viernes, 28 de mayo de 2021

Día de Castilla-La Mancha

El lunes que viene es el Día de Castilla-La Mancha. Como sabéis, nuestro presidente Page es muy permeable a las buenas ideas de todos los partidos y prepara una batería de medidas para elevarnos como comunidad y ser el referente de la nueva España:

-A partir del próximo curso, antes de empezar la jornada, habrá que formar y cantar una seguidilla manchega en escuelas, institutos, hospitales y cualquier otra institución dependiente de la Consejería. Se gratificará la interpretación por parte de los funcionarios de jotas o bailes propios de la localidad. 

-Se repartirán efigies en cartón o goma eva a tamaño natural del presidente de la Comunidad para que presidan los lugares más significativos de los lugares públicos. 

-Será obligatoria en cada una de las dependencias de las dependencias públicas, incluidas aulas y habitaciones de hospital, la exposición del crucifijo con la bandera de Castilla-La Mancha en el lugar donde iba el RIP. 

-Los directores de hospitales, centros educativos y ayuntamientos deberán tatuarse un molino de viento en su brazo derecho. 

-La televisión de Castilla-La Mancha retransmitirá más corridas de toros y procesiones.

-En las plazas de los consistorios se instará a los alcaldes para que se comience el día con una proclama plenamente manchega, podrían ser las siguientes: "¡Ea!", "Bueno me tenéis!", "Gañáááán!", "¿Qué marcha me lleváis!"...   

jueves, 27 de mayo de 2021

El síndrome de Estocolmo en la ESO


Los grupos de la ESO suelen ser muy propensos a idolatrar al profesor, sobre todo los más pequeños. He sido testigo de adoraciones increíbles hacia personajes abominables y faltos de toda vocación profesional. Nosotros, los profesores, nos sentimos dioses dentro del aula y con demasiada frecuencia crece nuestra vanidad cuando nos vemos adulados por el alumnado al que impartimos materia. La entrega emocional de muchachos de doce, trece, catorce y quince años genera una efervescencia del ego que a menudo deforma la percepción de nosotros mismos y de nuestro cometido. Ellos suelen ser espontáneos, desean verse abrazados (a veces con síntomas del síndrome de Estocolmo) por los mayores que les educan, a pesar de los roces y las tensiones propias de la adolescencia. Y ese abrazo, esa demostración de afecto superlativo, a menudo lo interpretamos como que nuestra labor ha sido excelsa, insuperable. Es muy frecuente ver en las redes sociales y en los pasillos de los institutos al profesor ensoberbecido, entusiasmado, por ese amor incondicional del alumnado. Alardeamos de su cariño, de sus muestras de afecto, del poder de atracción de nuestra labor profesional. Un panorama idílico y digno de evocar una y otra vez si no hubiera visto cómo elementos de catadura bastante cuestionable gozan de un aprecio similar, superlativo, por parte de los chicos a los que imparten clase. El ansia de amor y de veneración es tan excesiva a esas edades que pocas veces tienen en cuenta la idoneidad de sus idolatrías. He visto adorar e incluso venerar a profesores a los que yo no confiaría ni la custodia de mis tortugas. Por eso, desde hace años, intento aquilatar esas desmesuradas muestras de apego. 

Hay que desnudar el ego, despojarlo del efecto que produce la adulación. En esta sociedad de la exposición permanente debemos templar gaitas y no dar una importancia extrema (animados por la vanidad) a lo que es un sencillo impulso espontáneo de generosidad adolescente. 

lunes, 24 de mayo de 2021

La inspiración lírica de Los Pecos y C. Tangana



¿Ha plagiado C. Tangana a Los Pecos o solo son referentes comunes los que les unen? Esta candente cuestión nos asalta cuando comparamos las letras de dos de sus canciones. La primera es la mítica "Esperanzas" de Los Pecos; la segunda, "Tú me dejaste de querer", de C. Tangana.

ESPERANZAS

He vivido unos años, algo duros sin ti; 

ahora quiero olvidarlos y volver a reír...

