante sus manejos”, reza el autor. Estupor, en su acepción de aturdimiento, esa es exactamente la sensación que me ha quedado de la lectura de Criaturas del Piripao. Tras leerlo, llevo días con el libro arriba abajo, incapaz de abandonarlo en la estantería, pero también incapaz de reducirlo a un folio de impresiones. Todos los libros buenos requieren varias lecturas, pero este —lo preveo insaciable— no me va dejar en paz durante bastante tiempo. Se ha pegado a mí y, como esa amante súbita y arrasadora, trata de mantenerme bajo su órbita. Sé que me queda otra lectura pendiente, esa que se da en la intimidad y de la que no tendré que dar cuenta a nadie, pero ahora necesito escribir algo aunque sólo sea como excusa para que el libro me deje en paz. Se sentó sobre una laja al borde del camino. Los esfuerzos hacían mella en su menguado cuerpo, la potra volvía a soltarle las tripas por la ingle y debía remangarlas para seguir su destino. La ondulación de una dorada llanura con barbas incipientes se extendía hacia el horizonte rasurado. Retales dispersos de encinares y ocres viñedos se cosían al trigueño paisaje. La panza húmeda de los nubarrones sometía al páramo tullido. A la izquierda de Suero se abría un pespunte de cipreses que remendaba el cementerio. Al frente, la hiriente aguja de la torre de la iglesia desgarraba el cielo que se deshacía en pinceladas de lluvia para desleír el tapiz amarillento del suelo. Hombres y mujeres en barbecho paseaban su miseria sorteando charcos. Así comienza la obra, de manera aparentemente anodina, pero, poco a poco, así se va abriendo el túnel del tiempo que te va abduciendo y en el que, cuando te hayas inerme, entregado, te vomita en una realidad que, al menos para mí, me ha resultado familiar, terriblemente familiar. Una sociedad fastuosa en apariencia (la correspondiente a nuestro Siglo de Oro), pero mísera, falsa, picaresca, a poco que indagues bajo su máscara. Pasa desapercibida la magistral técnica literaria, la exactitud del vocabulario, la verosimilitud de las circunstancias, ante el sofoco que se va apoderando del lector, por lo que le está cayendo. No tiene piedad José Urbano, abusa del lector. Le das la mano de unos minutos y se apodera de tu brazo, tu mente, tu tiempo… Te arrastra por el lodazal de la España picaresca, pero la de los pícaros de verdad, la de los poderosos, inquisidores, cortesanos… que ocultaban su caspa bajo su brillante capa. Una sociedad en plena descomposición política, moral, a la que una lluvia de acidez artística deja desnuda, aunque todos se empeñen en verla galana y florida. Hay varias cosas terribles que cuesta perdonar a este autor: primero, que exhiba las miserias sociales de nuestro Siglo de Oro, con lo bien que quedaba el rótulo; segundo, que nos arrastre a ellas, que nos manche, que nos haga partícipes de la gran mascarada, que describa aquella sociedad con tanta exactitud, que se confunda con la actual. De tal manera que uno, mientras va leyendo, no puede escapar a la tentación de interpretarlo en clave actual. Ojo con él. Es un manipulador de la realidad. Igual que Goya: le encargan pintar a la familia real y aparecen los infantes con cara de tontos tal cual eran, traicionando así la función del arte como arma publicitaria de su clase dirigente. Uno se entrega a Criaturas del Piripao pensando divertirse a costa del marasmo social de nuestro Siglo de Oro y, poco a poco, va descubriendo que en realidad de lo que habla es de la condición humana, y que nuestro rostro pende sobre los hombros de algún grotesco personaje barroco. Otra cosa más imperdonable es que nos haga reír, ciertamente por no llorar. Pero uno acaba no sólo riendo, sino comprendiendo y, por tanto, amando, indignadamente, pero amando, a estas criaturas infamemente cercanas a nosotros. Pero hay más. Leyendo esta novela uno tiene la sensación de haber estado allí, de que va recordando, resucitando vivencias, como esos sueños que olvidaste y emergen vivos cuando menos lo esperas. Pero lo más imperdonable de todo no es que arrastre al lector al vertedero social de siglos pasados. Con un truco propio de artistas retorcidos, si te descuidas un poco, te hace creer que aquellos mismos personajes son los que hacen que se pudran las mismas estructuras sociales de nuestro flamantísimo siglo XXI. Como si nuestros cortesanos tuvieran que ver algo con los que propiciaron la descomposición social. Como si nuestros clérigos siguieran abusando de niños y de mujeres aprovechando su debilidad económica. Como si nuestros dirigentes culturales mangonearan y dilapidaran desconsideradamente mientras la pobreza se apodera de las capas sociales más débiles. Como si alguien, en plena sociedad civilizada, pudiera instigar el enfrentamiento por motivos religiosos. ¡Hasta aquí podríamos llegar! Una cosa es que nuestro Siglo de Oro ocultara el mangoneo generalizado; que nuestra novela picaresca obviara la picaresca del poder; que clérigos y financieros fueran capaces de inventarse excusas, crisis y leyes para desahuciar a los pobres y apoderarse de sus bienes; y otra cosa es insinuar que eso puede pasar en nuestro tiempo. En fin, amigo José Urbano, he salido estupefacto de la primera lectura, indignado contigo por el espejo que me has puesto delante, pero seducido por esa historia tan terriblemente nuestra. Pienso repetir la lectura porque he dejado muchos asuntos pendientes, entre ellos, estos: ¿por qué me ha dolido tanto este dolor de unos personajes de ficción en un siglo que aparentemente no he vivido? ¿Por qué sé que hay tanta verosimilitud, tanta verdad en esta obra de ficción? ¿Es José Urbano un trovador reencarnado que ha logrado burlar la ley del olvido? ¿Intenta vengarse de nuestras maldades pasadas o más bien de las presentes? ¿Por qué hace tan divertida una historia tan terrible?… Preguntas y más preguntas que, tal vez, no me serán respondidas en las sucesivas lecturas que haré de Criaturas del Piripao. Pero aún así, seguiré en el empeño.

