Los barrios de casi pijos están plagados de perros de raza, gente corriendo con ropa del Decathlon y grúas, muchas grúas. Además, siempre hay cerca un gran centro comercial donde se puede comprar de todo, hasta armas de fuego -también está "La casa de las carcasas"-. En estos barrios viven muchos profesores, lo sé porque yo soy uno de ellos. Los bares suelen ser franquicias muy modernas. Camareras con cara de perro, malas formas y camareros desafiantes -los turnos interminables y los sueldos que cobran no dan para más-. Cuando paseas por estos barrios no tienes sensación de peligro, bueno, si no tenemos en cuenta el momento en el que te cruzas con un rottweiller o cuando atraviesas un paso de cebra sin semáforo. Hay que tener en cuenta que algunos conductores no son tan educados como los que vivimos en estos barrios y pueden arramblar sin reparos con un transeúnte que confíe demasiado en las franjas blancas del paso de peatones. Dentro de las casas donde viven (vivimos) los casi pijos de estos barrios, Audrey Hepburn y Nueva York suelen presidir las paredes (aunque estés en Albacete): en el salón comedor, en el altillo, hasta en la cocina. También podemos encontrarnos con habitáculos muy modernos pero poco prácticos con techos bajísimos en los que puedes romperte la crisma con mucha facilidad (yo ya cuento tres escalabraduras contra estos ingenios de la arquitectura). Eso sí, dentro de casa se oyen muy pocos ruidos, como si la gente que habitara en estas fincas estuviera muerta o casi. Es el paraíso para el hombre tranquilo, para el amante del campo y del sosiego. Os puedo asegurar que hay más escándalo en cualquier caserío en medio del monte que en estos lugares. Si sales un domingo, cuando el centro comercial cierra, ten cuidado, podrías pensar que acaba de caer una bomba atómica o que ha vuelto la pandemia.
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