En mi vida sólo quedan esperanzas, 

en mis sueños mi ilusión siempre eres tú...

Sólo vivo esperando tu regreso, 

con tu marcha te llevaste 

mi corazón...

TÚ ME DEJASTE DE QUERER

Tú me dejaste de querer cuando te necesitaba,

cuando más falta hacías, tú me diste la espalda.

Tú me dejaste de querer cuando menos lo esperaba,

cuando más te quería, se te fueron las ganas

En la primera canción observamos cómo la desazón de un amor perdido provoca un desasosiego que, por mucho que se intenta evitar, no se puede porque el amor aún está arraigado en las entrañas del rubio y del moreno. En la segunda, la leyenda madrileña del trap, también se queja de un desamor, de alguien que lo ha abandonado en lo mejor de su relación. ¿Será la misma persona la que ha provocado este sentimiento o es que Tangana ha aprovechado el tirón sentimental de Los Pecos para plagiarlos? Sus referentes, es evidente, están en la poesía de los trovadores, en la Edad Media. Estos dos vates modernos rememoran esa queja amarga del amante despechado por el rechazo de la amada. Ni Arnaut Daniel, ni Dante, ni Petrarca, ni siquiera Garcilaso supieron plasmar con tanta maestría este sentimiento universal. Recorren un itinerario hacia el pasado, recuperan el amor cortés y la tradición petrarquista. Sin duda, tanto unos como el otro son tres poetas apegados a la tradición lírica más antigua que han conseguido estimular a las masas con un estro atávico. ¡Viva el "fins amor"! 



sábado, 22 de mayo de 2021

"Dos piezas surrealistas de la historia de España" por Manuel Vicent




1. Conocí a Pedro Sainz Rodríguez en los últimos años de su vida. Era el modelo del gordo listo, incansable y sutil, que desde su juventud, moviéndose en la sombra, había estado presente detrás de la cortina en todos los fregados políticos: en el cuarto de baño con la querida del nuncio apostólico Tedeschini para arrancarle unas cartas comprometidas; en la conspiración de la sanjurjada del 10 de agosto de 1932 contra la República, en los preparativos del Alzamiento del 18 de Julio, en las maniobras de la Monarquía durante 40 años junto a don Juan en Estoril para recuperar el trono. A veces me invitaba a comer y mientras le caía la sopa por la comisura hasta la servilleta, que llevaba anudada como un niño en el pescuezo, me contaba historias muy surrealistas.

—Mire usted, los que dicen que Franco se rajó en la sanjurjada mienten. Yo estaba presente en la entrevista en el restaurante Camorra de la cuesta de las Perdices, a la que acudimos los tres después de burlar a cuatro policías, y allí Franco le dijo a Sanjurjo: “Yo no le doy mi palabra de sumarme a su alzamiento, no se lo prometo; haré lo que sea, según las circunstancias; lo que le aseguro es que si el Gobierno decide mandar fuerza para dominar ese movimiento, yo no iré y, además, procuraré que no vaya nadie. No haré nada para que usted no triunfe”. Franco no se metía en líos porque temía perder su carrera. Por aquellos días para tratar de convencerlo lo cité en el pequeño hotel de la calle Victoria donde yo vivía en esos días. Llegó un poco alterado porque creía que lo habían seguido. Después de estar un buen rato charlando sonó del teléfono interior. Era el conserje que preguntaba si un señor había subido a mi habitación. Al oír esto Franco pensó que la policía lo iba a detener y se tumbó en la bañera detrás de las cortinas. Era simplemente el taxista que había traído a Franco y preguntaba si iba a bajar porque no le había pagado la carrera. Y cuatro años después le costó muchísimo unirse al alzamiento del 18 de julio. Exigió que le pusieran 40.000 duros en Italia y, aun así, la contraseña para sumarse a Mola fue un telegrama en el que se declaraba fiel a la República, por si las moscas. Franco era muy cauto. Por ejemplo, cuando se mató Mola y en el lugar del accidente se levantó un obelisco, en el Consejo de Ministros le dijimos que debía ir a inaugurarlo. Se negó en redondo: “No. no, aquello es un valle muy peligroso y puede llegar un avión rojo y soltarme una bomba”.

