lunes, 11 de mayo de 2015

Estampas VI



Televisión Iberia, años 60: retransmiten una corrida de toros; los vecinos vienen a verla porque es el único aparato de la calle. Además de los morlacos en blanco y negro, los Monster, Valentina y Locomotoro, el Superagente 86, la Casa de los Martínez, el Santo, el Virginiano, los Vengadores, Massiel serena... Todo sin color y con la inocencia de la infancia: la practicante aparece amenazante en casa y corro a esconderme debajo del lavabo.
Televisión Philips, adolescencia, Argentina, 78: televisión en color, los escaparates llenos de gente pasmada por ver el verde de la Bombonera, las calles todavía en blanco y negro con hombreras y pantalones de pernera ancha, Calpe, Un dos, tres, granos de adolescente y caracolas de recuerdo.
Mundial 82: mili, Irlanda del Norte, whisky y una cantina de cuartel arrasada por el calimocho. La Edad de Oro nos revoluciona, Retorno a Bridshead y Yo Claudio nos confunden.
Televisión Telefunken: La ebriedad de la juventud: movida de los 80, Soldado Swejk antes de los primeros cubalitros, Studs Lonigan, The Smiths, el Renault 8 cargado con tuberías de hormigón y manchado de vómito, un radiocasete al ritmo del acelerador.
Televisión Philips, negra, los 90: La Mancha, en Río de Janeiro los Papá Noel se asan de calor, una olimpiada vista desde Cancún, el crimen de Miguel Ángel Blanco padecido desde la distancia de La Habana, Twin Peaks, Doctor en Alaska, Seinfeld y Frasier, la vanguardia y el humor.
Dos Sony y una televisión curva, los 2000: la rehostia, el mundo a través de la pantalla, las series te impiden salir a la calle porque no hay nada tan interesante (mentiras de la edad). Los Simpson, Mad Men, Breaking Bad, Borgen, The Wire. El Intermedio y Jordi Évole y lo demás es filfa.Y siempre, desde la altura del tiempo, Jordi Hurtado observándonos desde el cielo de lo intemporal.

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