viernes, 11 de marzo de 2011

Un extracto de "Criaturas del Piripao"


El día 21 de marzo me han dicho en la editorial que sale mi novela de la imprenta. Se podrá comprar en cualquier librería de España o en la página web de la editorial (www. edicionescarena.org) Si alguien tiene curiosidad en comprobar el género aquí dejo un pequeño extracto, escogido al azar de las páginas 52 y 53:
Una rama de romero incrustada entre los tablones ahumados de la puerta señalaba el lugar. Don Alvar echó un vistazo a su alrededor y observó lo poco que había cambiado el antro en diez años. El mismo tugurio que vio una de sus últimas correrías en la villa le recibía con un hedor familiar a guisote rancio, cuero sin curtir y bostas de acémilas. Tomaron asiento junto a una mesa larga a cuyo cabo un asiduo del garito dormía la mona. El tabernero, al ver a don Alvar, corrió a saludarlo y apartó el bulto vecino a otro rincón.
-¡Cuánto tiempo sin ver a mi señor por aquí! ¡Bienvenido seáis! ¡Vuestra excelencia siempre tan elegante! ¿Comeréis algún bocado o preferís pasar al apartado de los tahúres para contemplar el juego como solíais hacer antaño? –se desvivía el tabernero por complacer al que había sido durante mucho tiempo uno de sus más distinguidos y viciosos clientes, sin reparar en su desastrado acompañante.
-Escoge lo mejor de tu despensa y sírvenos, Juanote, sin entrar en más pláticas ni más flores. Aquí, mi amigo, necesita que lo provean de carne y miga de pan y no de almodrote de palabrería –cortó Alvar Ansárez las cortesías del simple posadero.
Tras ellos, cuatro arrieros propios del lugar, murmuraban y se sonreían mientras miraban de soslayo al caballero y a su acompañante. La atildada compostura de su librea, las blanduras que lo adornaban y los colores escandalosos de su tez bastaban para provocar las miradas de los asistentes. Además, todos conocían las singulares apetencias de don Alvar y, a pesar de haber estado ausente durante su larga estancia en la Corte, pocos habían olvidado sus correrías de sátiro sodomita. De no ser un caballero principal y poderoso de la Orden de Calatrava, posiblemente las malicias dichas entre dientes hubieran pasado a ser burlas, insultos y, más adelante, mamonas, manteos y apaleamientos.
Entre tanto, Suero se hurgaba las narices con un lienzo y se sonaba sobre él, lo apartaba y lo miraba con mucho espacio, como si en él hubiera perlas preciosas. Don Alvar contemplaba su ensimismado comportamiento, preso de intriga, y se dejaba arrastrar a las fosas sorprendentes de la atracción amorosa. No en vano, pensaba el caballero, dicen que don Amor no se aviene a razones ni mira por la lente de la lógica ni de la estética. Todavía podía llevar hasta su hacienda a hermosos mozos que por un buen yantar y un cómodo lecho se abandonarían a cualquier capricho suyo...