2. Un día le pregunté al escritor Ernesto Giménez Caballero cuál había sido el momento cumbre de su azarosa vida. Sentado en un sillón abacial allí en su estudio comenzó a agitar los brazos como las aspas de aquel molino que Don Quijote había confundido con un gigante y con una locura muy parecida, me dijo:

“El momento cumbre de mi vida sucedió durante una cena en Berlín, dos días antes de la Nochebuena de 1941, invitado a casa de Goebbels. Fuera sonaban las alarmas de bombardeos y se oían los clamores de las patrullas de la Gestapo. Antes de cenar yo le había regalado a Goebbels un capote de luces para que toreara a Churchill, y en eso Goebbels tuvo que salir porque lo llamó Hitler. Al quedar a solas con Magda, su mujer, en un salón privado donde ardían los troncos de la chimenea, me creí arrebatado por una fuerza superior y le expuse mi grandísima visión, la posibilidad de reanudar la Casa de Austria que se había interrumpido con Carlos II el Hechizado. Magda estaba sentada frente a mí en un sofá de raso verde y oro. Pero luego hizo que me acercara a ella para ofrecerme una copa de licor que calentó con las manos y humedeció levemente los bordes con los labios. En aquel ambiente de ascua y pasión, sentí que iba a jugarme la carta de un gran destino, no sólo mío, sino de mi patria y del mundo entero. Entonces le propuse la fórmula para llegar al armisticio de Europa reanudando al mismo tiempo la estirpe hispano-austríaca. Se trataba de casar a Hitler con una princesa española de nuevo cuño, como Ingunda, Brunequilda o Gelesvinta. Sólo había una candidata posible por su limpieza de sangre, su fe católica y sobre todo por su fuerza para arrastrar a las juventudes españolas: ¡Pilar Primo de Rivera! Había que casar a Hitler con la hermana de José Antonio. Al oír esto los ojos de Magda se humedecieron de emoción. Tomó mis manos y las estrechó con las suyas. Y acercando su boca a mi oído musitó el gran secreto: “Su visión es extraordinaria y yo la haría llegar con gusto al führer, pero resulta que HitIer tiene un balazo en un genital y es impotente desde sus tiempos de sargento. No hay posibilidad de continuar la estirpe. Lo de Eva Braun no es más que un tapadillo para disimular”.

jueves, 20 de mayo de 2021

Odio eterno a la literatura

Le doy clase a un chico colombiano que llegó a mitad de curso. Destaca cuando lee en voz alta, también en la comprensión escrita y en la redacción. No sabía nada de sintaxis, ni de morfología y en dos meses se ha puesto al nivel de sus compañeros. El muchacho me cuenta que en Colombia los métodos de la clase de Lengua y Literatura son muy distintos. El último año que estuvo allí todo lo cifraron al estudio y lectura de cuatro libros: "La metamorfosis" de Kafka; "Cien años de soledad" de García Márquez; "El retrato de Dorian Gray" de Oscar Wilde y "La Celestina" de Fernando de Rojas. No sé si este es el método que siguen todos los alumnos de 15 años en Colombia o si se trata de una fórmula singular. Me da igual. El punto de partida me parece mucho más sugerente que el nuestro. Con la lectura y análisis de estos cuatro libros (o de otros del mismo nivel) sería suficiente para avanzar en la lectura, en la escritura, para introducirlos en el lenguaje literario y para generar espíritu crítico. No haría falta más. 

La gramática teórica no debería ser nuestro único objetivo. Al final se convierte en la maza con la que rematamos cualquier atisbo de apego a la lengua. Tampoco la historia de la literatura tendría que servir para odiar de por vida a una lista infinita de autores, de los que se termina descubriendo qué pie calzaban e ignorando todos sus valores literarios y humanos. La clase de Lengua y Literatura debería estar apegada a la realidad, sí, y a la despensa de maravillosos poemas, narraciones y obras de teatro que deslumbren y emocionen. No deberíamos seguir sirviendo la lengua enlatada ni administrarla como se embute a las ocas para engordarles el hígado. Del órgano enfermo de estos animales se extrae una delicia culinaria; del hígado de nuestros adolescentes, solo bilis contra el texto escrito.   

sábado, 15 de mayo de 2021

Libros rehabilitados



Método infalible para rehabilitar libros que nos han regalado y que no nos ofrecen mucha confianza: 

Si, por pura mala suerte, el día de tu cumpleaños, alguien aparece con un libro de Máximo Huerta, hay una solución para no desaprovechar el engendro. Habría que memorizar "Matadero 5" de Kurt Vonnegut, abrir el libro de Huerta, cerrar los ojos bien fuerte e imaginar la novela de Vonnegut como si estuviéramos leyendo la otra, mano de santo. Te lo vas a pasar en grande. Aplica el mismo método si recibes un poemario de Marwan: cierra los ojos hasta que te duelan los párpados e intenta recitar interiormente el "Tratado de urbanismo" de Ángel González, otro autor rehabilitado. También vale con el último premio Planeta: lee varias veces "El hijo de César" de John Williams, abre el premio Planeta, cierra con convicción los ojos y, a disfrutar con tu imaginación de la buena literatura. Solo tenéis que consultarme sobre libros poco fiables y yo os doy una alternativa segura. La señora Francis de la literatura está a vuestra disposición.    

jueves, 13 de mayo de 2021

"Automoribundia" de Ramón Gómez de la Serna



En las greguerías de Ramón, todo es piruleta, todo es caramelo de fantasía, allegro sin arrimo político, evasión y fruslería. En una greguería cabe una metáfora y un sueño, la realidad solo como apoyo, para volar a partir de una nimiedad, de una rama en una nube. La Automoribundia de Ramón Gómez de la Serna es todo un ejercicio de reivindicación de independencia personal. Desde las primeras páginas deja claro que su instinto artístico lo inclinó a negar prebendas políticas y sometimientos. Ramón se recrea en el amor de los objetos, en el fetichismo. Su muñeca de cera, que lo espera todas las noches, impertérrita, sideral, para contemplarlo horas y horas, entusiasmado ante el papel, es el mejor ejemplo de su humorismo. Porque Ramón se define una y otra vez como humorista. Odia las conferencias graves, el tono del político augusto y el del escritor ensimismado. Pasa por malos momentos porque la literatura en España, como decía Max Estrella, es "colorín, pingajo y hambre". Le gusta deslumbrar a la concurrencia, divertir, entretener, épater le bourgeois desde el trapecio de un circo. Ramón admira a Charlot y a los clowns más que a Baroja, por supuesto. De él, espoleador de una de las mejores remesas de poetas, timonel de la tertulia de Pombo, de pelo fuerte y cuerpo recio, amante de los espejos y de las estampas, deberíamos tomar lo que más apreciaba de sí mismo, su humor, la seria frivolidad que lo llevó a ser contratado por un circo y a renegar de todo lo que oliera a gravedad, corruptela y manipulación. Ramón salta por encima de la Guerra Civil, por encima de la muerte y nos encierra con él en su torre para adorar la noche. Sí, su bohemia era sincera, vivía cuando oscurecía para que los vivos y sus ruidos no estorbaran a su pluma. Escribía, escribía y escribía, porque su vida, desde el principio la fundó en la escritura. Su tío le puso el título de humorista en un palco de las Cortes y él se tomó muy en serio su papel. Periodista de oficio, porque había que comer, porque sus novelas y sus extravagancias no le pagaban el alquiler, periodista prolífico, periodista sin pausa, renovó la profesión y aireó con la vanguardia el tufo rancio del noventayochismo. Ramón moderno y único, simpático, frívolo, sin despensa, sin sombrero.  

Algunas pildoras extraídas de Automoribundia:

El colegio: "Por eso persistíamos y nos dábamos ánimos. Si aprendíamos bien, tendríamos bigote. Esa era nuestra lógica."