domingo, 6 de marzo de 2011

Última oración (y no es un programa religioso)

Del cartel que tenéis en la foto vamos a sacar la última oración que analizaremos mañana en clase. Cuidado con las coordinadas y las subordinadas de infinitivo y, también, cuidado no con el perro, sino con el que ha escrito este cartel.

jueves, 3 de marzo de 2011

Oraciones de saldo

La ilustración es una alegoría sobre cómo os espero para el examen del martes. Aquí os dejo dos oraciones (las últimas antes del examen). Una ha sido extraída de El amor en los tiempos del cólera, la otra, evidentemente, no. A ver si sabéis cuál es cuál:

-Mientras que vosotros celebráis la festividad de Jueves Lardero en el campo comiendo gachas, yo peno poniendo oraciones para que luego no me hagáis caso en las clases.

-Fue en la primera noche de buena mar, ya en la cama, pero todavía vestidos, cuando él inició las primeras caricias, y lo hizo con tanto cuidado que a ella le pareció natural la sugerencia de que se pusiera la camisa de dormir.

lunes, 28 de febrero de 2011

"El amor en los tiempos del cólera"


Para contradecir la opinión general de los alumnos de 2º que se están leyendo (o no) esta novela, aquí dejo un fragmento en el que se describe el primer encuentro sexual de Fermina Daza con Juvenal Urbino. No se puede describir con mayor sensualidad y fina ironía un momento así. A lo mejor es que hay que vivir mucho más para comprender este libro.

Ella no hubiera permitido que él le tocara ni la yema de los dedos antes de la bendición episcopal, pero tampoco él lo había intentado. Fue en la primera noche de buena mar, ya en la cama pero todavía vestidos, cuando él inició las primeras caricias, y lo hizo con tanto cuidado, que a ella le pareció natural la sugerencia de que se pusiera la camisa de dormir. Fue a cambiarse en el baño, pero antes apagó las luces del camarote, y cuando salió con el camisón embutió trapos en la rendija de la puerta, para volver a la cama en la oscuridad absoluta. Mientras lo hacía, dijo de buen humor:

-Qué quieres doctor, es la primera vez que duermo con un desconocido.

El doctor Juvenal Urbino la sintió deslizarse junto a él como un animalito azorado, tratando de quedar lo más lejos posible en una litera donde era difícil estar dos sin tocarse. Le cogió la mano, fría y crispada de terror, le entrelazó los dedos, y casi con un susurro empezó a contarle sus recuerdos de otros viajes de mar. Ella estaba tensa otra vez, porque al volver a la cama se dio cuenta de que él se había desnudado por completo mientras ella estaba en el baño, y esto le revivió el terror del paso siguiente. Pero el paso siguiente demoró varias horas, pues el doctor Urbino siguió hablando muy despacio, mientras se iba apoderando milímetro a milímetro de la confianza de su cuerpo. Le habló de París, del amor en París, de los enamorados de Paris que se besaban en la calle, en el ómnibus, en las terrazas floridas de los cafés abiertos al aliento de fuego y los acordeones lánguidos del verano, y hacían el amor de pie en los muelles del Sena sin que nadie los molestara. Mientras hablaba en las sombras, le acarició la curva del cuello con la yema de los dedos, le acarició las pelusas de seda de los brazos, el vientre evasivo, y cuando sintió que la tensión había cedido hizo un primer intento por levantarle el camisón de dormir, pero ella se lo impidió con un impulso típico de su caracter. Dijo "Yo lo sé hacer sola". Se lo quitó, en efecto, y luego se quedó tan inmóvil, que el doctor Urbino hubiera creído que ya no estaba ahí, de no haber sido por la resolana de su cuerpo en las tinieblas.