Adolescencia: "Solo hay nua cosa más asquerosa que la adolescencia, y es el chorreo involuntario que tiene un tubo de Sindetikón (pegamento) cuando se ha apretado demasiado y se le deja sobre la mesa."

"Los genios son los que dicen mucho antes lo que se va a decir mucho después."

"El arte es la alegría de salvarse del catarro consuetudinario."

"Sé que la ambición es lo que oscurece la vida, y cuando se alía con la vanidad ya no se ve nada."

"La literatura no es un medio de comer, pero hay que ir comiendo mientras se escribe la literatura."

"¡Es tan difícil escribir un libro verdaderamente nuevo!"

"No he querido ser demasiado erudito porque eso hubiera sido cargar a la muerte con un peso muerto demasiado grande."

"La limpia y desinteresada heroicidad no existe sino en el acto de decir todo lo que se piensa de la más libre y expresiva manera."

"Como resumen comprobatorio de la vida, no hay más que el orinal."

"El mayor tesoro para el escritor es la soledad."  

martes, 11 de mayo de 2021

Ratios indecentes



Atención al bombardeo mediático de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha sobre la inversión en reparaciones y nuevos centros educativos. Es una operación de encubrimiento y lavado de cara porque están llegando a los institutos las ratios con las que se van a elaborar los cupos de profesores para el curso que viene y se quieren ocultar bajo el tufo publicitario. Treinta alumnos en secundaria y treinta y cinco en bachillerato, esa es la propuesta de la Administración. Se remiten a las ratios impuestas por la señora Cospedal. No, en todos estos años, no se les ha ocurrido cambiar la carga con que esta mujer nos aplastó durante su mandato. Ni siquiera el riesgo todavía permanente de la pandemia los ha arredrado para imponer este hacinamiento del alumnado. Lo he repetido en innumerables ocasiones, pero no me canso. Trabajar con treinta alumnos en 1º, 2º y 3º de ESO es tremendamente difícil, aboca al fracaso académico a muchos de ellos y a nosotros a la desesperación. Una y otra vez se nos muestra que no hay ningún interés en mejorar el sistema educativo y se desprecian con toda la insolencia del mundo las recomendaciones y peticiones básicas del profesorado. Nos arrojan, de nuevo, a los pies de los caballos (valga el tópico para ilustrar con mayor virulencia la situación), a los cascos de una educación con mascarillas, masificada e indecente.  

lunes, 10 de mayo de 2021

Chasco

Han sido muchos años preparándome a fondo. Muchas horas de entrenamiento, muchos kilómetros recorridos, mucho dinero invertido, sí. Mi vida, en parte, ha cifrado su éxito en esa cumbre. No hay pueblo que no recorra con ese único fin, no hay lugar de la geografía española y extranjera que no haya pisado con la intención única y exclusiva de formarme en esa dedicación. Ha sido mi norte desde mi adolescencia, mi pasión, mi obsesión, mi paraíso perdido. Milton lo buscó, yo lo encontré. Busco escritores amantes de este vicio mío, intento arroparlo con la autoridad de los poetas más reputados: Baudelaire, Valle-Inclán, Rubén Darío, Ángel González, James Joyce, Bukowski, Malcolm Lowry, todos, todos ellos me avalan, me respaldan en mi convencimiento. Y hoy, hoy, que podría haber demostrado con una prueba científica la altura de mis logros, he fracasado. Hoy la policía municipal de mi pueblo ha detenido mi coche para hacerme un control de alcoholemia y no ha pasado nada, nada. He soplado en el pitorro de plástico y cuál ha sido el resultado: 0,00. Sí, hermanos, cero con cero. Así me lo ha dicho la agente que ha oficiado la ceremonia. Tantos años, tanto empeño, tanto sacrificio, tanta barra de bar, tanto tiempo dedicado a este santa afición del beber, tantas cervezas, tantos gintonics, tantos güisquis, tanta absenta, para qué, para que un día, el señalado, llegues al momento culminante, al instante esplendoroso de soplar en la cánula de plástico y no haya nada. Un cero con cero tan triste, tan desmayado como un gatillazo. No hay gloria ni palabra que pueda aliviar tanta frustración.   

viernes, 7 de mayo de 2021

Las aulas y la realidad



Última tarea de la mañana: asistir a los ritos de aula de un primero de ESO durante una guardia. A última hora, después de pasar cinco horas sentados, escuchando monsergas y realizando ejercicios mecánicos del libro de texto, hay una necesidad perentoria de ir al baño. No porque no puedan retener esfínteres, sino porque se hace necesario desahogar la vitalidad de los 13 años de alguna manera. Una niña rubia que apenas levanta un metro treinta del suelo, con ademanes de persona mayor, explica a sus amigas cómo se resuelve una ecuación. Un pelirrojo con los mofletes colorados completa ejercicios en inglés y piensa en la tortilla de patatas que le estará preparando su madre. Un muchacho, peinado a lo Cristiano Ronaldo, se esmera en el dibujo de una pirámide. Otro, animado por lo poco que queda para que suene el timbre, no puede retener sus ganas de hablar y de expresar su alegría. La clase bulle, hierve poco a poco, de manera regular, como la paella cuando le echas el arroz. Escriben, borran, manejan la calculadora, pasan página, conversan de fracciones, tiempos verbales y reyes españoles. Suenan extraños estos temas de conversación en almas tan tiernas; mientras, madres y padres, en casa, comentan la agilidad del portero del Chelsea y la habilidad de una concursante de La isla de los famosos para ensartar melones en un espeto. Los pedagogos tienen razón: los contenidos que se imparten en las aulas están desconectados de la realidad cotidiana. 

miércoles, 5 de mayo de 2021

Apocalipsis y la Primera Guerra Mundial

Los documentales de Apocalipsis son estremecedores. Acabo de ver el de la Primera Guerra Mundial. La historia siempre es un constructo de ficción (incluso para Tolstoi), y ahí reside precisamente una de las claves del acierto de estos relatos visuales. Se recrea en ellos una secuencia de los hechos tan verosímil que engancha y absorbe, como una buena novela de época. Es emocionante asistir en palco de honor coloreado a las vidas cotidianas de gente que ya no existe y que no podría imaginar nunca un mundo como el actual. Solo libros como los de Stefan Zweig, Chéjov, Dostoyevski, Galdós, Clarín o el propio Tolstoi me han transmitido una sensación parecida. Es muy difícil comprender sociedades tan distintas y distantes a la nuestra, pero en estos episodios nos acercan tanto a ellas que casi nos salpica la saliva de los que vociferan. 

Aristócratas y burguesas, vestidas con sedas de cuento romántico, se pasean por una Viena atestada de tráfico, saludan a la cámara y eternizan su rastro de existencia en un objetivo maravilloso que nos remite a un pasado deslumbrante. Dejan a su paso un escalofrío diabólico. La familia real rusa posa sonriente, con bigotes apolillados y sombreros de merengue. Los mujiks y los proletarios expresan en sus gestos el hambre de revolución. Los desfavorecidos son personajes secundarios que pronto tomarán al asalto los primeros planos como soldados, revolucionarios o atestando las morgues. Las familias reales europeas deambulan sonrientes, ajenas a las cámaras, sin conciencia todavía de la proximidad de los magnicidios. El documental nos somete a la angustia de contemplar la vida pasada y saber que nunca podremos participar de ella. Por mucho que nos atraiga un rostro o nos cautive la simpatía de un gesto, sabemos que ya no están, que fueron, que nunca podremos conversar con ellos. Que después, los paisajes, las calles, los edificios, serán arrasados por dos guerras y una posmodernidad vertiginosa. No sé por qué, pero los austriacos me parecen mucho más agradables, sonrientes y simpáticos que los actuales. También los franceses, los rusos y los ingleses. Todo el mundo en 1914 era feliz en las calles burguesas. La primera mitad del siglo XX tendió un velo de tristeza sobre las aceras, solo hay que comparar el tono de Chéjov con el de Zweig para comprobarlo. Las imágenes, mientras tanto, siguen cosidas a la voz del narrador, como cuando vemos un partido de fútbol y el locutor nos describe la mala suerte de la pelota, en los pies de unos y otros. 