Al cabo de un rato volvió agarrarle la mano, y entonces la sintió tibia y suelta, pero húmeda todavía de un rocío tierno. Permanecieron otro rato callados e inmóviles, él acechando la ocasión para el paso siguiente, y ella esperándolo sin saber por dónde, mientras la oscuridad iba ensanchándose con su respiración cada vez más intensa. Él la soltó de pronto y dio el salto en el vacío: se humedeció en la lengua la yema del cordial y le tocó apenas el pezón desprevenido y ella sintió una descarga de muerte, como si le hubiera tocado un nervio vivo. Se alegró de estar a oscuras para que él no le viera el rubor abrasante que la estremeció hasta las raíces del cráneo. "Calma -le dijo él, muy calmado-. No se te olvide que las conozco". La sintió sonreir y su voz fue dulce y nueva en las tinieblas.

-Lo recuerdo muy bien -dijo-, y todavía no se me pasa la rabia.

Entonces él supo que habían doblado el cabo de la Buena Esperanza, y le volvió a coger la mano grande y mullida y se la cubrió de besitos huérfanos... Ella no supo cómo fue que su mano llegó hasta el pecho de él, y tropezó con algo que no pudo descifrar. Él le dijo "es un escapulario". Ella le acarició los vellos del pecho, y luego agarró el matorral completo con los cinco dedos para arrancarlo de raíz. "Más fuerte" dijo él. Ella lo intentó, hasta donde sabía que no lo lastimaba, y después fue su mano la que buscó la mano de él perdida en las tinieblas. Pero él ni se dejó entrelazar los dedos, sino que la agarró por la muñeca y le fue llevando la mano a lo largo de su cuerpo con una fuerza invisible pero muy bien dirigida, hasta que ella sintió el soplo ardiente de un animal en carne viva, sin forma corporal pero ansioso y enarbolado. Al contrario de lo que él imaginó, incluso al contrario de lo que ella misma hubiera imaginado, no retiró la mano, ni la dejó inerte donde él la puso, sino que se encomendó en cuerpo y alma a la Santísma Virgen, apretó los dientes por miedo de reírse de su propia locura, y empezó a identificar con el tacto al enemigo encabritado, conociendo su tamaño, la fuerza de su vástago, la extensión de sus alas, asustada de su determinación, pero compadecida de su soledad, haciéndolo suyo con una curiosidad minuciosa que alguien menos experto que su esposo hubiera confundido con las caricias. Él apeló a sus últimas fuerzas para resistir el vértigo del escrutinio mortal, hasta que ella lo soltó con una gracia infantil como si lo hubiera tirado en la basura.

-Nunca he podido entender cómo es ese aparato -dijo.

Entonces él se lo explicó en serio con su método magistral, mientras le llevaba la mano por los sitios que mencionaba y ella se la dejaba llevar con obediencia de alumna ejemplar. Él sugirió en un momento propicio que todo aquello era más fácil con la luz encendida. Iba a encenderla, pero ella le detuvo el brazo, diciendo "Yo veo mejor con las manos". En realidad quería encender la luz, pero quería hacerlo ella sin que nadie se lo ordenada, y así fue. Él la vio entonces en posición fetal, y además cubierta por la sábana bajo la claridad repentina. Pero la vio agarrar otra vez sin remilgos el animal de su curiosidad, lo volteó al derecho y al revés, lo observó con tal interés que ya empezaba a parecer más que un científico, y dijo en conclusión "Cómo será de feo, que es más feo que lo de las mujeres". Él estuvo de acuerdo y señaló otros inconvenientes más graves que la fealdad. Dijo: "Es como el hijo mayor, que uno se pasa la vida trabajando para él, sacrificándolo todo por él, y a la hora de la verdad termina haciendo lo que le da la gana"....

...Ella se rio divertida de un modo tan natural, que él aprovechó la ocasión para abrazarla y le dio el primer beso en la boca. Ella le correspondió y él siguió dándole besos muy suaves en las mejillas, en la nariz, en los párpados, mientras deslizaba la mano por debajo de la sábana, y le acarició el pubis redondo y lacio, un pubis de japonesa. Ella no le apartó la mano, pero mantuvo la suya en estado de alerta, por si él avanzaba un paso más.

-No vamos a seguir con la clase de medicina -dijo.

-No -dijo él-, ésta va a ser de amor.