Estalla la guerra y un fervor sorprendente recorre los pueblos de Europa: los soldados cargan los obuses en los cañones; el perro salchicha de Guillermo II mueve la cola delante de su amo; el zar Nicolás II desenvaina el sable y su primo, el rey Jorge de Inglaterra, arenga al ejército entre un jolgorio de locura. Masas de soldados rusos y alemanes, entusiasmados, ingenuos, azuzados por empresarios y emperadores, vitorean a sus países y se preparan para rebanarse el pescuezo en el cenagal de una trinchera. La guerra, impulsada por los poderosos, como un capricho más de su ambición, destroza la alegría de 1914 en las calles de Viena y de París y de Berlín y de Moscú. Todo es humo, miembros amputados y sangre, sangre roja que se escapa de la pantalla y mancha, a pesar de la distancia de los años. El fervor, la alegría, el patriotismo, los bailes y las risas son aplastados por los batanes implacables de la muerte.           

sábado, 1 de mayo de 2021

"Para la libertad" de Isabel Díaz Ayuso

Cantad esta copla con música de Serrat. La idea era de Miguel Hernández, pero la ha versionado Isabel Díaz Ayuso: 

Para la libertad, rezo, bebo y toreo,

para la libertad. Visitaré los bares,

como fiel parroquiano, rico y nada ateo,

¡vivan los calamares!

Para la libertad, cuento más infectados

que horas en el año. Es un gran sacrificio

reventar los hospitales con más contagiados,

pero es nuestro oficio.

Porque aunque muera gente no hay que renunciar

ni a misa ni al toreo ni a unas fiestas buenas,

ya nacerán más hombres con ganas de rezar,

gritad: "¡Fuera cadenas!"

 Irán al paraíso los muertos del Zendal,

y nosotros al bollo del pincho y de la caña,

porque la vida sigue y no hay mejor pañal

que una juerga en España,

que una juerga en España.


jueves, 29 de abril de 2021

En plan...

Perífrasis verbales que chirrían como "poner en valor"; muletillas estomagantes como "en plan"; gerundios, gerundios y más gerundios para hilar subordinadas; uso y abuso de "con lo cual", un conector que nos convierte en conferenciantes; las palabras "empatizar" y "visibilizar", empleadas a troche y moche, sin miedo a la indigestión; la tentación de la cita culta de Google, a menudo cargada de falsas autorías... No, no son vicios de alumnos de bachillerato. Comenzaron, nadie sabe dónde, en un púlpito político, en una tribuna periodística o en un tuit, y se extienden como la tercera ola de un coronavirus cualquiera. 

Los usos lingüísticos de una comunidad son muy útiles para explicar los engranajes internos de nuestro pelaje. La tendencia a la simplicidad nos convierte en individuos que necesitan un "en plan..." para salir con presteza del paso. El gregarismo esnob nos empuja a "poner en valor" nuestras declaraciones para que parezcan más sesudas; "con lo cual" conseguimos un discurso vacío de contenido, pero hinchado de pedantería. A la sociedad del aluvión informativo y del empacho de interacciones informáticas nos priva "empatizar" con todo quisque y aparentar que "visibilizamos" a las minorías y a los marginados. Y si, de paso, en nuestros perfiles sociales citamos a Cervantes, sin saber que estamos atribuyéndole palabras de Marino Lejarreta, qué importa. Es el lenguaje de las apariencias, como siempre, el de los "horteras" que, ansiosos por imitar a nuestros modelos (de mayor rango social y escaso calado intelectual) caemos en la vulgaridad de sus usos y, lo que es más anodino, de sus costumbres.      

miércoles, 28 de abril de 2021

Estrella y "Sierraldía"

Estrella era una alumna atípica. La recuerdo en los días de 1º de bachillerato, entusiasmada por la fotografía, el cine, los libros, por asuntos que a pocos alumnos de su edad interesaban. Las clases de Literatura Universal se prestaban a compartir experiencias culturales que se salían de lo común. La asignatura se planteaba de manera alternativa y suponía un espacio de libertad y aprendizaje muy distinto al de las clases tradicionales. La aventura de perseguir caminos no trillados nos llevó a participar en el concurso de prensa escuela "El País de los Estudiantes". Se trataba de elaborar un periódico ("Sierraldía") y convertir a alumnos de 16 y 17 años, de un pequeño pueblo de la serranía conquense (Landete), en redactores, maquetadores e ilustradores. Yo tenía pocas experiencias previas, pero siempre me han animado los proyectos inverosímiles y fuera de lo establecido. Lo que iba a ser un simple experimento se convirtió en el eje alrededor del cual giraba la clase de Literatura Universal. Comenzamos a viajar y a entrevistar a gente de todo pelaje: Emencio, el último maqui, al que tuvimos que buscar y traducir en su antiguo bar de San Martín de Boniches; Fréderic, un fabricante y reparador de órganos de iglesia; Joselito, el Pequeño Ruiseñor; Paloma Chamorro, la musa de la movida... Estrella era la principal animadora de esta locura, junto a su amigo Mario (otro alumno singular). De aquel viaje hace ya quince años y, sin embargo, lo recuerdo como si lo hubiéramos realizado ayer. Y no es un lugar común, lo realizamos ayer. Estrella me llamó hace dos años, es fotógrafa "freelance" y estaba embarcada en otra empresa deslumbrante: la elaboración de una revista con las presas de la cárcel de Picassent. Me regaló el primer ejemplar de "Impresas" y la vi igual que con diecisiete años, con el mismo ímpetu, con la misma ilusión de quien lucha en proyectos imposibles y se implica en carne viva con los más desfavorecidos. Solo haber conocido a Estrella es suficiente satisfacción para justificar mi paso por las aulas.   

martes, 27 de abril de 2021

Concursos de televisión

El mecánico locutor pregunta: "¿En qué isla del mar Jónico esperaba Penélope a Ulises?" El concursante está nervioso, es muy joven, sonríe, suda, se muerde las uñas, responde: "Lesbos". Un lamento fingido y sarcástico del presentador araña la dignidad del pobre muchacho. Siento lástima por él, pienso si no supondrá un trauma insuperable que le joderá la vida. Desesperado, aprieto la tecla de retroceso en el mando de la televisión. Vuelvo al momento en el que el odioso locutor plantea la pregunta, utiliza el mismo tono, silabeando con destreza de doblador. Y no, al pobre concursante no se le ve mejor. La misma gota de sudor recorre su sien derecha y se vuelve a morder las uñas en un tic apurado de desesperación. "Lesbos", vuelve a responder. Retrocedo una vez más en la línea del tiempo. El poder divino que nos ofrece la tecnología propicia convertir el pasado en presente una y otra vez; pero no cambia la respuesta, persiste en el error. Dos, tres, cuatro, hasta diez veces vuelvo la imagen atrás. Y no, el chico no rectifica, se reafirma en su "Lesbos" equivocado y el locutor en su burla. Busco en las instrucciones del mando por si hubiera alguna opción de cambiar las alternativas del pasado en la línea del tiempo. Las instrucciones están escritas en chino y en inglés. Imposible. Sigo probando. Retraso una y otra vez las imágenes: diez, quince, veinte vueltas atrás. Y, cuando estoy a punto de claudicar, resignado a la eliminación del concursante y a su posible suicidio, aparecen unas interferencias, cambia el rostro del chico: ahora se le ve mucho más seguro, sin el brillo del sudor en la piel, con las manos firmes sobre el atril. Contesta con fuerza, pronunciando las sílabas como el propio presentador. Paro la imagen, me recreo en la conquista. Voy a salvar a un joven concursante de la depresión. He encontrado la fórmula para alterar el pasado de los concursos televisivos. Podré hacer ganar dinero a quien lo merece y hundir a quienes me caigan antipáticos. Me pongo una copa, lo celebro, le doy al botón del mando y el chico responde: "Formentera". Lástima de cava.